Sáb 06.08.2016
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Mal planeada, mal pensada

La provincia de Córdoba está por demoler a medias una espectacular obra de Tamburini, sin escuchar reclamos ni planes alternativos. Un daño grave e inminente a un patrimonio nacional.

› Por Sergio Kiernan

La ciudad de Córdoba era una de las maravillas de este país, con tesoros coloniales como la catedral favorita de más de uno -y en piedra, suerte de cordobeses- y una ciudad con un excelente siglo 19 y un mejor arranque de siglo 20. Luego, a la Docta elegante le pasó lo que al resto del país y hoy no es posible ver ni siquiera su catedral sin un horizonte de torres de pésima calidad, feas y fuera de escala. Esta tendencia se profundizó en estos años con una suerte de manía del gobierno provincial por hacer obras arruinando grandes edificios públicos. Con las mejores intenciones, los “moderniza”, los demuele parcialmente y los deja mestizados, maltratados como patrimonio. El nuevo emprendimiento es la formidable cárcel construida por nuestro primer Director de Obras Públicas, ese gran tano contratado por Roca, Francesco Tamburini, que entre tantísimas otras cosas terminó la Casa Rosada y comenzó el Teatro Colón.

Como explica Fabio Grementieri en esta misma página, la Unidad Penal Uno de la provincia fue en su momento lo más avanzado en arquitectura penitenciaria. Es un panópticon, el tipo de cárcel donde todo puede verse desde puntos centrales, con lo que los pasillos y pabellones se ordenan como rayos de una rueda, partiendo de un foco central. Aireadas, con mucho verde exterior, techos altos y diseños sanitarios, estas cárceles fueron en su momento modelos de humanismo aplicados a una actividad, esencialmente negativa, penosa.

Pero la prisión ya no se usa y ahora es vista estrictamente como un terreno mal ocupado, seis manzanas de muy alto valor comercial. Por cómo hablan de ella las autoridades provinciales, la intención era cargársela y listo, atraco evitado porque cuatro pabellones fueron preservados por orden judicial como lugares de la memoria: eran los reservados a presos políticos. El plan actual es de un vandalismo morigerado por la fuerza, que implica demoler 12.337 metros cuadrados de los 28.669 que tiene el edificio en total.

Para empezar, se pierde toda idea del planteo de un panopticón, porque se rompe la simetría del edificio. Por supuesto, se demuelen los murallones para “abrir” el lugar a la comunidad y, según los render, se decora todo del modo más zoncito posible. Van a dejar en paz la capilla, que tiene el techo de madera policromado de la foto, porque ahí daba misa el Cura Brochero, y en Córdoba ni el actual gobierno se le anima. Pero, con tanta demolición, llama la atención que se planeen pabellones de reemplazo, en vidrio y metal, de una pobreza de diseño notable. Si no hacen falta tantos metros ¿por qué construir? Y si hacen falta ¿por qué demoler?

Según parece, en Córdoba crece la protesta por la idea porque este bodrio destructivo no es ni remotamente el primer caso. Los locales están viendo una interminable obra en la misma casa de gobierno provincial, realizada con completa indiferencia a las reglas más básica del tratamiento a edificios de valor patrimonial. Las ONG y grupos de profesionales señalan además que por primera vez el gobierno provincial consultó al municipal, que tiene un Concejo Asesor de Patrimonio, pero siguió haciendo anuncios y mostrando renders a futuro sin esperar que el CAP se pronunciara. También ignoró a las facultades especializadas de ambas universidades locales, y no le dio ni la hora a las protestas ciudadanas. Al mejor estilo PRO, el gobierno provincial sí dijo que está “escuchando a los vecinos en sus necesidades”.

Ya se sabe cómo terminan estas cosas, con un edificio demolido a medias, con implantes mal pegados porque están hechos con las ideas y los materiales equivocados. Córdoba está a tiempo de salvar la obra de Tamburini, tener el centro cultural, de encuentros y de espacio verde que necesita, y no romper una de las piezas patrimoniales que nos hacen el país que somos. Basta escuchar un poco y hacer las cosas por las reglas del arte.

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