› Por Jorge Tartarini
Promediando la década de 1930 las estaciones ferroviarias aún no habían perdido su atractivo. Pero existían indicios de que algo estaba cambiando en su excluyente significación. Ahora el tren debía hacer frente a un competidor implacable: el automóvil. Era, sin saberlo, la antesala de la postergación en que cayeron los rieles décadas más tarde, frente a su avance arrollador. Y otros factores sobre los que nos hemos ocupado en diversas oportunidades desde estas páginas.
Ya desde fines de los años ’20 el mercado automotor argentino era el más importante de Latinoamérica y la expansión de las firmas importadoras tenía en Buenos Aires una plaza por demás apetecible para colocar vehículos de marcas europeas y norteamericanas. No era casual que Ford Motors hubiera elegido esa urbe para abrir su primera sucursal de América latina y que las firmas petroleras extranjeras vieran en el país alentadoras perspectivas de de-
sarrollo de explotación del crudo, principalmente en el norte y sur de su territorio. Un freno a sus expectativas de expansión ilimitada fue la pujante YPF, creada en 1922, y su excepcional conductor, el general Enrique Mosconi, artífice de un plan integral que abarcaba todas las etapas del crudo, desde su obtención, industrialización y comercialización.
Costó mucho quebrar la desconfianza de los automovilistas locales, acostumbrados a los combustibles y aceites extranjeros, pero la apuesta de Mosconi tuvo éxito en todas sus fases, y particularmente en la creación de una red de comercialización en todo el país. Hacia 1928 YPF comercializaba sus productos a través de 912 agencias y 1252 surtidores, de los cuales 126 se encontraban en la Capital Federal. Pero era sólo el comienzo. No se trataba de estaciones de servicio tal como las conocemos hoy, en su mayoría eran surtidores en las veredas, frente a garajes, talleres o almacenes de ramos generales en el campo. Las estaciones de servicio llegarán años más tarde, hacia 1933/34, cuando el Departamento Técnico de YPF, en su sede central de Paseo Colón 922, despliegue una intensa actividad proyectual que comprendía el diseño de estaciones de servicio, agencias, garajes, oficinas de venta y demás edificaciones destinadas no sólo a la distribución y venta, sino a las distintas fases del proceso industrial. Y también a las necesidades de su propia gente, en materia de salud, educación, esparcimiento, etc.
Ya principiando los ’30, YPF había iniciado una temprana vinculación con el ACA. Un acercamiento que le permitió ingresar al mundo del automovilismo, entonces sofisticado y exclusivo. Como se ve en las publicaciones de esta institución, con coloridas tapas en las que convivían tres elementos infaltables: las rutas y paisajes del país, la mujer conduciendo y los surtidores de YPF. Ahora el auto podía llegar a destinos antes reservados casi exclusivamente al tren, en la medida en que se acrecentaba la construcción de carreteras y los puntos de abastecimiento y servicio del automotor.
Pero esta poderosa alianza recién se formalizó en diciembre de 1936, cuando YPF y ACA firmaron un acuerdo de trascendental importancia para ambas instituciones. Tal convenio comprometía un plan de acción para levantar estaciones de servicio en todo el país. Si bien el ACA ya comercializaba productos de la empresa, fue a través del plan de estaciones de servicio que la venta exclusiva de los mismos va a adquirir proporciones relevantes. De esta manera, YPF pudo expandirse y brindar un servicio superior basado en la capacidad organizativa del ACA, y a esta institución pudo contar con recursos para levantar edificaciones de una envergadura impensable poco tiempo atrás.
Poseer esta red de bocas de expendio fue determinante en la estrategia de YPF para ganar el mercado local, quebrar la primacía de la Standard Oil Company y el grupo Shell, y vencer la resistencia de parte del público de utilizar sus productos. El incremento en las ventas logrado en sólo cuatro años fue asombroso y fue necesario ampliar la duración del acuerdo así como sus obras a casi todas las rutas y ciudades del país.
Por su parte YPF continuó con su propio plan de estaciones, incorporando nuevos elementos de señalización y estilos arquitectónicos a su ecléctica producción, que oscilaba entre expresar una imagen moderna o revelar una identidad asociada a lo vernáculo a través de diversos pintoresquismos. Junto con sus edificios en estilo neocolonial también encontramos otros Art-déco y de un depurado racionalismo. Realizados, a menudo, por un mismo profesional. Como sucede con el arquitecto de la María Prins, autor de estaciones de servicio para ciudades de campaña que combinan pintoresquismo y tendencias modernas y, a la vez, responsable de importantes obras en estilo racionalista, como los Laboratorios de YPF en Florencio Varela.
Hacia 1940, la celeridad con que se realizaban las obras del citado Plan había permitido la inauguración de cuatro grandes estaciones de servicio en las ciudades de La Plata, Rosario, Mar del Plata y Córdoba, así como variedad de estaciones camineras sobre las principales rutas. Contribuía al lucimiento de esas estaciones la labor profesional de alto vuelo realizada por el arquitecto e ingeniero Antonio Vilar y su estudio profesional.
Desde años recientes, la Comisión Nacional de Monumentos y de Bienes y Lugares Históricos, consciente del valor excepcional que guarda el patrimonio construido por YPF en todo el país, viene estudiando sus distintas expresiones a fin de implementar su protección legal a través de diversos tipos de declaratorias. Por este camino han sido declaradas la sede de YPF en Diagonal Norte, el Chalet Huergo en Comodoro Rivadavia, y, vinculada a su acción, la sede del ACA en avenida Libertador. A la vez, se encuentra en estudio la rica variedad de construcciones pertenecientes a los enclaves productivos y poblacionales de YPF en la Patagonia argentina.
Dentro de un conjunto de patrimonio industrial de vastas proporciones, guardan especial significación para el imaginario colectivo las estaciones de servicio YPF/ACA. Tanto las de las ciudades antes mencionadas como otras que hoy están siendo identificadas y seleccionadas por sus valores arquitectónicos, históricos y testimoniales. Se trata de eslabones esenciales en la evolución de las redes viales del territorio nacional y, desde luego, de la memoria de las comunidades que las vieron nacer en cada paraje, pueblo y ciudad.
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