Sáb 07.02.2004
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La Farnsworth a salvo

Cómo una ONG y un ente público lograron comprar una obra amenazada de Mies van der Rohe, movilizando al público en una rápida colecta.

La casa Farnsworth, una de las únicas tres viviendas particulares construidas por Mies van der Rohe de este lado del Atlántico, está a salvo. La caja de cristal, edificada en un amplio lote rural cerca de Chicago, que fue cuidadosamente modificado y plantado por Mies, estaba en venta y ya se había anunciado que los dos ofertantes más serios pensaban desarmarla y llevársela a otro lugar. Esta obra maestra del modernismo fue comprada por dos instituciones que pensaban que casa y paisaje eran uno, que Mies había diseñado en función del lugar, y que ambos elementos no podían separarse. La historia de cómo se logró el rescate es un ejemplo tanto de la mentalidad de cuidado del patrimonio como de la diferencia que hace que la gente se interese en el tema.
Mies construyó la casa en 1951 para la doctora Edith Farnsworth en lo que hace medio siglo era campo abierto y hoy es el pueblo de Plano, Illinois, a 90 kilómetros de Chicago. La doctora recibió de su arquitecto una perla abstracta, de vidrios y luz, casi inmaterial y perfectamente absorbida por lo que la rodeaba. Farnsworth nunca modificó su casa –que primero usó como quinta y luego como hogar de su vejez– ni cambió el mobiliario diseñado por Mies.
Hace 35 años, la casa fue comprada por un inglés, lord Peter Palumbo, millonario constructor que colecciona casas modernistas y también tiene una de Frank Lloyd Wright en Pennsylvania y una de Le Corbusier en París. Palumbo fue un custodio ideal que usaba la casa ocasionalmente, la mantenía en perfectas condiciones y se gastó medio millón de dólares en restaurarla después del desborde del cercano río Fox, en una obra dirigida por Dirk Lohan, el nieto arquitecto de Mies. Todos los reportes de historiadores y especialistas que visitaron Farnsworth coincidían en que la casa lucía como nueva.
Palumbo hasta había encontrado soluciones preservacionistas a problemas que Mies ignoraba olímpicamente y que habían llevado a que la doctora Farnsworth hasta lo llevara a juicio. Por ejemplo, los mosquitos: para furia del arquitecto, su clienta puso mosquiteros en los enormes paños de vidrio móvil. El lord hizo drenar bien el terreno y cambió los pastos largos, pampeanos, del lugar por césped corto, con lo que se acabaron los mosquitos. La doctora tuvo que habituarse, sin embargo, a vivir en un Mies de 25 por 9 metros, sostenido por ocho columnas de acero a un metro y medio del nivel del suelo, construido en acero pintado y vidrio, y sin paredes internas. Un día, saliendo de la ducha, la señora se encontró con un grupo de turistas japoneses que fotografiaban con entusiasmo.
Lord Palumbo anunció el año pasado que la casa se remataría en diciembre, en Sotheby’s, y se calculaba que el precio final sería de entre 4,5 y 6 millones de dólares. Museos, coleccionistas y ricos diversos se entusiasmaron con la idea de comprarse la Farnsworth, y entre los preservacionistas surgió la preocupación de que en varios casos se hablaba de trasladarla a diversos destinos, Hollywood incluido.
Entonces intervino el Estado. El gobierno de Illinois anunció que podría comprar la casa, para mantenerla en su lugar como museo y atracción cultural. La buena noticia duró lo que un suspiro: en cosa de semanas se supo que en realidad no había fondos públicos para semejante inversión.
La situación fue salvada por dos entidades patrimonialistas, una pública y una privada. El Consejo de Preservación del Patrimonio de Illinois -LPCI, en inglés– y el National Trust anunciaron que pondrían un millón de dólares cada uno e impulsarían una colecta para juntar la diferencia. En Illinois, como en casi todo Estados Unidos, la legislación patrimonial es escasa, despareja y contradictoria, y en este caso no había recurso legal para preservar la casa o limitar su traslado.
Lo que quedaba era reunir el dinero y simplemente comprarla, y el National Trust fue protagonista del tema. La entidad es un gigantesco club de amigos del patrimonio que ya posee y administra 22 edificios históricos, incluyendo dos casas de Wright, una plantación del siglo XVIII en Virginia, la sinagoga de Touro en Newport, Rhode Island y variasmansiones de campo en varios estilos. Sin recibir un níquel del gobierno, el Trust es un campeón en hacer el patrimonio viable y cuenta hasta con una cadena de hoteles afiliados que tienen en común ser edificios de valor histórico, restaurados y preservados con cuidado. El Trust es además una fuente de recursos técnicos, de publicaciones y ayuda para los que tienen una vivienda o edificio de valor patrimonial y quieren repararlos como corresponde. Y sus campañas para salvar lugares históricos ya son famosas en Estados Unidos.
La maquinaria logró reunir 4,7 millones de dólares en cosa de meses, con lo que el Trust y el Consejo pudieron ofrecer 6,7 millones en el remate. La Farnsworth no se moverá y las instituciones están preparando un plan para abrirla al público que implica la construcción de un acceso pavimentado y un edificio de servicios, todo fuera de la vista para no arruinar el concepto de Mies.
Más allá de los números inimaginables en la Argentina, la historia es llamativa porque la movilización de personas que pusieron mucho o poco dinero para salvar un bien cultural, lo hicieron a través de una ONG y para preservar un ámbito: la Farnsworth no iba a ser demolida, era un bien precioso y carísimo, pero iba a ser movida de lugar.

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