El palacio legislativo arranca su restauración con un vasto plan de tareas y obras que se va a estirar en el tiempo.
› Por Sergio Kiernan
Visto desde la calle, con su cúpula airosa y su estilo mitteleuropeo, pesadón pero amortizado, el Congreso Nacional sigue impactando hasta al porteño más acostumbrado. Pero visto de cerca, subiendo a sus techos, recorriendo sus meandros, el edificio está cansado, necesitado de intervenciones extensivas y con muchas excrecencias a retirar. Por eso, este jueves el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, y la presidenta provisional del Senado, Beatriz Rojkéz de Alperovich, presentaron junto al ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, un plan completo para restaurar el palacio legislativo.
Domínguez tiene una sana manía restauradora que debería ser viral y contagiosa, y que ya mostró en su paso por el Ministerio de Agricultura, que sigue recuperando su bella sede –Las Mellizas– en la avenida Paseo Colón. Llegado al Congreso, el presidente de la Cámara empezó a arreglar pasillos, retirar alfombras malandras y limpiar rincones. Pero enseguida entendió que un edificio laberíntico, enorme y de un lujo victoriano tardío no puede repararse así, de a poco. Así nació el Plan Rector de Intervenciones Edilicias, un convenio con Planificación que involucra también a varias facultades de la Universidad Nacional de La Plata.
El diputado explicó el convenio como una “decisión estratégica de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner para recuperar el valor histórico que los argentinos depositaron en este edificio”, lo que explica los fondos y la asistencia técnica de Planificación. Además, habrá más de doscientos profesionales, restauradores, artesanos y estudiantes involucrados en el proyecto. De Vido incluyó el proyecto en “una fuerte apuesta a la inversión pública” que se realiza el año que viene.
Ya hay varias tareas en andamiento dentro del Congreso, pero el plan arranca con un alto perfil en 2013, con obras en la cúpula, los techos y las fachadas. Quien se anime a los 400 escalones que llevan al basamento de la cúpula se encontrará goteras por todos lados, invisibles desde abajo por la vastedad del espacio. Los techos necesitan reparaciones, mantenimiento y un plan para los bosques de cables malamente colocados y atados que los cubren. Los cerramientos –ventanales, ventilaciones–- llegan al desastre, con parches de plástico cubriendo vidrios rotos. Y las fachadas se agrisaron, con sectores chorreados de vegetaciones y hasta erosionados por el tiempo.
Una de las tareas más arduas será reequipar el edificio, que en su época era modernísimo porque tenía luz eléctrica en todos sus ámbitos y hasta algunos teléfonos. Por donde se lo mire se verán cables informáticos, telefónicos, eléctricos e incomprensibles, pegados, atados y clavados por donde se pueda. Ni hablar de instalaciones mayores como aires acondicionados, o de aventuras como hacer coherente el mobiliario, los colores de interiores y los cortinados. Contemplando esta madeja de cosas a hacer, es refrescante que el proyecto arranque citando la Carta de Venecia, la exigente regulación internacional del restauro de edificios patrimoniales, y se proponga como una política de años. Porque va a tomar años.
La sesión de la Legislatura porteña del primer día de noviembre va a tener una larga cola política por la aprobación a libro cerrado de proyectos que ya tienen mucha oposición. Este jueves se realizó una Jornada por el Espacio Verde en el Oeste porteño, protestando por la falta de prioridad de la creación de parques y plazas en el paquetazo votado por los legisladores porteños. La convocatoria fue importante, con una radio abierta en la plaza Aristóbulo del Valle, de Baigorria y Cuenca, seguida por una asamblea en Liniers y culminando con un encuentro en la plaza Primera Junta, pleno centro de Caballito. Convocaron 29 ONG y varios partidos, y estuvieron ocho diputados nacionales, tres porteños, quince comuneros y diez miembros de los consejos consultivos comunales.
Hay un grupo de vecinos indignadísimo por lo que consideran un proyecto tonto, frívolo y perfectamente inútil, aunque potencialmente muy rentable para algunos, del gobierno porteño. Este grupo se define como las Víctimas de la Diagonal Sur y acaba de difundir una suerte de manifiesto contra la idea de terminar esa avenida demoliendo una gran cantidad de edificios patrimoniales desde Piedras y Belgrano hasta Independencia y 9 de Julio. Estos vecinos subrayan razones históricas para oponerse, indican que así va a desaparecer la única y mínima placita de la zona y alertan de que se va a desalojar más de trescientas familias que no nadan en la abundancia.
Pero lo fundamental es cómo apuntan que el proyecto “carece de sentido” en la ciudad de hoy. El proyecto de las Diagonales es de 1907, parte de la reconstrucción de Buenos Aires como capital de una Argentina imperial en su primer Centenario. Ese país ya no existe y, además, hay que tener en cuenta un hecho de la realidad: por algo no se completó en su momento esta avenida. La idea del proyecto era pararse en el arranque de Avenida de Mayo y poder ver, girando, el Poder Ejecutivo, el Judicial y el Legislativo, con el Obelisco de yapa. ¿Qué permitiría ver la Diagonal Sur? Nada en particular, con lo que nunca hubo mucha pila para terminarla y tardó una eternidad en completarse porque nadie tenía mucho interés en mudarse a una avenida que no va a ninguna parte.
En rigor, como señalan los vecinos, el interés actual es meramente especulativo y pasa por dejar que una empresa privada se quede con muchas parcelas para edificar y pueda hacer un estacionamiento lineal de tres pisos de profundidad. Esta locura viola la ley –no se pueden hacer más estacionamientos en el centro– y deja como un pavote al encargado de Transporte de la Ciudad, que anda dando reportajes en diarios afines diciendo que la solución es más bicis y menos coches...
El barrio de Liniers anda cumpliendo 140 años, alguno más que la Capital Federal como tal y rastro de su fundación como pueblo de campaña creado por el ferrocarril. Los festejos serán muchos, pero mañana hay uno muy original: el partido Vélez-Boca en el Amalfitani dobla como Copa 140 Años. Quien lo vea notará que los jugadores usan camisetas alusivas y en la pantalla del estadio se proyectan fotos antiguas del barrio.
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