› Por Fabio Grementieri*
El primer “salón” porteño de la Belle Epoque fue la vedette de los proyectos surgidos con la capitalización de Buenos Aires. La Avenida de Mayo surgió, no sin esfuerzo, del trazado ideado por el arquitecto en jefe municipal Giovanni Buschiazzo para complacer las ansias europeizantes de la dirigencia nacional, encarnada en este caso por el Intendente Torcuato de Alvear. La gran arteria se abrió paso lento por el medio de una hilera de manzanas viejas de dos siglos amputando tres arcos del lado derecho del Cabildo, como río en la búsqueda de la Plaza Lorea. Su cabecera fue siempre la Plaza de Mayo (despojada de la Recova colonial) con la naciente Casa Rosada roquista rediseñada por el otro italiano que era el capo de la arquitectura nacional: Francesco Tamburini.
Pero su remate tardó bastante en definirse hasta que, el presidente Miguel Juárez Celman terminó con los debates acerca de la localización del Palacio del Congreso y la dispuso al final de la Avenida para lo que se creó la Plaza del Congreso. Recién poco antes de 1900 se completan la total apertura cuando ya está definido el concurso del edificio del Parlamento Nacional adjudicado a Vittorio Meano. Resulta entonces que la avenida también se convierte en eje cívico-político que une las dos representaciones de dos poderes de la República: el Ejecutivo y el Legislativo. La Diagonal Norte, después del Centenario, completará el eje con el Palacio de Tribunales, emblema del Judicial.
Mientras toda esta operación pública se desarrollaba y se completaba en 1913 con la apertura de la línea A, el primer subte de América Latina, las reducidas nuevas manzanas de la avenida-salón se fueron poblando de grandes y pequeños edificios diseñados por arquitectos e ingenieros argentinos y de diversos países europeos. Estas construcciones servían a diversas funciones: oficinas, viviendas, teatros, cafés, hoteles, sedes de diarios y revistas, que animaron la vida del gran boulevard por varias décadas. Se transformaron además en un ecléctico repertorio de estilos (academicismos e historicismos varios, clasicismos diversos, art nouveaus, art decos) armonizados por normativas urbanas que posibilitaban una homogeneidad en la diversidad acentuada por el uso casi exclusivo del revoque símil piedra en las fachadas. Y desde el punto de vista tecnológico, surgieron como una verdadera colección de estructuras y sistemas constructivos que utilizaron materiales muy diversos y osaturas variadas: mampostería de ladrillos, hierro fundido, acero, ferrocemento, bovedillas, hormigón armado. A esto se sumaron adelantos como los primeros ascensores instalados en el país, sistemas de calefacción, correo neumático o iluminación eléctrica.
En las manzanas de la avenida conviven monumentos de gran jerarquía como el Palacio La Prensa, el Pasaje Barolo o el Hotel Majestic junto a edificios de menor escala pero de gran valor patrimonial por integrar un conjunto que es una pieza única de la cultura arquitectónica, urbana y técnica de la Argentina, de gran valor a nivel internacional. Esta suerte de “museo del eclecticismo argentino” comenzó a ser afectado por demoliciones y nuevas construcciones a partir de la década de 1960 siguiendo los dictados de los nuevos códigos de planeamiento urbano. Esta depredación comenzó a revertirse a mediados de los años ochenta cuando empiezan a reglamentarse su preservación. Esto termina con la declaratoria de Área de Protección Histórica porteña, con varios de sus edificios catalogados o declarados Monumento Histórico Nacional, y con el conjunto de la avenida con todas sus manzanas y las plazas de Mayo y del Congreso como Lugar Histórico Nacional.
A pesar de estos valores, reconocimientos y protecciones parece que aún quedan intersticios burocráticos o legales para realizar demoliciones como la del edificio que, frente al Hotel Castelar, lleva los números 1137/43/45. La desaparición de esta pieza afecta y mucho, el valor de toda la colección de la avenida. Hay que encontrar soluciones para que esto no vuelva a ocurrir nunca más.
* Arquitecto, vocal de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos.
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