Sáb 15.03.2014
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De sur a norte

Mecedorama, el proyecto de tres arquitectos españoles que pasaron al diseño por su contacto y aprendizaje con artesanos colombianos

› Por Luján Cambariere

Solemos observar y celebrar los flujos de influencia norte-sur. Pero qué pasa cuando es justamente la periferia la que da herramientas. Un planeta cada vez más vertiginoso y cambiante, donde los antiguos paradigmas caen estrepitosamente, pide a gritos otras referencias. Y comienzan a evidenciarse los cambios. Tal el caso del trío de arquitectos madrileños –Lys Villalba, María Mallo y Juanito Jones– que le deben a un viaje a la Guajira colombiana y a un artesano muy particular, su emprendimiento Mecedorama, que no sólo les ofrece un sustento, sino que ha sido el pasaporte para presentarse en sociedad en las ferias más importantes de diseño como el Salón Satélite de Milán. Hoy diseñan, sueldan y sueñan, pintan y zunchan a mano mecedoras, gracias a la técnica y generosidad de Rogelio, un artesano colombiano. Linda reflexión para los que estamos de este lado.

–¿Cuál es el origen de Mecedorama?

Juanito Jones: –En octubre de 2010, Lys y yo viajamos a Colombia como parte del proyecto Inteligencias Colectivas. Durante nuestra estancia en Medellín descubrimos los bolsos de zuncho y nos quedamos flipaos. A los 10 días, ya estando en Palomino, un pequeño pueblo en la Guajira colombiana, vemos dentro de una casa esta mecedora. Preguntamos quién había hecho esa maravilla y nos dicen que un señor que se llama Rogelio. Vamos a conocer a Rogelio y lo involucramos en el proyecto y él nos enseña a zunchar. Acabamos trenzando la cubierta para un carrito de cocina ambulante y las fachadas de la oficina de deportes. A la vuelta, Lys le dice a María por qué no me hacen una mecedora para mi cumpleaños. Los tres somos arquitectos de formación (María y Lys ya han acabado la carrera, yo estoy en eso), pero además María ha estudiado en la Escuela de Artes y Oficios que hay en La Palma y por eso sabe soldar. Una vez fabricamos el primer modelo, compañeros del estudio lo vieron y les gustó y nos encargaron más mecedoras y empezamos a probar y optimizar la ergonomía con nuevos diseños. Con estos modelos hicimos el primer showroom público en el estudio. A la vez realizamos dos talleres en El Matadero, cosa que nos dio muchísima visibilidad, y otro en IED Istituto Europeo di Design en Madrid, donde este cuatrimestre hemos sido docentes en 3º de Diseño de Producto. A partir de ahí, hace ya un año, salimos en el suplemento de El Mundo en el especial del Día de la Madre y nos llegaron un par de encargos. Hemos salido en varias revistas (Pasajes de Arquitectura y Crítica o la edición digital de revistas como la versión italiana de Domus o en Elle Italia). Y ahora en varios AD, Elle, Nuevo Estilo, incluso en la radio. También hemos asistido a varios eventos en Madrid en el pop up store que organizó Nudo o la exposición de Homeless Design en Fundesarte, y luego en Product Design Madrid y en Just Mad. En el extranjero hemos participado en la Operae, una feria increíble de diseños autoproducidos en Turín y este año pasado en Salone Satélite, ¡la parte de jóvenes diseñadores del Salón Internacional del Mueble de Milan! Una buenísima experiencia. Incluso recibimos un premio, una de las tres menciones especiales, y salimos en el periódico principal italiano.

–¿Cómo es el proceso?

J. J.: –Fabricamos todas las mecedoras a medida del usuario. Tenemos unos modelos que han ido surgiendo a raíz de las necesidades de cada uno de los clientes, más alta, más baja, más ancha, a partir de la primera que hicimos. De vez en cuando se fabrican nuevos prototipos porque el cliente quiere uno nuevo. El color del lacado se puede personalizar y tenemos una variedad amplia pero limitada de zunchos de colores con los que trenzarlas. Ahora estamos trabajando con cintas de nylon, que habitualmente se usan para mochilas y persianas, y estamos muy contentos con este nuevo material. La verdad es que eso hace que el proceso sea bastante laborioso ya que en muchas ocasiones hay que rediseñar el modelo, dependiendo de éste se tarda más o menos en soldar, el lacado al horno nos lo hace una empresa externa y el zunchado... ¡pues cuanto más grande más tiempo! Por eso no tenemos stock, porque se fabrican a medida del pedido.

–¿Pueden contarme más del proyecto Inteligencias Colectivas?

Lys Villalba: –Inteligencias se de-sarrolla desde Zoohaus, una plataforma abierta de trabajo en red de la que formamos parte Juanito y yo. Llevamos unos 4 años con el proyecto y tiene la particularidad de que nunca trabajamos solos. Siempre colaboramos con agentes locales. Hasta la fecha hemos trabajado en más de diez países. La plataforma sostiene básicamente que “cada lugar del mundo posee su propio abanico de técnicas constructivas”. La coexistencia de diversos calados de industrialización y desarrollo económico permiten que las viejas técnicas artesanales que subsisten se mezclen con productos semiindustriales y mantengan su vigencia en entornos poco estandarizados. De este modo, las soluciones constructivas sin planificación arquitectónica trascienden, generando una gran variedad de procedimientos sobre los que existe una sabiduría popular heredada, pero corregida y combinada con un alto grado de improvisación en términos de materiales y técnicas de nuevo cuño. Inteligenciascolectivas.org se inspira en este fenómeno para crear un lugar de encuentro, una base de datos libre y un registro de detalles constructivos colectivos a partir de ejemplos reales de construcciones no estandarizadas e inteligentes. De esta manera se intenta promocionar este tipo de conocimiento tecnológico, dándole la difusión que se merece y construyendo una red de personas y colectivos en torno de él.

Inteligencias Colectivas es también la excusa para evolucionar este conocimiento a través de prototipos materiales gestionados mediante sistemas horizontales de aprendizaje. Un proyecto de investigación en red, una base de datos abierta y participada. Desde la plataforma se fomenta la creación de proyectos específicos “IC”. Proyectos que en cualquier lugar del mundo quieren reflexionar y actuar priorizando el estudio de la tecnología informal y de los desarrollos constructivos no estandarizados.

–¿Cómo ve un europeo a Latinoamérica? ¿Y sobre todo cómo lo ve un profesional del proyecto?

L. V.: –Nos parece interesantísimo de Latinoamérica el hecho de que no todo se compra hecho, sino que hay gran variedad de productos semifacturados que la gente toma de base para fabricar sus propios objetos, de acuerdo con necesidades personales, gustos, tecnologías que conoce, materiales que tiene a mano y por supuesto imaginación. La riqueza de una industrialización en diferentes estados permite que puedas comprar un objeto cerrado o que puedas encontrar en la tienda de la esquina la materia prima para fabricártelo tú mismo. Nos interesa también la gran riqueza cultural, las increíbles técnicas y artesanías, cómo se han ido mezclando con nuevos materiales. Y todo eso descubriéndolo allí con un idioma común hace que la proximidad o el vínculo sea mayor.

–¿Por qué decidieron rescatar ese saber?

J. J.: –En Inteligencias Colectivas aprendemos de las inteligencias o técnicas locales para evolucionarlas y transformarlas en nuevos prototipos que respondan a necesidades locales precisas y contemporáneas. Y Rogelio fue parte del equipo de trabajo y, dado el clima local, pensamos que sería interesante utilizar la técnica del zunchado para fabricar los cerramientos de la oficina de deportes y de un carrito de cocina móvil.

Ahora, desde Mecedorama, trabajamos con dos materiales: el mismo zuncho colombiano o español (aquí es más difícil conseguirlo por lo que comentábamos antes: sólo se vende en cantidades industriales porque la gente no lo utiliza para fabricar sus propios muebles u objetos). También utilizamos para el trenzado materiales locales, como cintas de nylon que se usan habitualmente para cortinas y mochilas.

–¿Los diseños de las mecedoras son propios?

J. J.: –Los diseños son todos nuestros, por eso son tan diferentes a las mecedoras populares colombianas.

-¿Cómo es el trato con Rogelio estando tan distantes?

L. V.: –Nosotros no hemos vuelto a Palomino, pero sí fueron unos amigos, justo cuando Mecedorama estaba comenzando y les dimos unas fotografías para que se las llevaran a Rogelio. El es una persona muy inteligente, llena de inventos, y es medio ciego y medio sordomudo, con lo que no sabemos exactamente cuánta información le llegó a través de las fotos que le dieron nuestros amigos. A largo plazo, cuando Mecedorama sea rentable, nos gustaría pensar en cómo devolverle de alguna forma todo el conocimiento que nos ha dado, cómo hacer una escuela de zunchadores y que no se pierda la técnica. El es el único del pueblo que sabe zunchar...

–¿Este proyecto es parte de otros o se dedican ciento por ciento a él?

L. V.: –No, nos dedicamos a muchas otras cosas más. Somos gente inquieta y digamos que no sabemos hacer una única cosa solamente. María es arquitecta y estudió también escultura y ahora está haciendo la tesis doctoral. Juanito está terminando la carrera de arquitectura, ahora vive en Berlín y forma parte también del proyecto Inteligencias Colectivas. Yo soy arquitecta y también desarrollo el proyecto Inteligencias Colectivas, hacemos concursos y proyectos de arquitectura desde Leon11 (leon11.com) y junto con una amiga diseñadora colombiana, desarrollo el proyecto Ciudades de Bolsillo www.pocket cities.com. Además, somos profesores del IED Madrid, en la carrera de Diseño de Producto, Diseño de Interiores y Total Design.

www.mecedorama.com

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