El diario oficialista de los negocios inmobiliarios acaba de publicar una página con seis “emprendedores” que anuncian que su sector renace. Claro que en La Nación no se dice inmobiliario sino “real estate”, pero aun así la nota es honesta en que si bien se entusiasma con la aparentemente alta cifra de 1200 millones de dólares de inversiones anunciadas, explica que casi todo va a ir a lo seguro, en Puerto Madero, y que el verdadero motor del negocio es que los precios argentinos son bajos frente a otros países. Literalmente, se van a construir algunas torres de oficinas y de vivienda en lugares comprobadamente vendibles y se va a tratar de venderlos a precios chilenos o al menos brasileños, un 25 a un 40 por ciento arriba de los nuestros.

Los destinos de inversión anunciados en la nota son Puerto Madero –con un shopping, que es lo que le faltaba para diplomarse de no-lugar–, Saavedra, Caballito, Catalinas, Al Río y la ampliación de dos shoppings ya existentes. En absolutamente todos los casos se habla de “target alto” y ofertas “triple A”, y hasta se discute abiertamente que no vale la pena construir viviendas comunes porque los precios son “imposibles” para los argentinos. De hecho, queda clarísimo que se apuesta a que la lluvia de dólares que anunció el gobierno se traduzca en la llegada de empresas internacionales acostumbradas a otros precios, dispuestas a pagarlos por aquí también.

Con lo que la especulación es como una caja china: se especula con un boom, con la llegada de clientes externos, con “salir primeros” en un supuesto escenario post-crisis y en captar inversores que quieran hacer buenos negocios. Nunca, ni siquiera en el caso de las torres en barrios reales como Caballito o Saavedra, se menciona siquiera el impacto de los negocios en el tejido urbano. Y mucho menos eso de darle algo a alguien a cambio de ganar tanto.