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Los patrimonialistas tienen un mal sueño recurrente, de los que te dejan inquieto de mañana: que un día se va a anunciar la demolición de la última casa chorizo de Buenos Aires. No falta mucho, porque caen todo el tiempo ante la perfecta indiferencia de los políticos porteños y con el aliento del macrismo en funciones, que sólo ve terrenos. En ese día no tan lejano, hablar de este tipo de vivienda que antes fue tan común será como hablar de los fortines, algo arqueológico que se podrá ver en alguna localidad del interior mejor conservada que en esta urbe descuidada.

Con lo que se entiende doblemente la protesta airada y dolida de los vecinos de Floresta, que descubrieron la demolición alevosa e ilegal de la casa de la foto, en la calle Morón 3538. El edificio, básicamente entero hasta este verano, fue la casa de una quinta dedicada a cultivar papas en tiempos en que el barrio no sólo era campo sino que era un suburbio de la ciudad, autónoma todavía, de Flores. Este tipo de edificios debería ser particularmente protegido y querido por los porteños, porque es literalmente de lo más viejo que tenemos, nuestra semilla, pero algún especulador ya la agarró y la está destruyendo.

Morón 3538 está incluida en el Area de Protección Histórica de Floresta y está catalogada en grado estructural. Pero ya no tiene techos y sus habitaciones del fondo son una pila de escombros. Por supuesto, no hay ni puede haber cartel de obra ni indicación de qué se hará con el terreno. Una posibilidad es que alguien confíe tanto en la indiferencia del macrismo hacia estas cosas que todavía cuente con crear el hecho consumado y eventualmente conseguir el permiso de obra para hacerse un edificio. Otra es que se trate de otro caso de la peste que asola el barrio, el del local hecho de apuro y malamente para abrir un segunda selección o algo así. Como ya se comprobó una y otra vez, nadie clausura estas cosas.

Los vecinos ya presentaron la denuncia ante la fiscalía porteña.