El Cooper Hewitt de Nueva York, especializado en diseño, reúne a más de sesenta creativos para debatir un concepto algo olvidado.
› Por Luján Cambariere
Como la belleza es subjetiva, el museo neoyorquino especializado en diseño y parte de la red de la Institución Smithsoniana se dio el gusto de abarcarla en muchos sentidos. Serena, perturbadora, reconfortante, caótica, etérea, extravagante, dramática, grotesca, intrincada, transgresora. Además hay que sumar una suma de materiales, técnicas y colores, una enorme variación de luz, un juego sobre los sentidos. Más de sesenta creadores se pusieron a buscar belleza y a cuestionar sus clichés en 250 trabajos gráficos, industriales, arquitectónicos, digitales y textiles. La muestra fue curada por Ellen Lupton y Andrea Lipps con la colaboración de curadores invitados de otros países como Claire Catterall de Inglaterra, Kenya Hara de Japón, Mugendi M’Rithaa de Sudáfrica, Suvi Saloniemi de Finlandia, Sarah Scaturro de Estados Unidos y Annemartine van Kesteren de los Países Bajos.
Los organizadores, según explica la directora del museo Caroline Baumann, quieren exhibir proyectos que ponen de relieve el “poder transformador de la innovación estética” y parten de una actividad creativa que desea “acoplar la mente, el cuerpo y los sentidos” divididas en secciones o “lentes” para aplicar a la nueva belleza. Así hay categorías directamente relacionadas con la estética como “extravagante, etérea e intrincada, la materia prima utilizada apodada “Elemental”, el uso final (“Transformadora”) y la innovación (“Emergente”). Además de “Idea intoxicante”. Una selección de algunos de los diseños que, como dicen los organizadores, demuestran que la belleza es una “idea intoxicante”, perseguida por artistas y filósofos desde hace milenios.
¿Los trabajos? Muy diversos tanto en escala como en procedencia geográfica, con colecciones de moda del sudafricano Laduma Ngxokolo inspiradas en el vestuario tradicional de los xhosa, mayoritarios de esa región. O la Afreaks, criaturas fantásticas creadas por los Hermanos Haass en colaboración con Monkeybiz, una ONG que agrupa a mujeres artesanas de Khayelitsha, en las afueras de Ciudad del Cabo (África del Sur). O colecciones de joyería como la Wrinkles de Noa Zilberman, de Israel, que ofrece accesorios de oro con un diseño tribal en el que no se usan en zonas habituales sino, por ejemplo, sobre las cejas.
Muchos de los objetos que se exhiben emplean materiales que han sido transformados de sólido a líquido y viceversa. Formafantasma creó objetos de lava, Max Lamb un taburete de peltre fundido en un molde excavado en la playa. Otros diseñadores destacados en ‘Beauty’ exploran el paso del tiempo. Para honrar la falta de memoria de su abuela, Tuomas Markunpoika soldó pequeños anillos de acero alrededor de un armario gigante. Luego, quemó la madera, dejando detrás de sí un caparazón de encaje de metal ennegrecido. La pieza se convirtió en “una memoria física de los muebles, una especie de recuerdo ahumado, sombreado y semitransparente”, señala.
La artista de uñas Naomi Yasuda crea adornos lujosos que duran un tiempo corto y Lauren Bowker de The Unseen inventa materiales que cambian de color en respuesta a las corrientes de calor y aire.
Por último, uno de los pocos latinos en formar parte, el mexicano Emiliano Godoy y su colección “Pedro y Pablo”. Preocupado por el impacto ambiental que generan las piezas que produce, desarrolló una amplia investigación sobre la cantidad de energía que se requiere para hacer un producto, dando como resultado dos tazones de vidrio soplado en moldes de piedra. Este proceso alcanzó un ahorro energético del 99.1por ciento. “Uno de los factores más importantes a considerar en la producción de un nuevo producto es su densidad energética, detalla. Esto es, la cantidad de energía que se requirió para hacer el producto. Hay dos contextos en los que se debe considerar esto: uno, cuanta energía toma fabricar cada objeto; y segundo: la etapa de desarrollo, donde se gasta la energía en pruebas, prototipos y modificaciones en la estructura productiva. Entre estos gastos, uno de gran importancia en las piezas de producción seriada es la fabricación de moldes, los cuales son normalmente fabricados en acero”. Sobre estas premisas trabajó para crear su colección utilizando moldes existentes y generando nuevas formas a partir de procesos secundarios.
La muestra se destaca sobre todo por muchos trabajos en animación 3D como el del británico Daniel Brown, que utiliza fórmulas matemáticas para generar flores hiperrealistas. La belleza de las especies florales digitales se deriva de su “franca irrealidad”, detalla su autor. Es que desde que se quedó paralizado desde la parte superior del pecho tras una lesión medular en 2003, Brown emplea tecnologías adaptadas para seguir creando obras artísticas. No puede trabajar con las manos, pero sólo necesita generar líneas de códigos matemáticos para sus obras.
Por su parte, la arquitecta Neri Oxman, profesora en el Instituto Tecnológico de Massachussets, fundó durante sus estudios de doctorado el grupo ‘La Materia Importa’. La idea que avala es que las técnicas de diseño y producción digitales pueden mejorar la relación entre las construcciones humanas y el medio ambiente. Oxman trabaja sobre la base de la “ecología del material” para describir el estudio, diseño y fabricación de edificios, productos y sistemas que integran procesos generados por computadoras que adviertan del impacto ambiental y ofrezcan soluciones para minimizarlo.
Por su parte, Aron Koblin, artista y diseñador especializado en tratamiento de datos, filmó y produjo el vídeo Light Echoes (Ecos de luz), montado a partir de datos en bruto aportados en directo a través de redes comunitarias.
En plus, la “máquina de gravedad” de Jólan van der Wiel utiliza la fuerza magnética para darle forma a los taburetes, zapatos y prendas de fragmentos puntiagudos de los materiales. Los espectaculares vestidos de Gareth Pugh son meticulosamente ensamblados al usar pajillas plásticas, mientras que las sorprendentes creaciones de cabello de Guido Palau y las prendas espinosas para la cabeza de Maiko Takeda convierten a los usuarios en seductoras criaturas alienígenas.
Como si esto fuera poco, el Cooper Hewitt encargó a Sissel Tolaas que creara un olor con base en el Central Park de la ciudad de Nueva York.
Los visitantes del museo pueden sentir el aroma del parque al rozar una pared cubierta de pintura perfumada. Tolaas recolectó olores únicos durante una deslumbrante semana en octubre, cuando las hojas y las flores del Central Park comenzaban a fundirse con la tierra y la gente estaba llenando el parque con la energía.
Frente a la pregunta por parte de las curadores de qué significa para ellos la belleza, el ceramista holandés Olivier van Herpt, que crea vasijas de cerámica estriadas a gran escala con una impresora 3D que él mismo construyó sostiene que “la belleza es un sueño fugaz de un objeto, pensamiento, o momento”. Para el especialista en iluminación Michael Anastassiades “el diseño es una conversación. La belleza entonces simplemente existe cuando creas un objeto con el que la gente se puede relacionar”.
Por último, añaden citando a Alexander Nehamas: “Encontrar algo hermoso es, precisamente, no haberlo encontrado del todo, pensar que tiene algo más que ofrecer”, porque la experiencia de la belleza debe ser “visceral y no sólo visual”, debe “golpear los sentidos”, buscar la “erupción de la sensualidad” y “aportar un valor añadido e infinito al mundo en que vivimos”.
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