El taller de diseño experimental Solantú-Satorilab tomó una materialidad natural para llegar a diversos amuletos de buena suerte en sintonía con el comienzo del año.
Acostumbrados a cargar de contenido y significado cada una de sus iniciativas, era de esperar que trabajando con un material natural como la madera, los Satorilab, abordaran su carácter mágico. Una apuesta en sintonía con estas fechas, ya que con su particular mecánica centrada en el pensamiento y la experimentación arribaron a piezas diversas que, además de su función específica, suman la de augurar buena suerte.
Fue así como, promediando febrero, la bellísima casa donde funciona el histórico taller de la Fundación Arte Cromos, emblemática institución dedicada a la enseñanza de arte contemporáneo en Belgrano, albergó esta nueva experiencia de Satorilab, apodada “Toco Madera”.
En vez de 50 o más estudiantes, como suelen participar de sus talleres, esta vez fueron sólo diez los invitados de todo el país (llegaron de Córdoba, Tucumán, Mar del Plata) a explorar una materialidad natural como la madera.
Antecedente de esta experiencia fue Hacer Cumbre en 2010, donde con un grupo partieron a las sierras cordobesas a trabajar con descarte (si cabe el término) de la naturaleza (semillas, ramas, hojas, frutos), con resultados increíbles basados en elementos inesperados y hasta plagas de la zona como el clavel del aire y las algas de los ríos que dieron vida a varios objetos.
En esta ocasión, fue una empresa, Solantú, emprendimiento de diseño con base en el manejo sustentable de maderas nativas del bosque andino patagónico, que posibilitó que la dupla formada por el diseñador industrial Alejandro Sarmiento y Luján Cambariere exploraran sobre esta materialidad irreemplazable por sus cualidades emocionales y sensoriales.
“La madera es un ser vivo. Respira, cruje, llora, se ríe, siente, se comporta. Da placer con sólo tocarla. Suave, sensual, perfumada. Estimula el tacto y el contacto. Es cálida, orgánica, ancestral, originaria. Amortigua, neutraliza, absorbe sonidos, ruidos y, sobre todo, la mala vibra. No hace daño, ni se descompone. Más bien, como cualquier ser humano, pide ciertos cuidados en las relaciones. A cambio abraza, contiene. Es firme y serena. Absolutamente todos los objetos nacen con ella. Ha parido todo tipo de herramientas: la prensa, la gubia, el martillo. Objetos esenciales, atemporales, de siempre”, cuentan ellos a su tiempo.
Por eso es tan fascinante, pero a la vez difícil de trabajar. “La madera se comporta. Es un ser vivo: por eso, a pesar de lo que muchos piensan, representa un enorme desafío para el diseñador que decide trabajarla. Cada especie guarda sus secretos y no vale imponérsele porque ella es la que gana. Conviene conocerla muy bien, sobre todo cómo corren sus vetas, su humedad, cómo seca, sus partes”, suma Olga Recio, directora de la etiqueta que decidió impulsar esta iniciativa por varios motivos: “Fundamentalmente, permitir que las nuevas generaciones de proyectistas puedan explorar esta materialidad única y ancestral, de la que paradójicamente poco conocen realmente, porque en las universidades no la manipulan. No la tienen en sus manos ni a mano y es una pena, porque es un material que cuando se lo conoce, responde como ningún otro”, detalla.
Más allá de la experimentación con las manos y el empleo de baja tecnología (energía humana), lo interesante fue el abordaje conceptual. “Entre una de las expresiones vinculadas con las supersticiones más antiguas y extendidas está la de ‘tocar madera’. Normalmente se pronuncia dicha frase cuando una persona menciona una situación que espera no suceda, o también se utiliza a la inversa. ‘Tocar madera’ tiene su origen en la madera de la Santa Cruz y en la veneración de que han sido objeto las reliquias de trozos de madera de ella. También se dice que el origen de la superstición se encuentra entre las costumbres paganas de los druidas y magos de otros tiempos, que recurrían a la madera como a una ‘toma de tierra’ para las malas vibraciones. Sea como fuere, siempre es una expresión de protección y buenos augurios”, detalla la dupla.
¿El resultado? Distintas tramas y sistemas aplicables a un sinfín de productos, y algunas piezas más emblemáticas como un florero para una sola flor y jabones para limpiar la mala vibra, o tener en la mano o en el bolsillo cuando la situación lo requiera.
Sarmiento, que esta vez no es Alejandro sino el prócer de nuestra patria, lo apodó “el Edén, a un paso de la ciudad”. Los guaraníes llamaron a las tierras que circundan el Carapachay, uno de sus principales ríos, “país encantado”.
Por lo antedicho, pero sobre todo por sus magníficos y serpenteantes riachos y la exuberancia de su vegetación, plagada de materialidad poco explorada desde el diseño y fascinante con la que trabajar –junco, mimbre, semillas, hojas, cañas, bambú, madera–, y de enorme potencial, invitan a participar de su próximo taller en las islas a llevarse a cabo este verano, más precisamente del 13 al 17 de febrero en el Delta.
Una experiencia que, contando con el apoyo de la Municipalidad de Tigre, promete incursiones en los ríos a la búsqueda de esta materia prima, un contacto directo con la naturaleza y la sinergia del trabajo colectivo que, de nuevo, carga de alma sus objetos.
Los interesados deben escribir a [email protected]
Más información en www.satorilab.blogspot.com
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