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Sábado, 25 de junio de 2016

Un corralón al oeste

Una ignota Dirección General de Servicios Descentralizados publicó un proyecto de reforma del corralón de Floresta que no
dice cuánto va a costar ni quién la va a hacer. Los vecinos sospechan y las imágenes anuncian pérdidas de patrimonio.

 Por Sergio Kiernan

Después de ocho años de macrismo en la ciudad, hay cosas difíciles de explicar en latitudes más normales. Una que literalmente deja a todo el mundo con la boca abierta es la sistemática protesta de los vecinos porteños ante los anuncios de obra del gobierno porteño. Lo normal es que los vecinos protesten ante la falta de obras, que las pidan y corten calles reclamando mejoras. Pero en esta Buenos Aires de negocios y negociados hace rato que reina una desconfianza pampa: si los macristas quieren hacer una obra, hay que revisarla porque debe ser un negocio para algunos y una des-mejora para los vecinos.

Explicar las razones de esta situación implica contar las hectáreas de verde perdidas, las plazas enrejadas, los árboles chuceados en verano, los senderos cementados, los interminables negocios para pocos, la venta de la cosa pública, los favores a shoppings y empresarios. Los norteamericanos en particular se asombran, medio por el nivel de negocio -los neoyorquinos no tanto, que están más acostumbrados- y medio por el nivel de conciencia de la cosa urbana.

Con lo que no extraña que los vecinos de Floresta estén mirando con lupa un documento de la dirección general de Servicios Descentralizados que anuncia con mucho dibujito y poco detalle las obras a realizar en el Corralón de Floresta. Por qué esta ignota dirección general que depende de una no menos ignota secretaría de Descentralización se anda metiendo en la reurbanización de casi una manzana porteña es un misterio, como es un misterio cuánto va a costar la obra, quién la va a realizar y cuánto va a tardar. Los vecinos avisan que varios grupos que usan el Corralón ya fueron avisados de que el desalojo es inminente. Y también destacaron que nadie les preguntó qué les parecía la idea ni les preguntó si necesitaban algo en particular...

El PPT del proyecto es un documento de macrismo inmanente, con desopilantes faltas de ortografía y un nivel de sanata que mezcla el marketing con el arquitecturés más pintado. Según este paper, la idea es crear un espacio ecológico con integración sociocultural y patrimonio histórico. Pero hasta donde se puede entender por las imágenes, no habrá ni un metro más de verde o de “superficies absorbentes”, el Corralón seguirá siendo accesible sólo por venia superior, con horarios, y el patrimonio va a quedar reducido a maqueta, paredes sin techos de los viejos galpones. Es un modelo de ciudad que ya “creó” plazas destechando galpones tranviarios y poniendo canteros.

Entre tanta sanata, sin embargo, se entienden un par de cosas. La idea es cargarse los 400 metros del paredón secular del lugar y reemplazarlo con una reja, algo que según los autores “permeabiliza” los límites. Luego se demolería o se destecharía todo lo existente excepto la biblioteca y un espacio “bajo techo” para el Teatro El Epico, que no se entiende si ya existe o se va a construir. Supuestamente, destechar los galpones -literalmente, como se ve en la imagen- aumentaría el verde.

Las imágenes de cómo quedaría el lugar muestran el habitual mal gusto y anuncian el uso de los habituales materiales de segunda: baldosones de los que siempre ponen mal y se aflojan, bancos premoldeados de hormigón, farolitos importados de China, canteros de cemento rodeando cada árbol. Esta analidad retentiva aplicada a la arquitectura permite prohibir todo tipo de cosas e ilusiona al burócrata de que podrá controlar el uso del espacio común. Y de paso, crea espacios comerciales para ferias y eventos, cosa ya ilustrada en el render como si fuera un uso esencial de una plaza.

El dibujito del “tratamiento de bordes” muestra la irrupción del juguete de moda en estos tiempos larretistas, el jardín vertical. Como el gobierno porteño sólo sabe privatizar espacios abiertos y el conteo de metros de verde por habitante no para de bajar, se está tentando vender como solución estos jardines en propiedad horizontal. El problema es que nadie se cree que esto sea verde de verdad y nadie se va a creer nunca que un muro de cien metros cuadrados se puedan contar como cien metros de verde. Pero ahí está en el render uno de estos jardines pegados al puente ferroviario, con una atractiva joven haciendo jogging y una imagen de esos espantosos aparatos de gimnasia amarillos que también parecen hacer al estilo oficial.

Algo francamente difícil de comprender es el supuesto circuito ecológico, que parece consistir en algunos huertos y un espacio con tocones de árboles enterrados. También es mistificante la “puesta en valor” de las estructuras de los galpones, que según las imágenes consistiría en desarmarlos, dejar las cabrías de los techos y felicitarse por la preservación histórica.

Y sigue el misterio de cuánto va a costar todo esto, qué amigo va a recibir el contrato -ahora está de moda decretarlos y no llamar a licitación- y cuándo lo van a hacer. Después se quejan de los amparos...

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