Sáb 13.02.2016
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Una visita al Congreso

La nueva presidente de la Comisión Nacional de Monumentos,
Teresa de Anchorena, se reunió con el PRIE para ver uno de los
mayores trabajos de restauración encarados en el país.

› Por Sergio Kiernan

Este jueves, la nueva presidente de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos, Teresa de Anchorena, visitó la Cámara de Diputados de la Nación para ver los avances en la restauración del palacio. Fue una buena reunión porque se juntaron personas muy interesadas en el patrimonio y su tratamiento, y porque había mucho bueno que mostrar.

Anchorena llegó junto al vicepresidente de la Comisión Alberto Petrina, y los arquitectos Jorge Caramés y Fabrio Grementieri, y la restauradora Cristina Lancelotti. Los esperaban el director de Obras de la Cámara Miguel Mármora, el director del PRIE Guillermo García, la jefa de restauradores Nora Luzzi y varios de los responsables de áreas como maderas, vitrales, techumbres y los tantísimos etcéteras del palacio.

Como se sabe, el Programa de Restauración Integral del Edificio legislativo, PRIE, fue lanzado por el entonces presidente de la Cámara de Diputados Julián Domínguez con acuerdo pleno de todos los bloques. El estado impresentable de la sede legislativa no se podía discutir, pero faltaba la decisión política de crear un equipo, encontrar los fondos y lanzar el trabajo. Hoy, el PRIE logró milagros como que haya 106 restauradores trabajando en equipo, probablemente el mayor grupo especializado jamás formado en el país y ciertamente el de mayor continuidad en el tiempo.

La vastedad del edificio y las infinitas intervenciones a la criolla, más la irresistible tendencia a dividir todo espacio en sucuchos, obligaron a un plan muy complejo: sólo la carpeta de diagnósticos es un tomo de considerable tamaño. Hubo momentos en que se trabajaba en los subsuelos y en las cubiertas al mismo tiempo, atendiendo crisis simultáneas, y cada estudio o cateo mostraba algún problema inesperado.

Lo que vio Anchorena el jueves es un edificio estabilizado, despejado, liberado de la grisalla y los cableríos que ya parecían parte integral. La recorrida arrancó por la entrada de legisladores sobre Rivadavia y subiendo la escalera hacia el Salón de Acuerdos. Este ambiente, poco conocido porque funciona efectivamente como una recepción de honor para el presidente de la Cámara, era “marrón” hasta que se lo restauró. Resulta que lo habían cubierto casi completamente con laca –cuadros, muros, maderas, estucos, piedras– como se estilaba en tiempos felizmente idos. La laca es magnífica para amarronarse, por tendencia propia, por absorber el humo de los cigarrillos y por ser una trampa para polvo. La limpieza del salón reveló los tonos de las maderas duras, el verde de los estucos y las piedras, y la purpurina –que no el oro en hojas– de las molduras. También se restauraron los cuadros y los muebles, y se limpiaron las arañas.

Luego se pasó al Pasos Perdidos, inaugurado apenas en diciembre después de un minucioso cateo y un trabajo de despeje y limpieza drástico. Entrar en este hermoso lugar es una sorpresa para los que lo conocen, por la luz cenital de los nobles vitrales, ahora restaurados, limpios y con una cubierta como manda el arte. Hace muchos años que no se podía ver tan bien en el Salón, y es una suerte, porque ahora el ambiente vuelve a tener sus dos colores originales en lugar de los tres que le habían impuesto por capricho, las herrerías lucen nítidas, las maderas son un deleite y los dos formidables cuadros que lo cierran en sus extremos salieron de la suerte de borrón oscuro en que vivían. Para mejor, desaparecieron los enormes manojos de cables que recorrían los muros y la restauración ahora invita a quedarse un buen rato viendo los ornamentos de las ménsulas que sostienen la balconada perimetral.

De ahí se pasó al recinto en sí, con una parada agradable en uno de los lugares más excéntricos del Congreso, el Salón de los Bastones. En rigor, este Salón es un amplio pasillo privado que circunda el recinto y es de uso exclusivo para los diputados. Como en un club, una pared tiene pequeños armarios de buena madera, de modo que cada uno pueda guardar sus cosas si así lo desea. El nombre le viene de la proliferación de percheros de bronce en el otro muro, cada uno acompañado a la altura de la cintura de un accesorio incomprensible, una suerte de presilla móvil de bronce, con traba. La idea era que cada miembro colgara su sombrero y trabara su bastón, antes de entrar al recinto. Este arcaísmo es un encanto del palacio.

El recinto sigue sorprendiendo por su paleta, revelada por la limpieza y la restauración. Los miembros del PRIE le explicaron a la Comisión que el trabajo se hizo con un andamio enorme colgado, literalmente, de las balconadas, de modo de no afectar las sesiones. Lo que apareció en los cateos fue que excepto por los amplios paños de piedra clara –veteada, en dos tonos– las balconadas y todos los muros eran originalmente de un verde pálido y manso, con oros poco estridentes. Esta paleta de verde, más piedra clara, más madera oscura de cientos de butacas, más rojo púrpura de cortinados y alfombradas, es llamativa a los ojos contemporáneos pero es la que apareció en los cateos. El recinto luce exactamente como se hizo hace algo más de un siglo, con el inmenso vitral del techo iluminando todo.

Con el calor del jueves, la visita final fue un esfuerzo. Luego de subir hasta el último nivel del edificio, donde se alojan los talleres de restauración del PRIE, el grupo salió a la terraza interna, al pie de la cúpula, y luego a los techos en sí para ver las victorias aladas y la cuadriga. Todas estas cubiertas y sus enormes grupos escultóricos fueron restaurados a nuevo, con kilómetros de ornamentos reparados o reproducidos, y muchos, muchos metros de zinguería a nuevo. También se habló del trabajo en la cúpula y de la necesidad de demoler agregados mal pensados y peor hechos a lo largo de los años.

La despedida estuvo a cargo de la flamante secretaria Administrativa de la Cámara, la ingeniera Florencia Romano, responsable última del funcionamiento del lugar. Romano confirmó la intención del nuevo presidente de Diputados Emilio Monzó de darles continuidad a los trabajos de restauración. Y también sacó el tema de la confitería del Molino: la compra sigue en marcha y no falta mucho para que se pueda concretar, comenzando los trabajos de diagnóstico sobre el magnífico edificio.

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