La Galería Patio del Liceo es un nuevo punto de encuentro de la movida de arte & diseño emergente. A pasos de los circuitos de compras más tradicionales, pero con otro aire.
› Por Luján Cambariere
En época de tantos “no lugares” (esos que Marc Augé calificó como transitorios y para muchos, sobre todo en esta época del año, resultan asfixiantes) está bueno descubrir espacios que se salen del circuito y respiran otro aire.
La Galería Patio del Liceo es un ejemplo exquisito. Por su ubicación, origen y configuración. Nueva vida que está desandando recientemente a través de particular dueño, el abogado Hernán Taraman, que en el camino de recuperarla, sin querer, la transformó en un centro de arte y diseño emergente. Pasen y vean. Y aprovechen este oasis en la ciudad en tiempos signados por el consumo.
“Yo era fanático del lugar. Tengo mi estudio cerca y mi familia tiene un negocio de sábanas y acolchados –Juan Juan– sobre la calle Santa Fe 2729 hace muchísimos años. En 2005, una persona que estaba ocupando el lugar nos contó que se estaban alquilando locales a muy bajo costo. Valores irrisorios. Vine a ver y el lugar era dantesco. Un basural. Estaba sitiado. Pero eso no me desanimó y compré uno que daba a la calle. Así fue como empecé a venir a las asambleas de propietarios, casi como a un reality, a divertirme. Pensando, por otro lado, ‘qué bueno que no estoy metido en este baile’. Pero un día vino otro propietario y me ofreció un nuevo espacio. Y así otros. Me la jugué y casi sin querer, compré de un saque 15 locales. Y después no paré. He comprado un local hasta en un baño. En 2008, ya tenía 25 locales, pero sin ingresos. Entonces me decidí a que éste fuera mi trabajo estable y a restaurar el lugar. Llevó tiempo y mucho trabajo, pero valió la pena. Es que después de emblemático Liceo de Señoritas, este lugar dio espacio por poco tiempo a una especie de shopping y luego, por juicios varios, fue abandonado y tomado”, adelanta Taraman.
“Al poco tiempo –continúa–, contraté a una arquitecta recibida de la UBA, que me trajo una propuesta muy Clorindo Testa y me aconsejó que abriera el paseo a los jóvenes. Que fuera una galería de jóvenes. ‘¿Pero dónde los busco a esos jóvenes?’, me acuerdo que le pregunté. Igual me la jugué, arreglamos todo, cambiamos las baldosas, pintamos las columnas de turquesa, las barandas de fucsia y los jóvenes comenzaron a aparecer.”
“El primer local con el que arranqué fue el de Nicolás Barraza de Mite, que en principio lo alquiló para poner su estudio de diseño gráfico. Un amigo se lo recomendó por ser una ‘galería re trash, onda europea’. Su pedido me hizo feliz. Pensé: ‘Por fin vida humana normal, alguien que produce algo’. Después vino Purr, la librería de arte contemporáneo. Ya había dos focos de vida. Es que al principio no venía nadie. Hasta se reían de mí y todos los que averiguaban para alquilar después no llamaban (hoy la galería tiene lista de espera de solicitudes). Aún me acuerdo la depre que tuve cuando se me cayó un service de PC”, cuenta chistoso, admitiendo que otra habría sido la historia si esta clase de inquilino y no los inclinados a la movida cultural hubieran aceptado. Lo que sucede siempre conviene.
Así, el arranque ciertamente fue por el camino del arte. Como contara Taraman, Barraza se aventuró en el primer piso con Mite. Galería de arte contemporáneo dedicada a la exhibición y comercialización de obras de artistas jóvenes, que da el presente en el barrio joven de Arteba. “Abrimos nuestras puertas en julio de 2008 y, desde entonces, presentamos ininterrumpidamente muestras mensuales, algunas curadas por nosotros, sus directores, y otras por artistas y curadores invitados como Fernanda Laguna, Cecilia Pavón, Claudio Iglesias, Leopoldo Estol y Mariano Mayer. Al día de hoy contamos con un staff fijo de nueve artistas, la mayoría de los cuales transita su primera década de producción en pintura, dibujo, fotografía, escultura e instalación. Además de nuestra actividad principal como galería de arte, proponemos el espacio como un centro de constante circulación y encuentro. Producimos y damos lugar a distintos eventos, ferias, lecturas y pequeñas fiestas en la que participan djs, diseñadores, escritores y artistas de diversas disciplinas”, cuentan los directores, Marina Alessio y el propio Barraza.
Complemento perfecto, la bella librería Purr, en un entrepiso. De la mano del arte, también, el taller Santa Rosa de Ana Fernández, pegado al simpático restaurador y tapicero Oscar, de los pocos que quedan de la primera época, con clases de dibujo y pintura sobre papel, tela y madera, estampado con transfer sobre tela, entre otros, súper creativas. “Un viaje al color y la forma”, las llama Fernández, donde apunta más al impulso creativo que a la técnica. “En el desarrollo de las clases buscaremos los indicios de un lenguaje propio a través del trabajo libre con diferentes técnicas y soportes. La modalidad es libertad total con seguimiento y aprendizaje de técnicas y conocimientos teóricos a partir de la práctica. Usando todos los materiales. Si los alumnos ya vienen trabajando, analizamos y/o reforzamos el proceso en que se encuentra”, suma Fernández.
“Mientras que del lado del diseño, nosotros dimos con ella gracias a Pablo Galuppo de Monoblock. Inquieto como siempre, fue uno de los más recientes, pero potentes, arribos a la gale. Es que armó un local en la planta baja que de algún modo recibe al visitante con esa oferta deliciosa de ilustradores y artistas jóvenes de Argentina y el mundo en los más variados soportes que sirven para alegrar el cotidiano –cuadernos, agendas, anotadores, listas de cocina, tazas, individuales, calendarios, pins, entre otros–.”
El local, muy bien diseñado, alberga además en el entrepiso una galería para las series limitadas de estos artistas. ¿Lo nuevo? Las agendas 2013 inspiradas en Berlín por Juliana Pedemonte y en Nueva York por Fernanda Cohen, el calendario de Perros Hipsters ilustrado por trece artistas –-Laura Varsky, Vik Arrieta, Gemma Correll, María Elina, entre otras–,y la taza Olga por Liniers, caballito de batalla de la firma. “La verdad es que habíamos pensado antes en tener local a la calle, pero cuando surgió la posibilidad de estar en el Liceo no lo dudamos. Solíamos venir a inauguraciones y a las fiestas Globo que se hacen una vez por mes y nos alucinaba el clima que se vivía en el lugar. Ahora que somos parte podemos dar fe de que es como una gran familia. Organizamos una fiesta por mes, ferias, hace poco hasta hicimos una kermesse. El lugar es muy lindo, con el bar de Baby Snakes, las plantas. Cuando la gente entra no lo puede creer. Acá no se escuchan los ruidos de la calle. Un oasis en la ciudad”, cuenta Pablo, uno de los exponentes de diseño de producto junto a los Kuku Design, varios de moda como los extravagantes Bandoleiro, los Ummo Indumentaria, Bi-order y Greens, entre otros.
Además de la virtuosa joyera Marina Callis, que hace tres años está en el primer piso del patio. “Decidí abrir el local en el 2009, cuando nació mi hija, y necesité tener mi espacio de trabajo separado del hogar. Elegí abrir mi taller acá porque me pareció que tenía la combinación perfecta de espacio público y privado, exposición pero no sobreexposición. Además tiene una mezcla muy interesante de talleres, locales, galerías, artes y oficios. Es muy enriquecedor estar rodeada de toda esa gente, compañeros y amigos que me fui haciendo durante estos años”, detalla Callis. “El Patio del Liceo tiene una dinámica muy libre y particular. Cada uno abre sus puertas a la hora que quiere, que le gusta trabajar. El Liceo está en su esplendor los jueves, viernes y sábados de 15 a 20 sobre todo. En eso días hay muchas inauguraciones, eventos y por la tarde la mayor cantidad de locales permanecen abiertos. Es un lugar por donde circula solo la gente que sabe qué pasa ahí y los curiosos”, resume mientras produce sus colecciones más recientes (collares, vinchas, aro y anillos realizados con cintas de telas).
La galería se completa con reconocida oferta musical a través de la disquería Mercurio, atendido por sus famosos dueños: Lucy Patané, Lolo Anzoátegui, Villa Diamante, Marina Fages y Lucas Caballero. Una peluquería (Aurea), el estudio de maquillaje de Jazmín Calcarami, que tiene la particularidad de estar casi suspendido en el aire en el primer piso, balconeando al bar, una radio (la 89.1), estudios de fotografía como Santa Fotografía, además de otras galerías como Fiebre, de arte “muy” contemporáneo (“Fiebre por el arte y por crear. Porque es un estado de exaltación que pretendemos contagiar, al menos por un rato, a todo aquel que visite la galería”, señalan) y Moebius, dedicada a los comics e ilustración, el Museo La Ene, Pasto Galería y El Sendero del Espíritu Libre, que funciona como taller de producción y aprendizaje de artistas bajo la premisa de que ése por cierto es el camino más largo, pero el sendero correcto.
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