Siempre hablamos de que en lo cercano, al alcance, en las necesidades cotidianas, hay un campo excepcional para el diseño. Así lo entendió Javier Román cuando estaba por terminar la carrera de Diseño industrial en la Universidad Nacional de La Plata, por lo que decidió dedicar su trabajo final, la tesis, a resolver una necesidad concreta y puntual: reemplazar los caballetes y tablones que usan los pequeños productores, feriantes, para comercializar sus frutas y verduras.

“La gente del Cipaf del INTA (Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Pequeña Agricultura Familiar) vino a la cátedra para comentar las problemáticas de los pequeños agricultores, grupos enormes diseminados por todo el país, con la problemática relevada, para ver si podíamos aportar algo, y a mí me interesó desde el principio por la posibilidad de interactuar con una realidad cercana. Muchas veces, sobre todo cuando uno estudia, se propone tratar cuestiones lejanas, difíciles de cotejar, y esto representaba todo lo contrario. En seguida me puse a interactuar con los productores, saber de sus necesidades e incluso conocer la cantidad de ideas y dibujos que ellos mismos tenían para generar sus propias soluciones.”

A través del Cipaf, Román supo que la agricultura familiar en la Argentina representa un sector de gran importancia en la producción de alimentos, fibras textiles y otros productos de las economías regionales, además de crear empleo en el espacio rural y ocupación del territorio. Sin embargo, pese a la relevancia que tiene en estos aspectos, hay una multiplicidad de problemas que condicionan su desarrollo tanto en lo referido a la producción como a la circulación y distribución de los productos que genera.

A partir de investigar y charlar con los productores se llegó a la conclusión de que los problemas principales eran el de exhibir la mercadería y el de transportarla.

Había una carencia de puesto de venta, la falta de protección contra el clima y el sol, y también –algo no menor– la falta de identidad y señalética, cuando generan una movida enorme en todo el territorio, sobre todo en el norte del país.

“Los pequeños productores tenían la necesidad de exhibir sus productos orgánicos ante el público, obviamente, para poder comercializarlos. Hace tiempo que venían trabajando con tablones y caballetes, los cuales debían transportar todas las mañanas hasta el lugar de venta, perdiendo varias horas en el armado del puesto. Además carecían de una identidad como grupo cooperativo y de una configuración espacial en el lugar para aprovechar el espacio”, cuenta.

Así, de forma natural, surgió la necesidad de generar una solución para poder contar con un puesto de exhibición y venta más eficiente, un objeto que pudiera reducir el tiempo de armado y desarmado y que pudiese ser transportado con facilidad. En base a esos requerimientos se diseñó y se propuso un puesto plegable y móvil, que se abre y cierra para su fácil traslado. Se construye con caños de hierro doblado, lona microperforada y cajones plásticos. Todas tecnologías y materiales de fácil mantenimiento y al alcance del productor. Viene con cuatro banquetas, porque la idea es que sea compartido por dos familias, fomentando la idea de cooperativismo.

Finalmente, cuenta, el prototipo se probó en ferias, lo que sumó información para la resolución del producto final. Y otros requerimientos a atender, como el de los productores que necesitan de superficies de apoyo para exhibir frascos con miel, vinos, dulces y plantas.

“No le puse nombre, pero lo diseñé pensando en la lógica de la siembra. La idea rectora fue como si fueran plantas que florecen en un predio, abriéndose y cerrando y generando un recorrido según la ocasión”, remata Román.