Como tantas otras obras de la gestión macrista, el asfaltado e impiadoso talado de la plazoleta Biro pasó por varias etapas. Primero fue la indignación de los vecinos, luego el asombro ante la perfecta inutilidad de la obra y ahora la búsqueda de excusas. Este mes, un intercambio de cartas entre la dirección general de Fiscalización y Control de Obras, la Defensoría del Pueblo porteña y el vecino Gustavo Beade permitió que quedara asentado en negro sobre blanco –o los colores en que les lleguen los mails– el nivel de sanata al que se llega.
La Biro es ese pequeño espacio abierto a espaldas del Mercado de Pulgas de la avenida Dorrego que fue recientemente asfaltado. Con saña, se cargaron los árboles de las veredas –añosos y sanos– y luego la enrejaron en ese estilo berretín con que maltratan las plazas. Beade y varios vecinos se quejaron y recurrieron a la Defensoría, que envió una nota. En estos días, la Defensoría informó que según la dirección general la plazoleta Biro nunca existió sino que era simplemente el estacionamiento del Mercado.
Beade respondió con gran precisión a las “falsedades” que le encajó la dirección general a la Defensoría, comenzando porque el lugar “jamás fue un estacionamiento de dicho Mercado ni cumplió funciones de estacionamiento de ningún tipo, hecho que bien conocemos los vecinos del
barrio y que cualquiera puede comprobar consultando la serie histórica de imágenes satelitales disponible en el programa Google Earth”.
Como para demostrar que ningún macrismo resite un archivo, Beade continúa recordando que “ya el proyecto original presentado a mediados de 2008 por el Arq. Alejandro Dalbene, director general de Mantenimiento de Edificios Públicos y Mobiliario Urbano del ministerio de Ambiente y Espacio Público, destinaba el predio a un espacio verde o ‘parque’, según consta en los planos que mostró en reunión informativa realizada en las instalaciones provisorias del Mercado, así como en sus declaraciones publicadas por el diario Clarín el 8 de agosto de ese año”. De hecho, lo único no verde que iba a haber en ese predio verde iba a ser una playa de carga y descarga, muy pequeña. Como los vecinos objetaron, el proyecto se cambió y ese servicio se construyó sobre Alvarez Thomas.
Beade reunió con sus vecinos un verdadero muro de pruebas generadas por la misma Ciudad probando que la Biro no era un estacionamiento sino un espacio verde. Hay múltiples comunicaciones oficiales diciendo eso y el terreno así figura en el mismo mapa interactivo de la Ciudad y en la plancheta correspondiente del Código, que viene a ser la palabra oficial final al respecto. De hecho, agregan los vecinos, el espacio ni siquiera es usado como estacionamiento sino como un lugar para ferias, algo explícitamente prohibido por ley. Ya se realizó ahí algo llamado Buenos Aires Market, una feria de comidas con baños químicos, generadores sobre la vereda y un nivel de ruido y música notables.
Con lo que viene a quedar claro que lo que ocurrió es esto: a alguien se le ocurrió un uso “mejor”, más rentable, de la Biro y mandó a hacer la obra sin pedir permiso ni hablar con nadie. No importaron los compromisos previos con los vecinos ni la masa de documentación oficial que había emitido este mismo gobierno porteño declarando el lugar un espacio verde. La posibilidad de habilitar un negocio más y cobrar un alquiler fue más fuerte. Y lo demás, lo de ahora, es simplemente tratar de disimular lo que se hizo.
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