Sábado, 26 de septiembre de 2015 | Hoy
La alemana Gestalten acaba de lanzar Kitchen Kulture, un nuevo libro que da cuenta de una de las relaciones más pasionales en el mundo del proyecto, el de la gastronomía y el diseño.
Por Luján Cambariere
Gastronomía y diseño forman una de las duplas que más y mejor se lleva en el mundo del proyecto. Muestras, alianzas, lanzamientos, las tienen trabajando en conjunto con todos los lugares comunes de los que se puede abrevar. Sobre todo, porque además hoy la cocina es “el” lugar de la casa donde todo pasa y las disciplinas, juntas y por separado, están en auge. Grandes o pequeñas, cerradas o abiertas, rústicas o high tech, ultra equipadas o minimalistas, se transformaron en el centro de la acción y punto de encuentro.
Con lo que resulta lógico que la joven editorial alemana Gestalten no se hiciera esperar y sacara un megatomo alusivo, Kitchen Kulture, editado por Michelle Galindo, Sven Ehmann y Robert Klanten que recopila a través de las más bellas imágenes el abanico más grande y variopinto de propuestas para la cocina contemporánea. Desde las rack, pack o armario multifuncionales a salones interminables. Y desde dispositivos ultra modernos y futuristas a piezas artesanales. Herramientas de cocina y electrodomésticos que demuestran que siempre queda lugar para la innovación. La mayor parte de las fotografías son de cocinas en viviendas particulares, hechas a medida para adaptarse a las personalidades de sus habitantes.
De eso se ocupa la investigadora Noelia Hobeika en la introducción, donde hace un análisis pormenorizado de la evolución de la cocina desde el momento en que tenía estatus de área de servicio a la actualidad donde paso a ser el centro de la escena. “La mejor ventilación y saneamiento, disponibles después de la Primer Guerra Mundial, dieron el puntapié para que comenzara a pasar del backstage a un espacio más social.
En las décadas que siguieron, de a poco se fueron agrandando. En los años 1930 y 1940 de forma tímida en cuento al espacio, pero no en cuento a los materiales como baldosas, revestimientos, y aparatos de tecnología avanzada. El juego de cuadros en damero blanco y negro se hizo popular durante este tiempo. Por los años 1950 y 1960, las cocinas ya comenzaron a ser declaraciones de estilo sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, con una oferta impresionante de opciones.
La tendencia experimental fue la vedette de la década del ‘70, con las primeras preocupaciones ambientales que se evidencian en la elección de materiales y dispositivos de cocina sostenibles, como la solar, que se inventa en esa época. A esos años corresponden las creaciones de herramientas de cocina específicamente para el uso de las personas mayores y con capacidades especiales”, arranca.
Mientras que ya desde los ‘80 en adelante, la cocina se expande al infinito, abriéndose al living, jardines, terrazas y hasta a los dormitorios. “Los diseños de planta abierta que integraron la cocina con otros espacios de vida se hicieron más comunes, como resultado de la cultura de loft que se había desarrollado en la década anterior.
Las cocinas son ahora a menudo las mayores habitaciones de la casa. Más allá de ser el escenario de preparación de alimentos, dado su tamaño extendida y dispositivos adicionales, tales como televisores, equipos de sonido, y WiFi, se ha convertido en un sitio agradable para el ocio, alojamiento y el trabajo”, detalla.
Hoy es claro como el mayor tiempo de las personas se pasa en este ambiente y todo el mundo se imagina a sí mismo como un experto gourmet. ¿Lo último?
La cocina al aire libre. “Hoy los diseñadores están diseñando equipos de cocina que se adapta para el aire libre (muy presente el fenómeno food truck). Y hasta sistemas de picnic portátiles o unidades de panificación móviles. La sostenibilidad sigue siendo motivo de preocupación significativa en estos diseños y, en términos más amplios, la cocina se ha convertido en un laboratorio de nuevos materiales y fuentes de energía con el objetivo de mejorar hábitos alimentarios y los vínculos entre familiares y amigos”, remata.
De diseño, la mayoría provenientes de los países nórdicos (sobre todo Dinamarca y Suecia) y también de Holanda y de Alemania como la B21b del renombrado diseñador alemán Kurt Friedrich, director del estudio Dialog-plan. Un mueble de cocina de alta calidad que no precisa de grandes instalaciones para su puesta en marcha y que se acopla perfectamente a espacios de dimensiones reducidas como oficinas. Lo mejor de todo es que lo puede montar uno mismo con sus propias manos y personalizarlo según cada necesidad. “La idea de mi minicocina surge durante el traslado de la agencia a sus nuevas instalaciones en Bismarckstrasse 21b, en la ciudad de Darmstadt, ante la necesidad del equipo de poder hacer un café o algo de comida en las horas de trabajo. La cocina B21b está compuesta por una estructura sencilla hecha de madera de abedul y revestida con láminas de Resopal, una fórmica resistente, duradera y de fácil limpieza. Viene equipada con una placa vitrocerámica de inducción y con un fregadero que cubren las necesidades básicas de la cocina”, cuenta su autor.
También de Alemania, la Concept Kitchen del estudio de Kilian Schindler. Un bello y práctico sistema modelar producido por Naber, especialista en el desarrollo de accesorios y comprometida con jóvenes diseñadores, produce este modelo premiado por Rat für Formgebung que forma parte de la exposición Design Deutschland 2011, que reunió cerca de cien proyectos recientes con el objetivo de mostrar la capacidad innovadora de las empresas alemanas y de los diseñadores.
Kilian Schindler ha querido reflejar en su Concept Kitchen el caos de la vida cotidiana.
Para ello, ideó un esqueleto cambiante para que cada usuario pueda organizarse de acuerdo con sus necesidades reales. “Concept Kitchen se estructura en cuatro módulos: encimera y área de almacenamiento, área de lavado más armario. Los elementos básicos son de acero y permiten un desmontaje fácil. Para que su instalación sea más sencilla y flexible, el modelo integra perforaciones”, suma su autor.
Mientras que en el mundo de los objetos, el libro da cuenta de un sin número de piezas preciosas. Las bandejas de la dinamarquesa Christina Liljenberg, que se construye y de-construye en base a bandas de goma. Las piezas en porcelana de la colección Pigeon Toe de la americana Lisa Jones, tiernas criaturiras que dan vida a diversos utensillios de cocina. La increíble colección Palutta, una serie de cubiertos y utensilios de cocina, basados en tipologías, los procesos de fabricación y costumbres culinarias del Cantón de los Grisones (Graubünden) de Suiza del diseñador Carlo Clopath unidos a una terminación bien japonesa ya que los productos están lacados con Urushi (Wajimanuri), una laca natural muy duradera, que protege la madera de ácidos, bases, alcohol, disolventes y humedad. Los utensilios para untar están hechos de arce, acero inoxidable o porcelana y se producen industrialmente.
Y el exquisito juego de café Sucabaruca, resultado de la colaboración de profesionales de distintos países. Un combo italiano, dinamarqués, canadiense, ruso y japonés genial. Luca Nichetto, el italiano del team, conoció en Toronto a John Baker y su mujer Juli Daoust, directores de la tienda y galería de arte Mjolk, quienes le encargaron el juego para el que sumó a otros profesionales como la ceramista canadiense Alisse Coe y la diseñadora rusa Lera Moisseva.
Las piezas que componen el juego fueron modeladas y decoradas a mano en cerámica, subrayando su carácter único. También la bandeja ha sido fabricada de forma artesanal, usando para su producción madera de arce canadiense y mármol, material que, en palabras de Nichetto: “Siempre revela nuevos patrones cuando es tallado.
Por último el tomo suma otra perlita: la Urban Picnic, una versión ultramoderna de la cesta tradicional de picnic inspirada en esa donde la canasta cuelga de un palito con tela que oficia de mantel, creada por la diseñadora industrial holandesa Jody Kocken.
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