Sáb 02.03.2013
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Locuras y patrimonios en venta

En Montevideo y Arenales, frente a la plaza Vicente López, se alza lo que resta de la casa Bemberg, el bello hôtel de ville que vivirá en nuestra historia como el caso testigo de la protección del patrimonio. Basta de Demoler obtuvo un fallo tajante que le prohibía al Ejecutivo autorizar demoliciones si el Legislativo trataba una protección patrimonial. Como el tema era de rango constitucional, la cámara porteña sostuvo a la primera instancia y hasta amplió el asunto a todos los casos, en toda la ciudad, en todo momento. El sistema de curretes y favores tuvo que cambiar drásticamente.

El edificio había sido comprado por el estudio IQ –las siglas en inglés de cociente intelectual– para hacer una supertorrezota de vidrio azulado. Como la Legislatura votó la catalogación y la obligación de proteger la fachada, la firma proyectó un pastiche espectacular: la mansión francesa, canónica, con una torrezota azul creciéndole por encima. Pero parece que alguien cambió de idea y el nuevo proyecto es el que aparece en la foto enmarcada en dorado, un volante que se reparte con los diarios en Recoleta. Como se ve, el cuerpo original del edificio mantiene sus alturas originales, aunque con un entrepiso en el primer piso, y arriba hay cuatro niveles en retiro. No se entiende por qué el interior del edificio fue demolido completamente –no queda rastros de los interiores– pero no hay que quejarse porque este proyecto no es ni remotamente abrasivo como el anterior. Ahora, la mansión será un conjunto de departamentos de uno y dos ambientes con cochera y “amenities de lujo” destinados a alquileres temporarios. Pero se venden en pesos y ya quedan pocos.

Quien tenga euros y bastantes más que los necesarios para el proyecto en Recoleta, debería darse una vuelta por Barcelona, donde está pasando algo llamativo. Será la crisis, pero por primera vez en muchos años salieron al mercado varios departamentos en edificios señeros del Modernismo catalán, verdaderas joyas del arte. Uno es el que vende Pablo Paniker en la Casa Camil Mulleras, diseñada en 1905 por Enric Sagnier. Por 2,75 millones de euros se obtienen 400 metros cuadrados con todo original.

Todavía más notables son los 216 metros cuadrados que vende Manuel Gramunt por “apenas” 1,1 millones de euros en la curvilínea Casa Felip. Aunque su arquitecto, Telm Fernández, es menos famoso que un Domenech o un Gaudí, la Felip figura en cada libro mínimamente completo del estilo por las espectaculares barandas orgánicas que asoman a su patio central.

Ambas propiedades son vendidas por la agencia Lucas Fox, medio que especializada en el Eixample, que calcula que la crisis va a crear una verdadera oferta de estos edificios históricos. Por supuesto, una advertencia: todos están catalogados con gran minucia y son considerados tesoros culturales catalanes, con lo que no valen frivolidades de cambiar los baños o pintarlos de cualquier color, como hacemos en estas pampas.

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