› Por Matías Pandolfi*
Aproximadamente un tercio de la población europea fue afectada en algún momento de su vida por trastornos de ansiedad o depresión. A estas estimaciones se le suma el hecho de que la vida en las ciudades tiene impactos negativos sobre la salud mental. Los factores estresantes más frecuentes son el ruido, el miedo a la inseguridad y el hacinamiento. También hay cada vez más evidencias de que los espacios verdes en las ciudades alivian este estrés notablemente.
La investigadora Magdalena van den Berg, del VU University Medical Center de Amsterdam, publicó hace poco un excelente trabajo en la revista Health and Place. Es uno de los primeros estudios acerca de la asociación entre la frecuencia de contacto con espacios verdes, salud mental y vitalidad. El estudio se hizo en Barcelona (España), Doetinchem (Holanda), Kaunas (Lituania) y Stoke-on-Trent (Reino Unido). Se evaluaron 3748 individuos y se tuvieron en cuenta un gran número de variables: género, edad, nivel de educación, actitud para con la naturaleza y experiencias de contacto con la naturaleza en la infancia.
El estudio demostró que cuanto mayor es el tiempo de contacto con espacios verdes, mejor es la salud mental y la vitalidad. No se encontraron importantes diferencias entre las cuatro ciudades, por lo que se puede concluir que este efecto es independiente de la cultura, la geografía y las condiciones climáticas. Se vio una correlación mayor entre salud mental y alta frecuencia de visitas a espacios verdes en personas de bajos recursos económicos. Se vio también que los adultos que no tuvieron demasiado acceso a espacios verdes en la infancia mostraban mejores signos de salud mental y vitalidad al aumentar su frecuencia de visitas.
En Buenos Aires estaríamos en problemas si quisiéramos fomentar el aumento en las visitas a espacios verdes para mejorar nuestra salud mental y vitalidad. El principal motivos es que el espacio verde es escaso, apenas 5,9 metros cuadrados por habitante, según datos oficiales ya en sí poco fiables, por la probable sobrestimación durante la toma de datos. Para peor, en los últimos ocho años de gestión, y según estos mismos números oficiales, no se ganó ni un milímetro de espacio verde y de hecho se bajó el promedio desde los seis metros por habitante de 2006. La nueva gestión del GCBA mostró un afán privatizador mucho más desembozado que la anterior, lo que no es poco, volviendo el panorama menos alentador aun.
La distribución de estos espacios verdes es muy desigual en las comunas, haciendo que muchos barrios no tengan espacios verdes públicos a los que los vecinos puedan acceder caminando. Los barrios más perjudicados son San Cristóbal, Balvanera, Almagro y Boedo. En muchos casos, el acceso a los parques está limitado por rejas que circunscriben las visitas a los horarios en que los parques están abiertos y cuya presencia disuade a los ciudadanos para ingresar.
Mientras nuestra ciudad siga sin un planeamiento estratégico y táctico, y todo sea vocación por el negocio inmobiliario y la privatización de lo público, nos conformaremos con ser meros testigos distantes de los comprobados beneficios de la naturaleza en las ciudades verdaderamente desarrolladas.
- Doctor en Ciencias Biológicas.
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