OPINIóN
› Por Antolin Magallanes *
Parafraseando a Sarmiento, aprovecho para hacer algunas reflexiones sobre un proyecto faraónico que fue presentado por las actuales autoridades nacionales y de la Ciudad en medio del balotaje, con las sonrisas de siempre. Me refiero al centro de transbordo, el RER (Red de Expresos Regionales) que se emplazaría debajo del Obelisco y consiste en una gran terminal de trenes y otros medios de transporte, donde se unificarán en distintas plataformas a las terminales existentes. Esto fue bautizado “Subtrenmetrocleta”, para dar idea de un neologismo simpático y propenso al marketing, como debe ser.
Mis opiniones no pasan tanto por lo técnico, lado ya criticado por los especialistas, sino por la orientación que le da al país un proyecto de esa envergadura y orientación. Por qué razón no se piensa un proyecto integrador del país, volcado al interior, ampliando las redes ferroviarias, los puertos, hidrovías, los destinos aéreos, las líneas de subte, creando nuevas centralidades urbanas, ampliándolas y consolidando otras. Por qué no ir hacia otro lado, reteniendo a la población, y dejar de avanzar sobre el río. Por qué no hacer algo cercano a lo federal. Por qué creer en este proyecto cuando los diez kilómetros de subte prometidos hace ocho años no existen, o por qué no priorizar con ese mismo énfasis un plan para urbanizar las villas o recuperar el Río de la Plata.
Ya Martínez Estrada, con su Cabeza de Goliat, nos recordó la relación directa entre la codicia en esta tierra pampeana que nada tenía; tierra pobre, sin los metales preciosos del Perú, pero que algún día sería rica según las nuevas esperanzas económicas sembradas por los países centrales, para las que estas tierras baldías y fértiles, de buen clima y poca población, iban a ser el complemento necesario para establecer la división internacional del trabajo. Muchísimos años de guerras civiles y diferencias bañadas de sangre poblaron las páginas de nuestra historia, centrada en la relación de ese puerto influyente y excluyente con el resto del país. Buenos Aires desconoció sistemáticamente al resto del territorio nacional, hasta doblegarlo después de Pavón. El primer Golpe de Estado, dado por Mitre a Urquiza el 11 de Septiembre de 1852, desanexó a Buenos Aires del resto del país por diez años. (La Estación Once de Septiembre es un patrimonio porteño que nos dice cosas...).
Una vez obtenido el puerto, la aduana y la Capital Federal del país, esta ciudad corporizó en sus formas aquella necesidad de ser lo que no es, solo de parecer. Sobre el andamiaje político de Mitre y la Generación del ‘80 encuentra su destino “no” sudamericano. Esa era una ciudad que iniciaba la tarea de borrar aquella ciudad criolla para establecer sus palacios y edificios europeos, que hoy defendemos patrimonialmente y a los que habría que relatar en todo su contexto y significado. Porque el patrimonio nos lleva a mirar nuestra historia.
Imaginemos que el proyecto del actual Gobierno de la Ciudad triunfe y que gracias a él, debajo del insigne monumento, se afincara una convergencia de terminales de trenes, subtes, autobuses, combis, más bicicletas y motos que llegan a esta ciudad como en un laborioso hormiguero. Imaginemos que debajo del más colosal monumento de Buenos Aires se construyera esta obra que reforzaría el motivo por el cual todos los caminos conducen a este puerto desde siempre. Es decir, que subrayara que no hay otro destino, que toda la historia argentina sigue teniéndola misma meca. Sería una sumatoria de elementos solo útiles para aumentar el único oro en el que se piensa hoy, y que no es otro que el de la renta inmobiliaria. Ya Buenos Aires históricamente apiñó al resto del país sobre la ciudad, e hizo converger a todas las mercancías que pudieran salir del país en un solo puerto, concentró ferrocarriles, población, pudrió riachuelos, ahogó la ciudad. Contra el río y la obligó a crecer dentro de él, teniendo tanta tierra a sus espaldas. Una obra así en cien años dirá cosas, tendrá sentidos, nos convocará a la reflexión otra vez, para saber cómo se hizo posible un país tan mal poblado y tan desigual.
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