Los especuladores encontraron cómo hacer negocio rodeando la débil protección patrimonial. Basta dejar la fachada y construir el bodrio atrás.
› Por Sergio Kiernan
Lectores, patrimonialistas, restauradores -y uno mismo- andan por la Ciudad con una cantidad alarmante de cámaras y el ojo abierto a cierto tipo de edificios. Así van y vamos descubriendo avivadas, delitos contra el patrimonio, especulaciones diversas, complicidades oficiales. Pero también va surgiendo otro problema de fondo que es preocupante: la debilidad total del sistema de catalogación. El asunto es que hasta cuando se respeta resulta insuficiente porque permite un vaciamiento del edificio, del que basta dejar la fachada para hacer por atrás cualquier mamarracho con impunidad y dentro de la ley.
El caso más grave de esta semana, por su escala y por ser parte de un conjunto invaluable, es el de la Avenida de Mayo 1137 que, como se ve en la tapa de esta edición, está cubierto por un telón para que el transeúnte no vea que por adentro ya fue completamente demolido, como se ve en la foto de estas páginas. Como explica en nota aparte el arquitecto Fabio Grementieri, la Avenida es un caso único de urbanismo argentino, un entorno que supimos construir y que comenzamos a demoler para reemplazar buenos edificios por piezas particularmente berretas, feas y ramplonas. La de Mayo es una avenida que nació para ser bella e importante, el primer Centro porteño, y sigue alojando bellezas como el Barolo, un par de ejemplos de grandes tiendas de fines del siglo 19, varias bellezas Art Noveau y un bosque de cúpulas.
Por supuesto, todo está protegido al máximo, individualmente, como APH y como calle histórica. Y ni eso sirve para nada, porque lo que le están haciendo al 1137 es desintegrarlo por completo para construir algo nuevo, algo de hormigones inmitigablemente modernudos, masivo y tosco. La ley sólo manda dejar la fachada mal pegada, algo que Mario Roberto Alvarez -que despreciaba hasta la misma noción de patrimonio y lo demolía con alegría personal- consideraba una tontería... una vez que dijo algo coherente.
En un país civilizado estas cosas no se permiten, porque los edificios se protegen o no se protegen, pero no se inventan estas vaguedades para que se haga el negocio y se pida el premio “a la puesta en valor”. Que es exactamente la frase usada por los que van a hacer exactamente lo mismo a las dos lindas y civilizadas casas de Salguero al 2800 que se ven en la foto. Por angurria especulativa, estas casas se quedaron bien solitas en una zona fortificada con hormigones de altura, con un vecino de espantos -feo, de una pobreza material alarmante, descartable- que dejó una plazuela seca justo enfrente.
Ahora, alguien va a hacer otro edificio en altura, alguien más perceptivo que el especulador promedio, porque se dio cuenta que se metía en líos. La primera curiosidad de estas dos propiedades es que no figuran en el Catálogo de la Ciudad, ni como catalogadas ni como “desestimadas”. La dirección simplemente no figura en el buscador, aunque son anteriores a 1941. Justamente por eso y ante la preocupación de los vecinos, los desarrolladores pegaron unos coquetos carteles blancos, muy de diseñador gráfico, explicando la que van a hacerle a las dos propiedades. Es una sanata épica que podría servir de manifiesto a los que tiran estas piedras y esconden la mano:
“Pondremos en valor este histórico edificio. Lo integraremos con arquitectura contemporánea. Para que el pasado no sea simplemente historia y se transforme en presente y futuro. Y podamos disfrutar del patrimonio de la ciudad conservando esta hermosa fachada”.
Este texto tiene la notable característica de que todo lo que dice es falso: nadie va a poner en valor el edificio, que será demolido por adentro; nada va a ser integrado con arquitectura moderna, que no se integra a la tradicional excepto desde el contraste; el pasado nunca es “simplemente” historia, es nada menos que historia: y nadie va a disfrutar la hermosa fachada porque estará pegada a algún pastiche modernoso muy inferior en estética y carente de la menor idea de civilidad pública.
Todavía peor es el caso de la tercera foto, la esquina de Charcas y Salguero frente a la arruinada placita Güemes. Villa Freud ya está perdiendo todo carácter bajo tanta torre, una zona valorizada que pierde todo lo que tenga menos de tres pisos. La nueva cara del barrio es el edificio pretencioso, con machimbre y luces embutidas en el balcón, cosa que no te fijes en qué bajos son los cielorrasos y qué estrecha es la entrada. El edificio de la foto -Charcas 3601, Salguero 1804/06/10, fue “desestimado” por el Consejo Asesor en Asuntos Patrimoniales, el mismo que le creó al gobierno porteño un bonito lío judicial por no poder explicar sus decisiones.
Como el Consejo decide a la buena del señor, sin mayores estudios ni análisis, leyendo una fichita con una foto vieja, es imposible saber por qué rechazó proteger este edificio que, si bien muy baqueteado, no fue remodelado ni arruinado por algún modernizador. Los miembros del Consejo deciden cosas muy caprichosamente, como ser conservar edificios modernistas porque le encantan a uno de sus miembros, o rechazar todo edificio que haya tenido un boliche bailable, porque “esos siempre arruinan todo”. Este caso tiene todo el olor de ser un favor a un especulador y si hay un amparo hasta va a ser divertido ver qué le contestan a la justicia cuando les pida, como hacen los jueces, que giren el expediente y presenten un escrito razonando el rechazo. Lo que los jueces no pueden creer es que un expediente del Consejo son unas hojitas sueltas con consideraciones lo más genérica posibles y las firmas de sus miembros...
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