No habría ciudades sin agua, y de hecho no las hay o las hay como bonsais inestables, encerradas en su sed e incapaces de crecer. Desde el oasis a la vera del río, el espacio urbano siempre dependió de la disponibilidad del agua. Lo que explica que tan temprano en la historia humana aparezca la especialidad de la ingeniería capaz de lograr el agua, de encauzarla y llevarla al artificio de la ciudad.

AySA acaba de publicar un libro sobre esta historia, concentrada en nuestro país y, por cuestión de tamaño, en nuestra ciudad. La ingeniería sanitaria en la Argentina es un homenaje a los pioneros, una valoración de un trabajo invisible y tal vez una convocatoria a la vocación. Como lo plantea el libro de la empresa de aguas, esta ingeniería construyó, literalmente, el país. No extraña que la heredera de Obras Sanitarias de la Nación tenga una de las colecciones de patrimonio más destacadas.

El recorrido es temporal, arrancando en la colonia y llegando a este siglo 21 década por década. Así se va del aljibe a las primeras bombas, y de la red central a la preocupación ecológica. El libro es también un catálogo de puentes, viaductos, estaciones, edificios e inversiones en infraestructura que te dejan nostálgico. Y de bellezas, como el edificio de la avenida Córdoba, de los más bellos jamás hechos, o la casita de bombas de Recoleta, tan elegante y amada que fue desarmada y transportada a la Costanera en Núñez para no perderla.