Proyecto Goya es la ONG que intenta cuidar el patrimonio edificado de su ciudad, la segunda de Corrientes y dueña de un envidiable conjunto de la época federal. Cargada de historia, Goya es de esos lugares que mantuvieron cuadras coherentes, escalas adecuadas y conjuntos contemporáneos, el tipo de paisaje urbano que uno paga para envidiarles a los europeos. Este tesoro mereció una distinción muy rara en la política argentina, que el Senado de la Nación votara –y por unanimidad– preservarlo como Casco Histórico. El proyecto fue prolijamente cajoneado en Diputados, pese al fuerte apoyo que recibía de varias puntas. Buena parte de la presión para que esto no suceda venía del intendente goyense, Ignacio Osella.
Pues sucede que Osella acaba de perder y por mucho las elecciones, en las que se presentaba “a la Putin”, con un truquito casi cómico. Como Osella ya había hecho y deshecho por dos períodos, no podía presentarse como intendente otra vez, igualito que el mandatario ruso. Entonces, así como Putin se presentó de primer ministro, Osella se puso segundo en la fórmula bajo una candidata de garantida obediencia. Los locales no se engañaron ni por un minuto y votaron o por Osella, o en su contra. El hombre perdió por quince puntos y el Frente para la Victoria tiene ahora la intendencia.
Los patrimonialistas festejaron, porque Osella había permitido veinte obras en el Casco Histórico y su zona de amortiguación, todas y cada una a costa de un edificio patrimonial. A la destrucción y “remodelación” tipo boquete en un muro para hacer una vidriera autorizada con papeles, se le sumaron varias sin ellos, total... la amistad de Osella por el sector es comparable a la de Mauricio Macri.
Además de alegrarse, los patrimonialistas hicieron un análisis –repetible y repetido en otros rincones como La Rioja o La Plata– sobre la influencia de la especulación inmobiliaria en el voto. Y si alguien considera exagerado pensar que las demoliciones fueron un factor, el mismo Osella aporta argumentos. “Nosotros nos enamoramos de nuestras obras y no enamoramos a la gente”, dijo el inminente ex intendente. “La gente se cansó de Osella”, agregó vencido.
Para agravarle la depre, la Justicia le está dando una despedida de la política de las que no gustan. Proyecto Goya, que está alcanzando los 3000 miembros, impugnó los permisos de obra concedidos “por vicio en el debido proceso”, caso que ahora que el padrino de los especuladores se va puede progresar de una vez. Al mismo tiempo, el juez Roberto Cesario acaba de fallar tajantemente contra la obra que estaba desfigurando el frente de la casa conocida como Altos de Fernández, que solía visitar Camila O’Gorman hacia 1848. El bello frente italianizante fue arrasado para abrir dos locales, al mejor estilo suburbano, en una obra tan guaranga que Osella la tuvo que suspender en plena campaña.
El juez fue directo al centro del problema, que Osella impedía que sesionara la Comisión de Patrimonio Municipal, compuesta por personas que el intendente no podía controlar. Cesario afirma que “es ESENCIAL (así, con mayúsculas completas) la participación ciudadana”, cosa no cumplida. El juez ordena la inmediata y total suspensión de la obra, lo mismo que ocurriera hace unas semanas con la residencia del Banco de Corrientes, demolida a medias de adentro hacia afuera.
Osella pagó el precio de no darse por enterado de que el patrimonio es parte de la agenda política de las ciudades argentinas. Vender que las demoliciones constantes y la construcción de edificios de nula calidad y estética es progreso ya es imposible. Hay muchos intendentes –y sus aliados políticos– que tienen que ir tomando nota.
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