Sábado, 21 de noviembre de 2015 | Hoy
Pesqueira es pionera en el uso de cosas como la ilustración aplicada a lo textil, una aplicación del cuento al diseño.
Por Luján Cambariere
Como pasa con los que uno conoce y admira hace tiempo, con algunos diseñadores uno no se detiene a volver a documentar sus logros hasta que una acción más entre muchas otras dispara el encuentro. Y sobre todo el reconocimiento a tanta labor en pos de la continuidad. Tal el caso de Valeria Pesqueira, pionera en mixturar recursos como la ilustración con la estampa y su bello imaginario, en un sinfín de proyectos que tienen a la indumentaria como protagonista pero no de forma excluyente. Porque además de ropa, en el último tiempo Valeria hizo desde diseño para bicicletas y zapatillas a helados en bellas alianzas con otras empresas, a través de productos que además suman fans en ciudades como Tokio y Nueva York.
–Cuando terminé la secundaria empecé a estudiar economía. Me gustaba quizás la parte más marketinera. Por eso al día de hoy me gusta juntarme a hacer proyectos con grandes marcas que me hacen llegar a otros públicos. Pero volviendo a la economía, definitivamente no era lo mío. Al toque entré en crisis con álgebra. Por otra parte, mi familia no tenía nada que ver con el diseño ni con el arte. Mi papá es ingeniero y mi mamá docente, así que cuando por fin le dije a mi papá que quería ser diseñadora de indumentaria en una época donde no se sabía tanto de la carrera, lo primero que me sugirió fue si no prefería ser arquitecta. Hasta que un día, él que trabajaba en Topper (mi papá trabajó durante 35 años en Alpargatas) me llevó a ver a los diseñadores y para mí fue definitivo. En ese momento estaba Nadine Zlotogora y me encantó. Vi la Pantonera ahí abierta y dije esto es mi mundo. Ahí empecé la carrera y al toque hice pasantías en algunas empresas como Vitamina, luego empecé a trabajar en Uma y de ahí pasé a un proyecto de Levis’s de licencia de accesorios. Fue la primera vez que relacioné la moda con el mundo porque a la semana me dicen que tenía que ir a China a desarrollar la colección. Y eso también me encantó: poder viajar mediante mi trabajo. Ahí estuve un año hasta que me decidí a hacer como un trabajo extra mis propias cosas que vendía en el local Salsipuedes. Así arranqué con la marca propia.
–Mi último trabajo de la facultad en diseño con Andrea Saltzman tenía que ver con eso y al salir de la universidad lo seguí. Me acuerdo que a todo le ponía estampa. El trabajo final era un trabajo de inmigrantes y todo tenía estampillas y barcos estampados. La verdad que fácil no me fue porque en el 2001 todas las marcas acá eran grises, lisas, y yo salí a full con estampas. En un punto fue romper con algo. Hoy, la verdad, son tendencia la estampa y las cosas cute. Pero a mí al principio me costó que se entiendan mis diseños porque los relacionaban con cosas para niños o teens. Y acá, aún hoy, a veces tengo que explicar por qué hago un vestido cerrado de conejos. A veces pienso que me tendría que mudar a Suecia.
–En el sentido estético cada vez quiero más. A veces dudo si me estoy autorrepitiendo pero es mi esencia. Y siempre tengo nuevas ideas relacionadas con estos mundos. De hecho esta temporada incorporé algunas prendas lisas porque un amigo especialista en comercialización me bajó línea de que necesitaba complementar. Y lo probé. Pero no haría liso porque Pesqueira es la prenda ilustrada.
–Sí, porque en nuestro país cambian las reglas todo el tiempo. Entonces tenés que estar con la bola mágica para ver cómo producís. No podés armar una estrategia de nada. Y eso cansa.
–En 2009, cuando desembarqué en Japón. Yo ya venía vendiendo por un representante HP France pero decidí ocuparme yo de viajar porque sentía que mi marca era para más gente. Y fui y estuvo buenísimo. Sigo a full, probé todas las maneras. Hasta de producir allá. Siento que siempre va a haber un lugar para mí en Japón.
–Luego de uno de mis primeros viajes a Nueva York, en 2001, volví y se había vendido todo en el local de Buenos Aires y fue una sensación re linda. También cuando empecé a vender afuera. Uno de los chicos que trabajaban conmigo en Levi’s era yanqui y me ofreció llevar mis productos a varias ferias como representante y ahí nos compraron unos japoneses y empecé a vender a Japón.
–Lo más lindo es el trabajo creativo. Ahora estoy súper entusiasmada también armando proyectos que tengan que ver con empresas más masivas como Topper, líderes en calzado deportivo. Con ellos presenté una nueva colección especial en la que los diseños cuentan historias mágicas representadas en parques, bosques y mucha naturaleza. Una línea creada para madres e hijas, compuesta por zapatillas e indumentaria. Básicamente intervine los clásicos modelos de Topper contando un cuento a través de mis estampas. Para los distintos diseños se utilizaron nuevos materiales, rayas pintadas, estampas full y siluetas bien femeninas. Los parques, bosques y la naturaleza se ven reflejados en estampas liberty y animales. Además del color flúo, siempre presente. También estoy feliz con la alfombra de oso que hice para El Espartano. O con los helados de Freddo, también de ositos, que fue una acción especial dentro de la Baf Week. Está bueno trabajar con este tipo de empresas porque tenés otro alcance y otro respaldo. Y sobre todo me alegra que la industria crea en el diseño. Antes, muchas veces te llamaban, pero no creían, era para acciones casi de prensa. Topper hizo 50.000 pares por temporada con diseño para todos a full. También me encantan las alianzas con empresas más pequeñas como Monochrome, de bicicletas. Sobre todo porque entiendo mi marca como una marca integral de diseño que puede resolver proyectos de todo tipo, no sólo de moda. No esa cosa pasatista sino que trasciende las temporadas. Como marca soy muy clásica y me encanta que las clientas se pongan un trench de la temporada 2005 con una remera 2015.
–Sigue el proyecto con Topper, por suerte, una serie de muchas temporadas. Me encanta que los proyectos continúen. Me encanta porque es confianza. Y poder seguir con nuevas iniciativas.
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