El intendente de Goya, Ignacio Osella, aprovecha que la ley federal que crea un casco histórico en su ciudad sigue sin sanción en Diputados para ignorar desmanes patrimoniales. Osella, radical cercano al macrismo, es de los que creen que desfigurar, romper y degradar es progreso, porque de ahí surge algo “nuevo”. Es por eso que nada se hizo cuando comenzaran a darle martillazos a la casa Fernández, la más vieja “de altos” en Goya, para abrir unos localitos comerciales.

Como se puede ver en la foto, el edificio es una de esas piezas del período federal, criolla italianizante, de las que ya no queda ni una en Buenos Aires, donde “progresamos” una barbaridad. La fachada fue atacada en la manera habitual, con maza y una viga, para abrir un vano más ancho para la vidriera en esos muros autoportantes.

Para variar, el lugar tiene fuertes asociaciones históricas. Camila O’Gorman, la irlandesita fugada con un cura español que moriría fusilada por amor, se hizo amiga de los Fernández cuando se escondía en Goya, en 1848, posando de maestra. Los Fernández eran una familia musical y Camila tocaba el piano y, cuenta la tradición, hacía la siesta en el mirador de la casa, más abierto al vientito.

La obra de destrucción fue detenida por la ONG local Proyecto Goya, que la denunció y disparó un aluvión de protestas locales y nacionales. El escándalo fue bravo e injustificable, porque nadie se había molestado en pedir el permiso de obra. Hasta se dio la ironía de que dos concejalas se presentaron en el lugar a “inspeccionar”, aunque son las dos que están preparando un informe para convencer a los diputados de que en Goya no hay nada histórico para proteger. Osella tuvo que ordenar que pararan la obra.

Un concejal del Frente para la Victoria presentó ante el Concejo Deliberante local un proyecto para que se suspendiera toda obra de reforma o demolición hasta que Diputados se decidiera a sancionar el Casco Histórico.