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Sábado, 27 de septiembre de 2003

De vuelta en un convento

Casa FOA inaugura este viernes en el viejo edificio de Alsina y Piedras. Son 35 expositores que mantienen la idea de diseño de alto concepto en instalaciones interesantes.

Este año es más compacta, lo que posiblemente la beneficia. Y así como el año pasado reflejó el marasmo del país, en éste muestra un equilibrio mayor. Casa FOA 2003 abre sus puertas este viernes en la Casa del Patio de la Reconquista, con 36 expositores y su habitual estilo de instalaciones de alto concepto.
Por alguna razón, a FOA parece beneficiarle los claustros monásticos. El de Alsina 824 es de los más viejos de la ciudad, aunque el predio actual sea de la segunda mitad del siglo 19 y obra de Rómulo Ayerza, que le dio un cierto toque bizantino y garbosas galerías. El lugar es mucho más viejo y se ganó su nombre como fortín en las batallas contra los ingleses. De hecho, en su patio yacen patricios caídos en acción y tuvo su bautismo de fuego la infantería de marina.
Como ya ocurrió con Santa Catalina, el hotel de Inmigrantes, la Casa de la Moneda, un dock, el apostadero naval y el espléndido Tattersall de Palermo, Casa FOA puso en valor el edificio, que hoy se vuelca hacia la plaza que lo une con el Hotel Intercontinental.
El comienzo de la exposición es al aire libre y con jardines ornamentales, que reúnen aires de vanguardia con topiarios clásicos de Gicovate y Weinberg, tratados muy a su manera. Tal vez por las asociaciones coloniales del lugar, son especialmente aptos e interesantes los espacios de museo de Miremont y el anticuariado de Eguiguren, ambos con piezas de real valor.
Muchnik presenta uno de sus ambientes infantiles muy bien resueltos, también hay tres ámbitos culinarios muy diferenciados. En uno, una suerte de oficina-estar-kitchenette, los artefactos más que minimalistas de Whirlpool se integran notablemente con sus primos electrónicos, como los equipos de audio, y forman armónicamente parte del ambiente. Otra cocina es de uso más convencional, y se destacan las interesantes bachas de varios niveles y las heladeras especiales para vinos. La de Paula de Elía tiene la originalidad de que sus partes son móviles, sobre ruedas, y su cocina tiene un extraño método de plegamiento eléctrico que, al cerrarse, deja el artefacto transformado en un cubo puro.
Hasta un garito hay en Casa FOA, en el espacio de Philippe Deroy, que entre piezas art déco de varios anticuarios instaló una perfectamente inusitada ruleta de mano, con fichas nacaradas, cortinados dramáticos y luces tenues. Para los clásicos, la instalación de Anzoátegui y Gorostiza se compone de una mesa Tulip de Saarinen, de 1956, rodeada por un sellón DAX de Charles Eames, de 1948, una Bertoia Side Chair 420-2 de 1951 y una lámpara PH Artichoke de 1958, firmada por el danés Poul Henningsen, todo vigilado por una pared enológica.
Milagros Resta tomó un estrecho ambiente donde todavía campea un piletón con rústicos azulejos y una leñera, y lo pobló de flores, armarios y un notable frente de chimenea. Hay dos baños-instalación, uno con unos llamativos azulejos vidriados, y otro con una clara vocación pop en muros de fotos que hasta te dejan nervioso. El último gran ámbito es el patio del claustro, que permite apreciar la nobleza del edificio y el gran error de ambientación de la muestra: en su centro se alza una vieja estatua de Santa Clara, al que le revistieron el pedestal con espejos. Eso le da un aire de decorado de peluquería y deja vagamente incómodo al que tenga alguna memoria de lo que era respetar ese tipo de iconografía.
Esta vigésima edición de Casa FOA abre desde el 3 de octubre hasta el 9 de noviembre, todos los días de 11 a 20, con entrada de 12 pesos excepto para estudiantes y jubilados, que los lunes y martes pagan ocho pesos.

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