Sábado, 16 de abril de 2016 | Hoy
Por Gerardo Gómez Coronado
Para quienes sostenemos la premisa de que el Estado debe tener un rol protagónico en la planificación urbana y regional, tener oportunidad de visitar un país como China donde esa planificación territorial se asume como política de Estado prioritaria resulta una experiencia que permite ratificar ciertas premisas y replantear otras cuantas. Esta vivencia enriquecedora tuve oportunidad de experimentarla en un reciente viaje a este gigante asiático, potenciado por el hecho de poder recorrer varias ciudades emblemáticas de diversas regiones y no solamente la más conocida megalópolis de la desarrollada franja oriental.
Aunque no es objeto de esta columna analizar la actualidad china en su aspectos políticos, sociológicos o estadísticos –para una aproximación especialmente en su aspecto estadístico resulta bastante útil el libro de bolsillo escrito por Néstor Restivo y Gustavo NG al cual la editorial Paidós decidió ponerle el título comercial y ramplón de “Todo lo que necesitas saber de China”– valen algunas consideraciones generales previas al abordaje de la temática que nos ocupa:
La imagen de la República Popular China de hoy no solamente dista mucho de aquella estereotipada de la época maoísta que nos mostraba hombres y mujeres vestidos de manera uniforme dentro de un entorno gris por falta cartelería y avisos comerciales. Hoy lo único gris es el paisaje de las grandes urbes es el smog, y por el contrario las principales ciudades apabullan con sus edificios de diseño (buenos y de los otros) colores y cartelerías donde grandes sectores de la población exponen un histrionismo y exhibicionismo propio del “nuevo rico” del que por lo visto gozan estas nuevas clases medias surgidas a partir de la reforma y apertura de fines del siglo XX.
¿Hong Kong se integra a China o China se convierte en Hong Kong?
Cualquier argentino que camine –mientras intenta hacerse lugar dentro de la muchedumbre de clase media arribados de las provincias costeras– por alguno de los malls “tax free” de Hong Kong, dedicados a las marcas exclusivas globales, podrá ver incontables escenas de consumismo desenfrenado que bien podrían formar parte de la conocida saga cómica que con rasgos misóginos publicita a una tarjeta de crédito de un banco argentino.
Y hablando de Hong Kong y su actual status como lugar de mini turismo de compras para la nueva burguesía china, aprovechando sus exenciones impositivas, vale recordar que los habitantes de lo que fue colonia británica desde mediados del siglo XIX hasta 1997 habían aceptado con resignación el Convenio por el cual se les respetaba la autonomía política y económica durante 50 años, ideado por Deng Xiaoping, temiendo que los comunistas de la República Popular no iban a cumplir con el acuerdo, convirtiendo al enclave en otro distrito comunista. La realidad demuestra que no solamente la China respetó el acuerdo sino que además lo que hizo fue convertir en “hongkones” a todas las provincias sureñas aledañas a esta colonia.
Pero esta planificación estratégica del gobierno de Beijing (ex Pekín), no se limitó a los aspectos comerciales (habilitando zonas económicas especiales) o de apertura a las grandes marcas comerciales, sino que también se evidenció en las nuevas estrategias de planificación urbana que llevaron la lógica constructiva de Hong Kong al resto de las grandes ciudades. Valga recordar que Hong Kong se conforma básicamente de una isla montañosa (muy bonita y pintoresca por cierto) unida mediante túneles con una península que conforma su trama continental, más otras franjas de terrenos ganadas al mar donde se asientan el aeropuerto y depósitos logísticos. Resulta obvio que la contención de alrededor de 8 millones de habitantes en tan exiguo territorio debería materializarse a través de una densificación obligatoria, cristalizada en grandes rascacielos y aprovechamiento intensivo del suelo.
Ahora bien, en lo que respecta a la China continental, si bien todavía sigue siendo el país mas poblado de la Tierra, también es cierto que es el tercer país mas grande del mundo, por lo cual su relación de habitantes por kilómetro cuadrado es mucho mas “occidental” y menos densa de lo que podría suponerse, por lo tanto la clara apuesta por la construcción masiva de rascacielos y edificios en altura que el Ministerio de Planificación chino emprende y/o promueve parece más un intento de aparecer “moderno y globalizado” –teniendo a Hong Kong como paradigma urbano– que a una necesidad ciudadana.
Hoy por hoy Shanghai es la ciudad con mas “rascacielos” del mundo (mas de cien edificios que superan los 60 pisos), compitiendo con Dubai sobre quién tiene “la construcción mas alta” y también en cuanto al diseño: algunos muy logrados y otros simplemente estrambóticos.
Resultaría injusto no mencionar la completa y bien planificada infraestructura de transporte público con la cual se ha dotado a las ciudades y a la interconexión entre las mismas. El tren de alta velocidad que este columnista utilizó para trasladarse de Cantón hasta Guilín (bellísima ciudad del interior) no tiene nada que envidiarle al AVE español, y si bien el tren magnético que traslada a los pasajeros que aterrizan en el Aeropuerto de Shanghai “levitando” a 430 km/h hasta el centro de la capital financiera china pueda parecer una extravagancia con el simple objetivo de superar al tren bala japonés, el tendido de las mas de 16 líneas de subterráneo con que está dotada esta ciudad o las más de 20 con que cuenta Beijing muestran un atinado plan urbano de movilidad que merecería emularse por nuestras tierras.
En lo que hace a las políticas públicas de largo plazo podríamos detenernos en unas cuantas debilidades –como por ejemplo la falta de políticas contra la contaminación ambiental– pero quedan totalmente opacadas por el gran mérito de la República Popular China y su modelo de Planificación Estratégico a largo plazo, tanto en su fase maoísta como en la fase reformista encarada por Deng y sus sucesores: haber logrado darle un estándar mínimo de bienestar a 1400 millones de personas que hasta no hace muchas décadas sufría hambrunas periódicas y volver a convertir a esta nación milenaria en una potencia mundial luego de haber sufrido dos siglos de fragmentación y neo colonialismo europeo y japonés.
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