Esta semana se anunció, con un atraso que habla de la discreción de su familia, la muerte del diseñador gráfico Adrian Frutiger. Con 87 años y casi 70 de carrera, Frutiger creó nada menos que cuarenta tipografías, un verdadero record para un individuo. Entre las más conocidas están la Univers y la que lleva su nombre, la Frutiger, que campea en tantos aeropuertos del mundo, saludada por su “falta de ruido, claridad y elegancia”, en la definición del alemán Erik Spiekermann.
Frutiger nació en 1928 en el pueblo de Unterseen, cerca de Interlaken, Suiza, en una familia obrera. Su padre, operario de telares, no quiso que se dedicara a la escultura y lo puso de aprendiz en una imprenta. Una de sus primeras tareas fue ayudar en la composición con tipos móviles y ahí encontró su vocación. En 1952 se graduó en la Escuela de Artes Aplicadas de Zurich y se mudó a París, donde trabajó como diseñador de fuentes en la tipográfica Deberny & Peignot, donde creó entre otras la Président, la Méridien y la Ondine. En 1960 abrió su propio estudio. Su trabajo se difundió a partir de los encargos de crear tipografías legibles a distancia para el sistema de subtes y los aeropuertos. El resultado fue una familia de fuentes sans serif de particular claridad. También creó las Avenir, Centennial, Egyptienne, Herculanum, Iridium, Serifa, Vectora y Versailles, entre otras.
Frutiger enviudó dos veces y creó una fundación dedicada al estudio de las enfermedades mentales después del suicidio de dos de sus hijas. En los años noventa volvió a Suiza y asesoró a la firma alemana Linotype GmbH.
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