Organizado por el INTI, la Red Nacional de Adultos Mayores y la Defensoría del Pueblo, un concurso de diseño para adultos mayores fue el disparador para profundizar una temática poco abordada en nuestro país y en el mundo.
Por Luján Cambariere
¿Qué queremos
decir cuando hablamos o anhelamos un diseño para todos?: ¿Un diseño
que se adapte a las necesidades y requerimientos de todo tipo de usuario? ¿Un
diseño que se adapte a todos los bolsillos? ¿Un diseño
que contemple a los excluidos de tercera edad o con algún tipo de discapacidad?
Son bienvenidas las propuestas que intenten ahondar de manera seria y crítica
en territorios tan poco transitados. Mucho mejor si además se incluye
en ellas desde el inicio a los protagonistas, los adultos mayores, máximos
interesados en buscar alternativas de diseño que mejoren su calidad de
vida.
Esto fue lo que pasó en el Concurso de Diseño 2003 Diseño
para todos Edición Adultos Mayores, organizado por el Instituto
Nacional de Tecnología Industrial (INTI), la Red Nacional de Adultos
Mayores y la Defensoría del Pueblo, que la semana pasada premió
a sus ganadores. Del lado de los organizadores, las propuestas fueron extremadamente
elaboradas, claras y precisas. Del lado de los concursantes, en su mayoría
diseñadores industriales de todo el país, comenzó a verse
cierto compromiso por una realidad todavía novedosa.
Sentar las bases
El concurso se dividió en dos etapas. En la primera, los organizadores
se tomaron el trabajo de realizar una convocatoria de ideas. El objetivo fue
que los adultos mayores participen activamente en el relevamiento de sus necesidades
y requerimientos. Así, mediante talleres en distintos ámbitos
(centros de jubilados, hogares de ancianos) y lugares del país (San Luis,
Córdoba, Chubut, ciudad y provincia de Buenos Aires, Misiones y Mendoza)
se confeccionaron fichas identificando los problemas y sus consecuencias para
la vida cotidiana en los ámbitos relacionados con la movilidad, la seguridad,
la recreación, la comunicación, la salud y la convivencia.
Con este concurso quisimos instalar la solución de los problemas
concretos de la gente, desde la producción y el diseño,
resume Marina Pérez Zelaschi, ingeniera responsable del Programa ProDiseño
del INTI. El de los adultos mayores es un problema mundial, que en muchos
casos no tiene solución real en ninguna parte. Desde el INTI hablamos
de diseño universal, es decir un diseño nuevo e innovador
para todos, que contemple las necesidades de los más necesitados y que
sea beneficioso para todos, desde la concepción del producto; en caso
contrario terminamos poniendo parches a los objetos. Cuando los
productos tienen esos anexos terminan siendo discriminatorios y
aquellas personas que no necesitan de esos parches suelen rechazarlos.
Hay problemas en nuestra vida cotidiana que por ser tan obvios y habituales
no vemos. Dar respuesta a ellos es lo que nos motivó.
Necesidades básicas
insatisfechas
La movilidad reducida que dificulta trasladarse tanto dentro de sus casas como
en espacios públicos y que vulnera la intimidad en situaciones cotidianas
como el aseo personal o el vestirse, fue una de las problemáticas a resolver.
Otro problema expresado fue el de las veredas desparejas, con obstáculos
que dificultan el desplazamiento así como la accesibilidad en transportes
públicos (escalones y agarres de colectivos y escaleras). La comunicación,
desde la parte visual y la auditiva, como la señalética y medios
de comunicación masivos, que contemplen el tamaño adecuado de
las letras, los colores, los contrastes, la claridad del mensaje y las alturas
de lectura también surgió con una cuestión a atender, así
como el etiquetado de los medicamentos y la forma diferenciada de los comprimidos.
Pero fundamentalmente el de la recreacióny la compañía.
La posibilidad de poder usar de manera efectiva su tiempo en lugares adecuados,
con buena luz y con herramientas o elementos de fácil manipulación
que les permitan, por otra parte, paliar un poco la soledad o el aislamiento
que muchos padecen.
Criterios de selección
Así dadas las cosas, el jurado integrado por el diseñador Hugo
Kogan, los arquitectos Eduardo Frank y Norma Sharovsky e integrantes de los
equipos organizadores, entre otros, priorizó el grado de utilidad y la
viabilidad técnico-económica pero, sobre todo, que fuesen productos
que aportaran a la integración. Muchos productos que se idean tienden
a problematizar aún más situaciones sencillas de la vida cotidiana
de estas personas, como los dispositivos de medicación automáticos
que apelan a complicados sistemas de aprendizaje para poder utilizarlos. No
toman en cuenta las dificultades de visión o control fino en la manipulación
por parte del potencial usuario. Muchos tienen un carácter más
de invento sin llegar a tener una resolución desde el punto de vista
del diseño y otros queriendo ayudarlos en determinadas tareas, los terminan
excluyendo o discriminando como ciertos andadores o sanitarios, explica
Raquel Ariza, diseñadora industrial y Coordinadora del Programa ProDiseño
del INTI.
No fue casual que el jurado otorgara el primer premio a Cecilia Lasagno Suganuma,
una diseñadora industrial mendocina de 25 años recibida en Universidad
Nacional de Cuyo, que creó un gimnasio terapéutico en madera sustentable
con tratamiento para exteriores. Un producto que sin dudas coloca a los adultos
mayores en un lugar activo y positivo, además de integrarlos, ya que
éste puede ser utilizado por otras personas, desde chicos a grandes.
Desde el punto de vista económico productivo, dado su simplicidad es
factible de ser fabricado y coherente con el contexto que se plantea.
La autora da su justificación: Lo que más me interesa resaltar
del proyecto son los aspectos emotivos que me impulsaron a realizarlo. Mi seudónimo
en el concurso fue obaasan que en japonés significa abuela.
Mis abuelos maternos son japoneses, ahora sólo tengo a mi abuela y con
ella tenemos mucha afinidad. Ella forma buena parte de mis impulsos por lo que
mi trabajo final de la facultad estaba ya dirigido a la tercera edad. El concurso
fue mi oportunidad para mostrarlo, sobre todo porque es muy raro que se realicen
concursos con esta temática. Es triste, pero a poca gente le interesa,
tal vez porque pensamos que nos falta mucho para llegar a esa etapa de la vida.
¿Por qué un gimnasio? Porque siempre que iba me parecían
sumamente fríos con esos aparatos de caño negro que más
que incentivar, deprimen. Además los gimnasios no están pensados
para que la actividad sea más integradora y en el caso particular de
la tercera edad, esto es fundamental, señala Lasagno.
El segundo premio fue otorgado a un moderno sistema de ortopedia de estética
deportiva creado por los diseñadores Emilio Bargo y Juan Esteban Fisch.
Intentamos crear una imagen relacionada con el movimiento y la ergonomía
y no las habituales estructuras de caño que se asemejan más a
un andamiaje estático que a facilitar la movilidad de las personas. Además,
lo más novedoso es que cuenta con una articulación que permite
al usuario el paso de la posición erguida a sentado y viceversa,
cuentan.
Y el tercer premio, a la Mecedora Tandem de Juan Manuel Cusi. Un
producto que plantea una visible intención de integración de generaciones
diferentes como nieto y abuelo. Cuando leí las bases del concurso
me llamó mucho la atención el problema de la soledad. Por eso
apunté a un producto para compartir, señala.
Diseño para todos, es otra forma de decir diseño para uno,
remata Lasagno, como otro modo de explicar que de este concepto de diseño
más inclusivo depende nuestro bienestar futuro.
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