Sábado, 7 de septiembre de 2013 | Hoy
No es pintura pero está pintado, lo que abre un abanico de preguntas sobre cómo tratar nuestros edificios más valiosos. Mientras, en Diputados se nota el lobby macrista para intervenir en el Lezama.
Por Sergio Kiernan
La alarma corrió por las redes: ¡están pintando el Barolo! Y también la extrañeza, porque el célebre edificio tiene un consorcio muy responsable y un administrador, Roberto Campbell, que mostró plenamente su entendimiento de estas cosas y su amor por el monumento. Lo que terminó ocurriendo fue ambiguo, ya que el Barolo no fue pintado pero sí fue pintado...
Como se recordará, el edificio sufrió una crisis grave hace algunos años, que requirió trabajos de urgencia, sobre todo en su cúpula. Con asesoramiento de especialistas impecables, se trabajó en el faro y se descubrieron cosas de espanto. Por ejemplo, que en los años setenta “solucionaron” el tema con una mano de pintura blanca. O que la cúpula tenía una gruesa capa de asfalto, otra de plásticos formando una cáscara y encima pintura. Fue de nervios retirar estas porquerías y la tarea requirió hasta inventar una manera de emulsionar el asfalto, de modo de sacarlo sin que chorree. Terminadas las reparaciones, se pintó ese segmento del Barolo en un color lo más similar a su piedra París original. Como Tribunales, resultó que el edificio no era gris sino de un color mucho más cálido. En la foto de arriba, tomada el año pasado, se ve a uno de los pintores colgado de su silleta.
La capa que sembró la alarma es la de la otra foto y la de la tapa, que toma los paños laterales de la fachada sobre Hipólito Yrigoyen. La intervención ahí fue casi de urgencia por los desprendimientos en los balcones, que podían causar un accidente. Campbell, el administrador, explica que hacer la obra “convencional”, con andamios, costaba una cifra inalcanzable para el consorcio, y que el expediente de trabajar con silleta era tres veces más barato. Y niega que se usara pintura: la capa flamante es el Neo Piedra París, esa extraña emulsión que se comporta como pintura, tiene aspecto de pintura pero incluye una mezcla de material específica, hecha a medida para el edificio y teóricamente igual al cemento original. El problema es que a todas luces, el color sobre Yrigoyen es mucho más fuerte que el de la cúpula.
Este Neo Piedra París es un material que puede aceptarse en principio para edificios irrecuperables, como los que ya fueron pintados, porque al menos dura más que la pintura-pintura y no se ensucia ni tan rápido ni en chorros. Pero cada vez más se lo ve utilizado en edificios revestidos en símil piedra que nunca fueron pintados. Evidentemente, se abarata la obra y no hace falta ser tan experimentado para intervenir así.
El tema es que el Barolo es un edificio señero, célebre, y con la triple protección legal que le da su catalogación individual, su ubicación en el APH de la Avenida de Mayo y su condición de Monumento Histórico Nacional. Fue imposible, pese a reiteradas llamadas, conocer el status legal de esta obra tanto de la Ciudad como de la Comisión Nacional. Por supuesto que el Barolo no puede ser restaurado simplemente por voluntarismo de sus dueños o inquilinos, porque se está hablando de varios millones. Como no existe ningún programa, ni porteño ni nacional, que implique poner el hombro –y fondos– para restaurar este tipo de edificios, se termina en situaciones así y llenos de preguntas: ¿es lo mejor usar estos materiales?, ¿no hay manera de financiar trabajos ni en edificios tan famosos como el Barolo?
Este jueves hubo reunión en la Comisión de Legislación General de Diputados para tratar el proyecto de ley de protección del parque Lezama. El parque tiene un status legal no muy claro, ya que el decreto que lo declara Monumento Histórico Nacional habla de la quinta –el Museo Histórico Nacional– y de “su jardín”, sin medidas ni detalles. La diputada María del Carmen Bianchi presentó un proyecto detalladísimo que renueva el status del museo y el famoso jardín agregando explícitamente todo el parque. De hecho, el proyecto tiene un detallado catálogo de árboles, esculturas, muebles, senderos, luminarias, monumentos y edificios elaborado por Mónica Capano. La Comisión de Cultura de la Cámara baja ya lo aprobó y la Comisión Nacional de Monumentos, de Museos y de Lugares Históricos también, con el detalle de recomendar que la ley derogue y reemplace el decreto original.
Este jueves, sorpresa, se presentó en la reunión de la comisión un batallón de funcionarios porteños encabezados por una contadora que, inexplicablemente, es la flamante subsecretaria de Mantenimiento de Espacios Verdes. Los macristas venían a hacer el aguante porque insisten en su proyecto del 2008 de remodelar el parque y se pusieron pedantitos con antiguallas conceptuales como decir que los patrimonialistas tienen una visión “romántica” de las cosas. Capano les respondió felicitándolos por querer poner en valor el parque y subrayó, con ironía, que tal cosa no contradice la ley que se debatía, que toma en cuenta los nuevos conceptos –nada románticos– sobre el patrimonio y los tratados internacionales firmados por este país. La referente del Observatorio de Patrimonio y Políticas Urbanas se permitió avisar que nadie se queda muy tranquilo ni confiado con lo que hará el ministerio de Diego Santilli, visto cómo maltrataron otros parques.
Los diputados del PRO presentes patinaron bastante, afirmando que votar esa ley significa avasallar a los porteños y poner el Lezama bajo jurisdicción federal. Y les señalaron a los representantes de provincias que lo mismo podía pasarles a ellos. Bianchi les mostró la flagrante tontería del argumento recordándoles –o tal vez enseñándoles– que la propia Legislatura porteña es monumento histórico nacional y a nadie se le ocurre que esté intervenida por el gobierno federal. Otro diputado les subrayó que la ciudad es autónoma pero no independiente, con lo que todavía está bajo ley argentina aunque no les guste a los macristas.
La cosa quedó, al fin de la sesión, en la nada. Puede haber una reunión de asesores para lograr un consenso o puede ir al voto en el recinto. Lo que quedó clarísimo es que el PRO insiste en hacer el negocio de remodelar el parque Lezama.
La buena noticia de la semana fue, sin duda, el tajante fallo sobre el convento de Santa Catalina, acosado por el proyecto de una segunda torrezota particularmente grandota y grosera. Como se sabe, esta pieza colonial de singular valor sigue honrando a Buenos Aires tomando casi toda la cuadra de San Martín de Viamonte a Córdoba. En la esquina de la avenida se alza desde hace años una torre de gran tamaño y notable mediocridad, que rompió toda la escala de la zona. Y la otra mitad de la manzana fue por décadas un estacionamiento, cubierta de asfalto para lo que fue el huerto y talleres del convento, y sigue siendo un sitio arqueológico. Ahí se iba a alzar una megatorre que iba a resultar en un paredón urbano sobre Reconquista, una suerte de represa vidriada de altísimo impacto.
Este lunes, el décimo juzgado porteño en lo Contencioso Administrativo y Tributario le dio el amparo pedido a Basta de Demoler, Felicitas Luna y Lucas Terra, con adhesión del rector de Santa Catalina, Gustavo Antico. Lo notable del fallo es que declara nula la autorización de obra emitida en su momento por la Dirección General de Interpretación Urbanística. Esto es clave, trascendental, porque la manzana está hace mucho en una zona especial que abarca también a Harrods y las Galerías Pacífico, y desde el año pasado en la APH que termina de proteger el Centro viejo, desde Plaza de Mayo a Plaza San Martín. Pero el gobierno porteño había considerado, con razonamientos no muy claros, que el terreno tan apetitoso del estacionamiento no estaba incluido en estos límites. La Justicia acaba de descartar estos argumentos débiles y simplemente consideró ilegítimo el permiso.
Este sábado, a las 15.30, los vecinos de Palermo se reúnen frente a la casa de Evaristo Carriego a tomar mate en protesta porque sigue la demolición interna de la casa, pese al fallo judicial. El Ministerio de Cultura, que paga el acto de vandalismo, no se da por enterado del fallo judicial concediendo el amparo y la fiscal del caso no suelta los papeles, una manera “legal” de dejar hacer, porque el gobierno porteño no puede ser notificado formalmente. Es en Honduras 3784 e invitan el Consejo Consultivo de la comuna 14 y el Observatorio.
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