Sáb 14.09.2013
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El millonésimo círculo

Reunión es un proyecto de diez talentos que nace de un encuentro de diseñadoras e ilustradoras en torno del bordado. Productos que encierran lo mejor de dos mundos: el diseño y lo artesanal.

› Por Luján Cambariere

Guillermina Baiguera, Leonor Barreiro, Flor Delboy, Mercedes Hernáez, Marta Marginet, Laura Morales, Julieta Racket, Adriana Torres, Ale Ventura y Paula Vergottini son las creadoras de Reunión. Que es sobre todo un encuentro de mujeres en la acepción (si cabe) más antropológica de la palabra. Dice la médica y analista junguiana Jean Shinoda Bolen en su libro El millonésimo círculo, que cuando un círculo de mujeres se congrega alrededor de un centro adopta la forma de una rueda o mandala. Un fuego sagrado que actúa como fuente de energía, compasión, creatividad y sabiduría.

Todo esto se intuye que pasa entre ellas, pero lo primero que aclaran es que no saben ponerlo en palabras. Y que por otro lado, definitivamente (y esto no se intuye sino que se aclara), no les gustaría quedar asociadas a “los clichés sobre lo femenino, ya sea para el lado de las chicas que hacen artesanías –sus cositas– o para el costado más feminista-femenino de mujeres que se juntan y hacen cosas que ‘los hombres no entienden’, alimentando la imagen de mujeres-brujas”, declaran.

Este espacio, que al principio fue puro recreo, es ahora “sagrado, pura sinergia e intercambio, un encuentro que potencia trabajos propios (entre las integrantes suman reconocidas etiquetas de diseño como Miga de Pan, Mono, Nido y Emedemarta, entre otras) y cruces varios que se dan desde que se conocen”, detallan. Un mantra que alivia pesares, alegra la vida pública y privada y las ayuda a redoblar las apuestas profesionales.

Así les pasó a las diez que se juntaron de forma totalmente azarosa en torno de algo atípico para los tiempos que corren, el bordado como lo enseña en la galería Formosa la artista Guillermina Baiguera, la profe. Atípico como el sitio donde decidieron plantar bandera luego de cinco años compartidos, en Belgrano R, fuera del circuito tradicional palermitano. Un local soleado que las alberga principalmente a ellas, sus herramientas de oficio, los benditos hilos que las conectaron, las ferias colectivas que realizan y los productos que hoy lanzan con sus señas particulares. Mucho sutil bordado, sello, estampa que trepa a almohaditas con semillas relajantes, bellos cuadernos, kit de germinación de semillas de árboles, casitas de madera, bijou e indumentaria. Todo con lo mejor de dos mundos: la mirada del mundo del diseño y la mano, los tiempos, en definitiva, el alma del artesanato.

¿Se conocieron en Formosa?

Mercedes Hernáez: Fuimos el primer grupo de alumnas del taller de bordado de Guillermina. Un lugar muy interesante. Ahí nos conocimos todas hace cinco años. Para mí lo más interesante que tuvo eso, contracultural, es el tiempo dedicado a una tarea todas las semanas que hacía que, con las que más cotidianidad y confianza tuviera, fuera con las compañeras de taller. Por otro lado, esta cosa de ser un oficio, que te hace abrirte a esta cosa de red. Y otra cosa súper interesante que para mí ocurrió ahí es que todas somos profesionales –diseñadoras gráficas, ilustradoras– trabajando muchísimo, pero elegimos ese espacio como un lugar muy preciado. Particularmente estoy más enamorada de la idea del trabajo en común, la investigación, los oficios, lo contemporáneo, lo contracultural, la materialización de los proyectos.

Flor Delboy: Era como cambiar el tiempo. Venías de tu locura y eran dos horas de estar sentadas, no pasaba nada más que eso que sucedía ahí y nos conocíamos. Y surgió una relación entre nosotras muy interesante. Era un espacio para conocernos, charlar, cortar con el afuera.

¿Por qué eligieron el bordado?

M. H.: Yo había visto algo de Guille y me había conmovido lo que había visto y estaba muy pendiente de conocerla. Cuando me enteré lo del taller dije voy. Y después encontrarlas fue puro placer, porque somos mujeres que venimos con un bagaje de inquietudes, desafíos, formación, interesante. Y de repente aparece el bordado con ese tiempo que se detiene, esa cosa atávica del género, de lo femenino, de entrelazarse, que lo cargamos pero de una manera contemporánea. Lo volvimos a traer y a mí me dio una cosa de conexión con mi mundo. Yo venía de diez años de trabajar como una loca y esto es distinto.

Laura Morales: El bordado es la cosa más femenina, más de dentro de la casa. Cruzarse con eso no es fácil. De hecho cuando yo contaba que iba a un taller de bordado me imaginaban con abuelitas.

M. H.: Lo lindo es que es el lugar que todas defendíamos llueve o truene, pase lo que pase. Para mí fue un gran semillero de proyectos personales. Todo este grupo ayudó a que cada una inventara o afianzara o buscara y encontrara un proyecto personal y desde un lugar muy solidario. Siempre colaborando. De forma muy horizontal.

¿Qué suma el oficio del bordado a la diseñadora, ilustradora? ¿A la profesional contemporánea?

F. D.: Reunión de alguna forma habla de eso. Esa energía que daba vueltas e intercambio de cosas gracias al bordado generó estos nuevos productos que lanzamos ahora, que tienen mucho de lo que cada una hace, renovado y en muchos casos hibridado con los saberes de otras.

L. M.: Es la primera vez que se juntaron los proyectos individuales con los grupales. Por ejemplo, Flor ilustra para Papel Principal de Paula y Papel Principal participa con un móvil. Yo hice unos bordados para las chicas que hacen prendas. Se cruzó lo individual y lo grupal. Adriana creó Miga de Pan en el trascurso de estos años. Nido también nació en este tiempo.

M. H.: Lo que pasó es que primero la fuerza del grupo hizo que cada una afianzara su proyecto personal y los compartidos.

¿Cuál es la clave para que fluya la generosidad y apertura entre profesionales de la misma disciplina?

M. H.: Reunión lo que hace es celebrar la inspiración de tu par y amiga. A mí me pasa que todo lo que admiro de alguna lo termino quizás incorporando en una textura o gama cromática y lo vamos compartiendo. Yo siento que fui tomando cosas para mi trabajo de todas. Por eso lo que hacemos está hermanado de alguna forma. En vez de competir, se enlaza. Y por eso podemos presentarlo hoy.

L. M.: El primer proyecto que hicimos juntas fue el de una tela. Guille, la profesora, nos sugiere como trabajo final una tela para bordar ridícula, de dos metros por uno, para bordar entre todas, y nadie dijo que no. Y había días que bordábamos todas juntas en la vereda, otro que se la llevaba una y todo de alguna manera estaba hermanado. Son manos distintas, cabezas distintas, paletas de colores distintas. Y no tenía diferencias.

F. D.: Hay algo que nos pasa también todo el tiempo: es que compartimos información de todo tipo. Una ve una película, lee un libro, conoce a alguien. Todo se junta y hay una ensalada de mucha información que vamos aprovechando.

En el dar desde ese lugar siempre se recibe...

F. D.: Sí, somos mujeres, seres humanos y si alguna en algún momento se mueve de una manera que no cierra al toque se acomoda.

M. H.: También aprendimos a no ponerle palabras a nada, fluir y que esa energía se acomode. Más conectado a lo humano. A mí el grupo me saca de la frecuencia de “tener que”.

¿Y la técnica del bordado específicamente qué suma al mundo del proyecto?

L. M.: Para mí es aprender a mirar de otra manera. Detenerme en un montón de cosas. Creo que, por ejemplo, vos, Flor, dibujás distinto después de bordar. Es que le dedicás mucho tiempo a una pieza, pasás mucho tiempo con ella. Te pasan miles de cosas.

F. D.: Tenés que ir a buscar materiales, conocés personas. Una cadena de cosas que te van sucediendo, no es que te quedás encerrado. Por ejemplo, descubrimos mercerías que estaban a punto de cerrar. Cuando una fue a buscar un hilo que necesitaba todas fuimos corriendo y empezamos a hacer costureros. Nos encontramos con miles de hilos que no se fabrican más y fue una fiesta. El día que los acomodamos fue una locura.

M. H.: Y otra cosa que tiene el bordado es que, como el proceso es muy largo, el resultado es muy conmovedor por todo el tiempo que carga y a la vez antisistema en cuanto a los resultados. Bordás por el proceso, por el placer de entrar en esa especie de frecuencia vital y en ese hacer aparecen otras cosas. Otros oficios hermanados donde el bordado no es necesariamente el producto final. Creo que ahí radica lo más importante, el poder capitalizar muchas cuestiones básicas y positivas desde una mirada contemporánea y con el sistema que aporta la formación del diseño.

¿Y las revela?

F. D.: Sí, los bordados de cada una son bien distintos, aunque el punto sea el mismo. Yo, por ejemplo, además cuando empecé a bordar cambié mi forma de dibujar. Empecé a dibujar con textura. Al tener que estar haciendo puntada por puntada, traslado esa repetición al lápiz y al dibujo. Para cada una pasó algo. Por cada clase aprendíamos un punto y cada cual se apropiaba de una forma muy distinta.

M. H.: Para mí eso tiene que ver mucho con Guille, cómo nos iba llevando. Nadie borda igual a la otra, aunque los puntos sean los mismos.

¿Por qué el lugar propio?

L. M.: Varios motivos. Participábamos de otras ferias. Nos preguntaban dónde se podían conseguir nuestros productos. Hicimos la primera Reunión en la Navidad pasada.

M. H.: Regalar cosas que tengan una carga distinta. Sinceramente sentimos que nuestros productos son especiales. Entre todas organizamos todos de una manera muy natural. Todas vamos sumando.

Para que no se asusten, definitivamente son un círculo de mujeres contemporáneas...

A. T.: Es imposible eludir el costado rosa bebé del bordado. Los porcentajes de alumnas vs. alumnos en los talleres son contundentes. Y tampoco, para ser sinceras, nuestros bordados muestran un costado muy trash del asunto. Pero estoy de acuerdo con Mercedes en que el desafío más grande para nosotras no está en el proceso de la tarea en sí misma, sino en poder conquistar con nuestras actividades y nuestros modos el afuera. Sacar la mesa afuera, abrir un local con sello propio, casi de galería, buscar una forma personal de producción/venta. Tal vez es el resultado de las cosas que hacemos de un clima a simple vista muy femenino, pero me parece que lo interesante de lo que estamos haciendo está en el modo y no en la forma. Somos más señoras de borcegos que cargan cajas y van a talleres. Yo tenía un amigo que me definía como una Sarah Kay punk.

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