Sáb 28.09.2013
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El decreto del dinero

El gobierno porteño le transfirió 37 plazas, parques y bulevares a la Secretaría de Gestión Comunal. Un buen presupuesto para una entidad notoria por los precios de sus obras.

› Por Sergio Kiernan

Mauricio Macri está en campaña y pese a los raros resultados de las PASO –perdió ante Carrió en baluartes como Recoleta– evidentemente está preparando la presidencial. Esto no es un análisis político de su situación frente a Sergio Massa o su pérdida de rol de Mr Opositor frente a Lilita. Es simplemente la explicación de un decreto, el 371/13, que acaba de publicarse y muestra el arranque de la caja electoral. El jefe de Gobierno acaba de transferirle 37 parques y plazas a la entidad más cara jamás vista en cosas de obra pública, la Secretaría de Gestión Comunal y Atención Ciudadana.

Como se sabe, las comunas porteñas tienen poderes de gestión administrativa –concreta, material, con presupuestos– que el macrismo desconoció completamente, pese a que ganó sobradamente esa elección. El decreto recuerda esto, junto a los poderes y responsabilidades del Ministerio de Ambiente y Espacio Público que encabeza el increíble Diego Santilli. Según el texto oficial, dentro del ministerio existe la Dirección General de Espacios Verdes, que tiene la función de “remodelar y conservar los espacios verdes, plazas y monumentos”. Uno se permite dudar de que la ley de ministerios afirme que esa entidad tiene que “remodelar”: parece más una expresión de deseos de Macri.

Como sea, esa dirección que encabeza una contadora –Santilli expulsa expertos y nombra contadores– está perdiendo áreas de poder. La razón aparente es que “este Gobierno viene llevando a cabo un proceso gradual de transferencia de diversas competencias centralizadas a las Comunas”. El decreto avanza prometiendo que las comunas hasta van a recibir presupuestos, equipamiento y personal de la dirección, pero no ahora. De hecho, quien recibe todo ese dinero, equipos y personal en este exacto momento es la Secretaría de Gestión Comunal y Atención Ciudadana, “en una primera etapa”.

Gestión Comunal supuestamente era el nexo entre los vecinos y el gobierno porteño antes de que nacieran las comunas, proceso que demoró varios años. La entidad era un tanto sello de goma hasta que súbitamente se estrenó haciendo obras, siempre “por pedido de los vecinos”. Las obras mostraron un patrón constante en su pequeña escala –plazoletas, recortes urbanos, separadores de tránsito– y por sus inusitados costos, muy superiores a los que paga Santilli o sus colegas de gabinete. Así como la obra pública es más cara que la privada, la obra de Gestión Comunal es más cara que la de Medio Ambiente o Desarrollo Urbano.

Un ejemplo puede verse en el cruce ancho de las avenidas Garay y Entre Ríos, donde Gestión Comunal reembaldosó veredas, cambió farolas, puso arbolitos y tachos de basura metálicos. El porteño que pase por ahí puede sentirse orgulloso del lujo instalado, porque cada arbolito costó como un ombú machazo y cada tacho de basura cotizó en dólares. Hasta los planos fueron alterados para justificar los precios, con las cuadras acotadas de más en el largo y en el ancho. Para el año pasado, cuando la entidad remodeló sin piedad el triangulito de Río de Janeiro y Rivadavia, ya ni se molestaban en dibujar. La obra, uno en uno, era cara y punto, por no mencionar su mal gusto y el apilado de objetos en un espacio pequeño.

El último ejemplo lo destacó el diario La Nación, no precisamente opositor a Macri. Los vecinos de Núñez se indignaron con el reembaldosado del bulevar Lidoro Quinteros, que va de Libertador a Alcorta, justo enfrente al Monumental. La bronca era por lo inusitado del precio, un millón de pesos por cuadra, y porque algún genio del diseño decidió embaldosar en blanco y rojo, colores del club. Los vecinos supieron de inmediato que esa combinación era una invitación al vandalismo de las hinchadas visitantes o de cualquiera que quisiera dejar su marca en el lugar.

El secretario de Gestión Comunal, Eduardo Macchiavelli, se defendió diciendo que el bulevar “quedará lindísimo”, frase de alto tecnicismo. Los vecinos, en disidencia, negaron las otras características de la obra que difundió Macchiavelli, ya que no vieron ni los juegos ni las farolas que el funcionario dice haber comprado. Pero el tema se puso interesante por la discusión por el precio. Macchiavelli sólo atinó a decir que él tiene una planilla y que las baldosas cuestan lo mismo en cualquier barrio.

Seguramente tiene razón y él gasta lo mismo en cualquier obra, lo que no quiere decir que sus propios colegas de gabinete gasten eso. Una explicación es que Gestión Comunal depende directamente de la Jefatura de Gabinete porteña y sus titulares tienen el hábito de hacerse elegir en otros cargos, como la antecesora de Macchiavelli, legisladora bonaerense recordada por su campaña.

Ahora, esta entidad tan lucrativa recibe 37 nuevos ámbitos para sus juegos y proyectos. A plazas de barrio y bulevares se les suman parques con todas las letras como la Reserva Ecológica, el Lezama, el Centenario, el Avellaneda, el Chacabuco, el Los Andes y el mismísimo Parque Tres de Febrero. También hay ámbitos fundantes, como la Plaza del Congreso, la Once y la Fuerza Aérea en Retiro. Viendo la baratura del diseño, la pobreza del gusto público y el cuestionable rango de precios que mantiene la Secretaría de Gestión Comunal, el peligro urbano es evidente.

Pero hay campañas que financiar y la entidad ya demostró su eficiencia en eso de “escuchar a los vecinos” y hacer obras.

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