Sábado, 9 de marzo de 2013 | Hoy
El macrismo tendrá que respetar los árboles de la Nueve de Julio por orden judicial, aunque inauguró los trenes chinos mientras se pudren los antiguos.
Por Sergio Kiernan
El macrismo en funciones festejó la reapertura del subte A y hasta subrayó que lo abrieron el 7 de marzo y no el 8, como habían prometido. No explicaron por qué cerraron un sistema de transporte público completo durante casi dos meses para adaptar unos trenes, cosa que les gritaron por todos lados que no era necesaria. Y agregaron que habían “remodelado” las estaciones, cosa que por suerte no es verdad: apenas pusieron algunos carteles y “arte público” aquí y allá.
De todos modos, a Sbase no le alcanzó el inverosímil plazo que se fijaron a sí mismos y los primeros días de uso de los vagones chinos mostraron trenes que se quedaban de golpe y pizarras que mostraban la estación equivocada. Ajustes menores, sin duda, pero eventos que invitan a preguntarse qué anduvieron haciendo durante 54 días...
Mientras, siguen pudriéndose en alguna parte los vagones belgas de madera, sin que la Ciudad tenga la menor idea de qué hacer con ellos. Mauricio Macri y sus ministros evidentemente nunca pensaron que eran objetos patrimoniales, preservables (¿qué hace Hernán Lombardi en las reuniones de gabinete? ¿Nunca se le ocurre avisar, como ministro de Cultura, que se van a armar estos problemas?) y por tanto no hay plan alguno. Los tiraron al aire libre, tapados con lonas de plástico. En Internet ya cansan las fotos de los vagones históricos rotos, cubiertos de graffiti y con piezas faltantes que luego aparecen en venta en De Remate y otros sitios. Casi da ganas de alentar estos robos, porque a 15.000 pesos por banco de madera doble se puede asumir que el que compre va a cuidar lo que pagó. La Ciudad, en cambio, no lo hace.
La destrucción de árboles en la Nueve de Julio fue tan clara y cruel, tan fotografiable y tan televisable, que era predecible que el amparo para frenarla fuera exitoso. Las explicaciones del gobierno porteño, en particular del poco convincente Guillermo Dietrich, encargado del bodrio, no calmaron a esta ciudad donde hay sorprendentes cantidades de jardineros. Es raro que un gobierno donde prácticamente todo el mundo tiene country o fue directamente criado en uno pensara que nadie iba a notar que estaban chuceando en lugar de podar, y trasplantando en pleno verano. Aunque sea por la experiencia de cuidar un cantero y plantar el árbol propio, muchísimos porteños saben estas cosas básicas.
El juez Guillermo Scheibler, del Contencioso Administrativo y Tributario 14, ordenó el miércoles que se haga lugar a la cautelar presentada por el diputado porteño Facundo Di Filippo (Partido Social de la Ciudad). El centro del tema es que no sólo tiene que abandonarse eso de arrasar con los árboles sino que tiene que readaptarse toda la obra para no reducir más espacios verdes, además de reponer los ya recortados. La cosa se pone brava en el punto dos del fallo, porque Scheibler le ORDENA en mayúsculas judiciales al gobierno porteño que certifique que todo el personal está entrenado, que hay un profesional en serio a cargo y que algún “organismo público especializado” supervisa. Este último elemento se refuerza con un “pueda dar cuenta ante el Tribunal”, con lo que no valen improvisados.
Le va a costar al macrismo encontrar este personal, porque hace años que abandonó la idea de cuidar realmente el arbolado. Desde hace un par de años ya se hicieron masivas las quejas ciudadanas por cómo talan los árboles de nuestras calles. Primero porque lo hacen en verano y no en otoño, segundo porque se hace de un modo que demuestra evidentemente que no contrataron a empresas que tengan alguna idea remota de cómo se poda. Cada porteño tiene su anécdota de gente con motosierras cortando las ramas desde el tronco, de modo de dejar una cicatriz gangrenable, en pleno enero o febrero. El juez Scheibler, entonces, resulta un Catón el Censor al agregar que quiere que todo se haga de acuerdo con “las reglas del arte, antes, durante y después de las tareas de trasplante”.
Como los expertos que invocaba el gobierno porteño no resultaron tales, ahora no sorprenderá que todo termine supervisado por algún órgano de otra jurisdicción. Resultará increíble que el juez Scheibler acepte que la Dirección de Arbolado haga de experta residente. El fallo es muy importante porque el macrismo cree haber encontrado “su” obra en esto de hacer metrobuses y quiere cribar la ciudad con ellos. Como no entienden que un sistema así funciona como forma física de un planeamiento del transporte, van simplemente a dejarnos un caos peor. Por ejemplo, quieren hacer uno en plena Libertador, con carril central y más voladitos verdes de toda fealdad. Nadie parece tener en cuenta que por Libertador circulan muy pocas líneas, que esas líneas son consideradas rápidas por sus clientes y que la avenida es la principal vía de ingreso desde el norte bonaerense. Reducirla con un metrobús es suicida.
Pero Macri quiere ser presidente, no jefe de Gobierno, y quiere la foto, la foto, la foto.
Como para ensañarse, ya están las mugrientas barreras de cemento bordeando buena parte de Libertador y de Alcorta también, parte de los preparativos del TC2000 de este año. Habrá que leer con cuidado los avisos de tránsito y ya sabrán automovilistas, colectiveros y pasajeros a quién maldecir cuando toda la zona norte colapse por el enorme corte de tránsito por una carrera que debería ir al Autódromo, que para eso tenemos uno. El ruido será inmenso y lo único que se podrá decir es que al menos no se van a rajar casas, como ocurrió cuando algún genio instaló el TC en la frágil Avenida de Mayo. Otro caso de uso del espacio público pavote y comercial.
El duelo nacional por Hugo Chávez pospuso para esta semana un acto de justicia demorado, el de honrar a la rebelde y talentosa escultora Lola Mora en el Congreso Nacional. Pocos saben ya que el palacio legislativo iba a ser también una suerte de galería de arte, con el Pensador de Rodin en su escalinata –ahora abandonado al vandalismo en la plaza de enfrente– y un grupo de figuras de Mora. Las piezas de la jujeña fueron instaladas para la inauguración, pero la mojigatería las terminó exiliando. La Paz, el Trabajo, la Libertad, el Progreso y un par leones, todos en buen mármol de Carrara, llegaron a ornar el palacio, pero en 1922 las sacaron en acuerdo de ambas cámaras por ser “mamarrachos que atacan la moral”.
Los jujeños las recibieron con alegría y orgullo de pago chico, y hoy pueden verse en su capital, ornando la casa de gobierno y otros puntos. Hace algunos años hubo un conato de pedirlas de vuelta, pero Jujuy se negó terminantemente a devolver un patrimonio que fue repudiado por la moralina. Con lo que esta semana se va a anunciar en el Salón Azul del Senado el plan para reinstalar en el frente del palacio legislativo el conjunto de Lola, pero en réplica. La idea fue explícitamente anunciada como una reivindicación de la autora, un homenaje a la mujer y un acto de justicia con un gran talento argentino.
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