En Villa Devoto, un truco legal para poder demoler el patrimonio sin siquiera quebrar la ley.
› Por Sergio Kiernan
Una lectora irónica hizo una recomendación muy acertada después de leer la serie de notas sobre demoliciones truchas, ventas con terrenos “ocupados” por piezas patrimoniales y recomendaciones para lograr una excepción. La lectora propone que esta serie informal –mera casualidad de otros lectores avisando de casos o de recorridas urbanas donde se ven carteles misteriosos– se transforme en una sección permanente. No se pueden hacer promesas semejantes, pero sí que el tema va a continuar hasta que alguien se dé por enterado y corte el curro.
De hecho, mirar estas cartelerías en lugares fuera del centro o de los barrios con mayor presión inmobiliaria permite descubrir cosas bastante inquietantes. Como se contó la semana pasada, en el caso de una casa en la avenida San Martín esquina Miguel Angel, la “administración” que vendía la propiedad contaba con toda tranquilidad y profesionalismo que lograr una excepción para un edificio en el catálogo preventivo no era complicado. De la mismísima boca del caballo, de alguien que conoce muy bien con quién trata y con toda lógica: el catálogo preventivo es un acto administrativo, con lo que ¿por qué no sacar algo por acto administrativo?
Pero el aviso de una demolición en lo más bonito de Villa Devoto permitió encontrar otro recurso todavía más vasto: una zona liberada donde el patrimonio no está ni siquiera en el débil catálogo preventivo. Es una sorpresa realmente alarmante, porque el barrio cuenta con verdaderos tesoros, como por ejemplo las que deben ser las dos bibliotecas públicas más encantadoras de nuestra ciudad, una severamente griega frente a la plaza y otra a unas cuadras, disfrazada de castillito de cuentos.
Devoto fue una apuesta del desarrollador-especulador inmobiliario que le dejó en nombre al barrio, de la mano de los ferrocarriles y los tranvías, que era como se hacían las cosas en esa época. El loteo nació por la expansión del San Martín hacia el oeste y los ingleses no deben haber apostado mucho por la idea, por la lejanía de la ciudad-ciudad y la cercanía a los andurriales bonaerenses de hace un siglo largo. Esta fe o falta de fe se puede medir con toda sencillez en el tamaño de la estación que construyeron: la de Devoto es de las pequeñas, la de Villa del Parque es la más grande de la línea.
Pero Devoto terminó echando buenas raíces porque creó una zona de fuste, con una plaza de las grandes, bulevares arbolados, varias avenidas, la donación de lotes para hospitales, escuelas y la plazoleta frente a la estación, y, toque importantísimo, lotes bastante grandes. Esto era una invitación a clientes de clase media que buscaban una vida más suburbana que otra cosa, pero comunicados con el centro y con los servicios necesarios. Devoto se transformó en un barrio de clase media baja y media, con un núcleo de más alto nivel. Como correspondía a esa época de buena mano en la que todavía se pensaba en un canon de belleza, lo que construyeron resultó patrimonial.
Con lo que se llega a la calle La Habana con los ojos ya llenos de buenas quintas, casas con jardín delantero y trasero, buenos árboles y estilos elegantes pero discretos. Cada tanto hay algún palacete delicioso, en general un edificio público, y faltan muchas piezas reemplazadas por horrendos chalets de ladrillo berreta, garaje semisumergido, pizarra casi artificial y ventanucos en lugar de ventanas. Pero sigue habiendo sol y luz, por las alturas escasas.
La Habana al 4200 es una cuadra así, con estas mezclas de lo elegante de antaño y lo guarango de hoy, pero en el 4285 ya falta una pieza, la casa de ladrillo sin techos de la foto. De un vistazo se puede ver que estaba en buen estado, con sus ladrillos limpios y enteros, y hasta el empapelado de las habitaciones claro, pese a la intemperie. Ni el jardín es todavía un yuyal... La sorpresa viena al bajarle la ficha a la casa. En el mapa interactivo de la ciudad se conoce que uno habla de la parcela 13 de la manzana 30 de la sección 83, 450 metros cuadrados en la comuna 11. También se averigua que la zonificación es apenas RIbI, bajita ella, y que es una manzana atípica porque una cercana diagonal la deja de cinco lados.
La sorpresa está en la Base de Areas de Protección Histórica del mismo gobierno porteño: La Habana 4285 no figura. Incrédulo, el curioso busca otras direcciones, pero no las encontrará porque toda la calle La Habana, con sus regios caserones, no figura en la Base, ni siquiera para decir que nada tiene protección.
Esto es muy preocupante, porque puede servir como excusa legal en el trámite para decir que la propiedad no es anterior a 1941, como lo son tantas de esa calle, y por lo tanto nada obsta para poder destruirla por ventanilla. El trámite ya está hecho, evidentemente, porque las ruinas exhiben un correcto cartel del “demoledor” autorizado y hasta la chapita de plástico para poner los stickers de las inspecciones de trabajo. Todo legal, todo fácil para el especulador.
Una manera conceptualmente simple de parar esto es, por un lado, catalogar a libro cerrado todo el catálogo preventivo, dándole fuerza de ley, y por el otro obligar por ley al gobierno porteño a no dejar que destruyan nada que no tenga una ficha de APH. ¿Habrá manera de lograr esto?
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