Esta semana apareció en el Boletín Oficial porteño la Ley 4104, que modifica el Código de Edificación y sigue la legislación federal que protege los teatros. La nueva ley de la Ciudad obliga a quien demuela un teatro o cine-teatro a construir en el nuevo edificio uno semejante, de igual superficie de escenario y camarines, y el noventa por ciento del número de butacas original. La legislación permite dividir estos totales en varias salas y da un plazo de un año calendario para que se haga la obra nueva. La idea de esta ley es salvar un problema mayúsculo que presenta la versión federal, que fue sancionada en 1959 y jamás fue reglamentada, con lo que es muy difícil de hacer cumplir. Esto explica los dos formidables baldíos que muestra el Centro, los dos sobre la avenida Corrientes y los dos marcando sendos teatros demolidos frívolamente. Uno es el del Odeón, en la esquina de Corrientes y Esmeralda –donde cualquier cacatúa sueña con el talento de Bustillo– y el otro es el del Politeama, en Corrientes al 1500.
Para mayores alegrías, justo esta semana se vio algo realmente notable en la sesión del Consejo Asesor en Asuntos Patrimoniales. Este martes se trató en el temario el Palazzo Rossini, la vieja entidad cultural italiana de Perón entre Paso y Larrea. Lo primero llamativo fue que la iniciativa vino del Ministerio de Cultura porteño. Lo segundo fue que se pedía la protección estructural, que es el mayor grado posible en la pálida legislación actual. Resulta que el Rossini fue muy remodelado, sobre todo en su parte anterior, donde exhibe hoy un bar de lo más cuestionable. Este es el tipo de argumentos con que habitualmente se justifica destruir un edificio, con lo que resulta refrescante que Cultura pida su preservación. Y más notable todavía es que la persona encargada de defender la idea fue Mónica Sanjurjo, que resultó de lo más convincente pidiendo la catalogación estructural. Sanjurjo debe haber tenido una conversión digna de Pedro en su camino de Damasco, ya que cuando era miembro del Consejo se oponía sistemáticamente a que se protegiera cualquier edificio que mostrara el menor cambio del original. Ni siquiera se le podía sacar una cautelar...
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