Sábado, 22 de noviembre de 2014 | Hoy
Una obra para la foto de campaña destruye árboles, tapa el verde y se carga dos monumentos en una plaza que diseñó Thays.
Por Marcelo Magadán y Sergio Kiernan
Entre muchos otros problemas intelectuales que aquejan al macrismo en funciones, se destaca por pintoresca la curiosa afasia que lo aqueja a la hora de hablar de plazas. Hace unos años, insistieron en construir la estación del subte H en la plaza Intendente Alvear pese a que la ley decía que iba en plaza Francia. Luego, le pusieron a la parada de colectivos de plaza Francia el cartel de plaza Intendente Alvear. Y este mes, el gobierno porteño anunció por sus medios amigos la obra de un Centro de Transbordo Constitución en la plaza Juan de Garay. Sólo que la plaza Garay viene a quedar cuatro cuadras avenida arriba del lugar donde va ese Centro. El nuevo anuncio electoral del macrismo va a destruir la plaza Constitución y no la Garay.
Maltratada y todo, la Constitución nació en tiempos coloniales y muy a la colonial, como un simple espacio abierto donde no se construía, un fangal abierto que servía para juntar ganado, estacionar carretas y, por qué no, faenar. Eventualmente llegó el ferrocarril y el gran Carlos Thays, que construyó un espacio verde encantador, con laguna, arboledas y hasta algún manchón de cortaderas, y que supo tener ese artefacto victoriano hoy incomprensible, las “ruinas” de un pintoresco castillo. El nuevo piné del lugar, con plaza y terminal ferroviaria, todavía puede entreverse en la calidad de los edificios sobrevivientes de esa época. Constitución había dejado atrás su pasado de barro y bosta.
Como muestra la foto aérea tomada en el relevamiento de 1940, la sociedad de masas transformó a la plaza en un lugar más utilitario, menos paseo y más plaza urbana. Ya estaba dividida en dos por la venida Garay, que deja una plaza grande y otra más chica, y ya estaba el espigón seco entre la plaza chica y la estación, dedicado a los colectivos. Pero también pueden verse canteros, los árboles bien plantados de una plaza hecha con las reglas del arte. La plaza se ganó dos monumentos importantes, uno a Castelli en la vereda sur y otro, enorme, a Alberdi, en la plaza más chica. Ambos monumentos van a desaparecer, junto con casi todos los árboles, en el horrendo proyecto que se está construyendo.
Para empezar, la plaza se va a transformar en seca, sin pasto excepto por un par de pequeños canteros redondos que sobreviven porque no molestan a la obra soñada. El resto va a ser pavimentado para crear un regio reflector de calor, idea curiosa viniendo de un gobierno que no para de hablar de crear más espacios verdes y de llegar al millón de árboles en la ciudad. El monumento a Alberdi va a desaparecer por completo y, como puede verse en la foto, ya está completamente desarmado y estropeado, usado como obrador. Del monumento a Castelli, más pequeño, ya no queda nada, como nada queda de los árboles existentes en el lugar donde va el Centro de Transferencia.
Según la página oficial de la Ciudad, esta barbarie de destruir espacios verdes, remover monumentos históricos y talar árboles es “la segunda etapa del plan de Puesta en Valor de la Plaza Constitución iniciado en 2012”. Este concepto es notable, porque toda la obra está pensada como en un terreno baldío en el que no había nada, y no como en uno de los espacios públicos más viejos de Buenos Aires.
También hay algo de saña fundacional, muy de ciertos arquitectos, en el acto de cargarse el monumento de Alberdi. El edificio está situado a varios metros del galpón de vidrio que cubre el Centro de Transferencia, con lo que no era necesario demolerlo para construir. Pero evidentemente molesta la “inserción” del galpón, que busca tomar el centro mismo de la plaza, protagonizarla y dominarla sin competencia. Viendo los renders de la obra se puede ver que ni siquiera bloquea la circulación peatonal entre el galpón, los colectivos sobre la avenida Brasil y la estación en sí.
Con lo que viene otra curiosidad, la de un gobierno porteño que se quedó afónico protestando por la remoción del monumento a Colón y ahora se carga dos monumentos sin dar explicaciones. El de Alberdi incluye una estatua de bronce de cinco metros de altura, revestimientos de piedra buena y dos relieves escultóricos representando la paz y el saber. Respecto de Castelli, también se ignora la situación de la escultura, pero el basamento de piedra fue relocalizado hacia el norte, cerca de la esquina de Lima y Constitución. Es posible esperar que, si el pobre Castelli alguna vez sale de ese limbo que el macrismo llama “restauración”, se lo pueda volver a ver.
Y una ironía final: el cartel de obra pide disculpas por las obras y promete que “vas a disfrutar de un espacio verde renovado”. De ninguna manera esto es cierto, porque un espacio abierto no es un espacio verde, pasando la diferencia por la tala de árboles y la pavimentación de prácticamente todo el paso de la plaza. Miles de metros de verde real perdidos para una inauguración de campaña.
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