Con “O poeta voador”, el Museu de Amanhá de Río de Janeiro recuerda a uno de sus primeros diseñadores de tecnología, el aviador Santos Dumont. Y de paso hace un despliegue interactivo para el público.
› Por Luján Cambariere
Dandy, poeta publicado, hombre generoso, trendsetter hasta en París, Alberto Santos Dumont fue un pionero de la aviación y el primer brasileño en despegar. Verdadero prócer en su país, la muestra curada por Gringo Cardia con la consultoría científica de Henrique Lins de Barros lo rescata como alguien que hizo mucho más que pilotear máquinas voladoras. Es que Santos Dumont fue también un temprano diseñador de dirigibles, motores y aviones, y uno que compartía ideas y descubrimientos con quien quisiera usarlos.
“Queremos valorizar la capacidad brasileña de innovar y de hacer ciencia, motivando a los jóvenes y niños para la actividad científica”, adelanta el curador del Museu do Amanhã, Luiz Alberto Oliveira, que destaca la importancia de celebrar al inventor brasilero en un período en que Río de Janeiro recibirá muchos turistas por las Olimpíadas. En cinco ambientes se ven sus principales inventos: el globo Brasil, los dirigibles 3, 6 y 9, el avión Demoiselle y el 14bis, elegidos por ser creaciones que trajeron grandes innovaciones al arte de volar.
De forma lúdica, el visitante toma contacto con conceptos de física como la aerodinámica y la mecánica de los motores. Además de miniaturas motorizadas, fotos, videos y decenas de sorpresas como la posibilidad de entrar a uno de ellos y hacer un vuelo filmado en chroma key, mientras en simultáneo son puestos paisajes en una isla de edición y a la salida el visitante recibe el video en el que pilotea el avión. O hacer y probar bellos aviones de papel. Una exposición a la altura del inconmensurable creador.
Nuestra querida amiga y colega brasileña, Adelia Borges, es fan de Dumont desde siempre y supo dedicarle en 2006 la muestra “Santos=Dumont designer”, con la curadoría de Guto Lacaz en el la institución que dirigió durante varios años, el Museu Da Casa Brasileira. A raíz de ello, fue convocada para escribir uno de los más bellos y completos textos del catálogo del que tomamos aspectos destacables. “Varios conceptos incluidos en este texto provienen de conversaciones que he tenido con Guto Lacaz acerca de Santos Dumont desde agosto de 1998, cuando lo invité para dictar la conferencia inaugural de mi materia de Historia del Diseño en la Escuela de Artes Plásticas de la Fundación Armando Álvares Penteado en San Pablo, con una presentación sobre Santos Dumont, a quien consideramos el santo patrono del diseño brasileño”, adelanta Borges.
“Pocos nombres son tan reconocidos en Brasil como el de Alberto Santos Dumont. Después de todo, se lo utiliza para denominar calles y plazas de centenas de ciudades, así como un famoso aeropuerto, un municipio, diversas fundaciones, museos e institutos. Paradójicamente, esa sobre exposición disimula una imagen que de alguna manera está vaciada de contenido y significado. Nuestra intención es develar, por debajo de esta capa de ignorancia y superficialidad, la figura de un poeta que volaba, un soñador y proyectista perseverante, que con sus creaciones marcó una diferencia en la historia y que todavía hoy es capaz de dejarnos algunas lecciones”, arranca Borges su minucioso texto.
Santos Dumont no sólo concibió y diseñó una infinidad de productos, sino que sobre todo los desarrolló, construyó y experimentó personalmente, aún a riesgo de perder su vida en cada prueba. Los más conocidos son sus máquinas voladoras: globos y aviones. A los que suma una serie de otros dispositivos e ingenios, como algunas soluciones para motores, el hangar y ciertas prendas de vestir.
“El espíritu esencialmente investigador de Santos Dumont hizo que pudiese detectar necesidades y oportunidades donde otros no conseguían ver nada. Sus conocimientos de mecánica, tecnología y materiales le permitieron formular soluciones para estas necesidades y oportunidades, materializadas en forma de objetos o mecanismos perfectamente funcionales. Un particular sentido de la elegancia le permitió ir más allá de lo práctico para distinguirse también por la calidad de las formas. En conjunto, estas habilidades lo caracterizan como un diseñador en el sentido más amplio y completo de la palabra. Desde el punto de vista estético, se destaca por la armonía de las formas. En otras palabras, sumó el dominio técnico a la poesía de la imaginación y la concretizó en sus creaciones”, agrega Borges.
Nacido en 1873 en Minas Gerais, donde su padre el ingeniero Henrique estaba construyendo un ferrocarril, dividía su tiempo entre los libros de Verne y la fascinación por las máquinas para elaborar el café. a los diez años ya construía globos de papel con una velita y avioncitos de bambú impulsados por gomitas. De estos juguetes nació la obcecación por la idea de que el hombre podría volar algún día. A los trece años, Santos Dumont era un mecánico eficiente que reparaba las maquinarias de la plantación familiar, la mayor productora de café de la época. Con la fortuna familiar y su fascinación por las máquinas, el joven Alberto fue el primer latinoamericano en manejar un auto en el continente, cuando trajo su Peugeot 1892 a Rio.
No extraña que Santos Dumont estudiara física, química y electricidad, y que ya en 1897 descubriera los globos aerostáticos. En 1898 hizo su primer vuelo en una nave construida por Henri Lachambre y Alexis Machuron, e inmediatamente comenzó a construir uno mejorado. “El proyecto mantenía la forma esférica de costumbre por entonces, pero quería innovar en el tamaño. En lugar de las dimensiones habituales de 500 a 2.000 metros cúbicos, Santos Dumont quería construir un globo de 100 metros cúbicos, utilizando una seda japonesa liviana y resistente. Desafiando el sentido común y, después de resolver varios detalles de la construcción, a los 24 años de edad, logró obtener un globo con solamente seis metros de diámetro y 113 metros cúbicos de volumen. Lo bautizaron Brasil, cabía en una maleta y era el más pequeño construido hasta el momento. El globo Brasil era, según sus propias palabras, “bello en su extrema transparencia, como una enorme burbuja de jabón”.
Después del Brasil, construyó uno más grande, el América. Haber maniobrado personalmente estos globos fue, en su opinión, “una experiencia preliminar indispensable” para su próximo proyecto: la construcción de un globo dirigible. Además de innovar en el tipo de motor utilizado, Santos Dumont abrió un nuevo camino en la forma, optando por la forma cilíndrica, larga y delgada y terminada en cono en el frente y la parte posterior, de modo que pudiera “perforar el aire”. El Nº 1 voló en septiembre de 1898, dos meses después del Brasil.
Otra diferencia es que él mismo estaba dispuesto a probar sus aparatos, frecuentando los cielos de París con la misma intensidad con que frecuentaba los salones de la alta sociedad. Asustaba a las personas con sus vuelos rasantes y, ocasionalmente, se desplomaba a tierra. Obstinado y persistente, caía y se levantaba y lo volvía a intentar.
Además de máquinas voladoras y ropa, extendió a diversas áreas su talento para el diseño de objetos. Algunas de sus creaciones estaban destinadas al olvido pero otras llegaron a cambiar paradigmas establecidos como el reloj pulsera.
“A continuación, centró su energía creativa en el intento de imponerse al desafío que ocupaba las mentes de muchos en esa época: desarrollar una aeronave más pesada que el aire. A los 33 años de edad, a bordo del aeroplano 14bis, logró volar 60 metros de distancia a 3 metros de altura. El 14 bis era un artefacto grande: tenía 10 metros de largo, 12 metros de envergadura y pesaba 160 kilogramos. Esta realización lo transformó en uno de los hombres más célebres, si no el más célebre, de su tiempo. Su nombre llegó a ser venerado no sólo en periódicos y revistas internacionales de la época, sino también en postales, vajillas, cajas de fósforos, chocolates, dulces, juguetes y todo tipo de productos. La serie continuó con el aeroplano Nº 15, el híbrido Nº 16, el aeroplano Nº 17 y el hidroavión Nº 18. El Nº 19 no sólo recibió un número, sino también un nombre: Demoiselle, que puede significar tanto señorita como libélula en francés. Lleno de gracia y transparencia, el Demoiselle consiguió la unanimidad: todos lo consideran una belleza. Santos Dumont consideraba sus proyectos un patrimonio de la humanidad y realizaba todo públicamente”.
En 1910, declarándose “con los nervios cansados”, decidió poner fin a su carrera de aeronauta. Pero de vez en cuando el vigor del genio creador volvía a manifestarse. Hizo un mecanismo con motor para ser colocado en la espalda de los esquiadores y facilitar su ascenso a montañas, en una época en que todavía no existía el teleférico. Creó un dispositivo para lanzar chalecos salvavidas a las personas que se estaban ahogando. Incursionó incluso en el campo del diseño de interiores y de muebles.
Murió joven, a los 59 años. “Recuperar la dimensión de la enorme herencia de este ilustre brasileño puede ayudar a Brasil a deshacerse del eterno destino de exportador de materias primas para encontrar su lugar en los mercados internacionales como un país capaz de generar innovación tecnológica de la más alta calidad. Audacia, persistencia, sensibilidad, capacidad de realización, creatividad, voluntad de experimentar, ingenio y coraje. A través de estas cualidades puede surgir el espejo en el que el brasileño pueda reconocerse como un pueblo creativo, innovador, persistente, perseverante y que continúa superando las dificultades para encontrar su ideal”, remata Borges, sobre este orgullo de este lado del planeta.
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