La vida después de la protección
Un estudio de la vida económica del casco histórico demuestra que, lejos de matar o congelar los barrios, la protección patrimonial les da una nueva vida, más próspera y estable.
› Por Sergio Kiernan
Cuando San Telmo fue protegido, en tiempos de militares y autopistas, las protestas interesadas se presentaron como “sentido común”: la protección histórica iba a matar económicamente al barrio. Este argumento resultó ser falso, pero todavía circula, cachuzo pero convincente, cada vez que se extiende la protección a nuevas áreas o lugares. Por eso resulta importante un estudio del casco histórico que publicó recientemente la Ciudad y se concentra en su vida económica. Con detallados números y ejemplos, el trabajo demuestra que la protección patrimonial no elimina la actividad económica, que en muchos casos la hace crecer con energía, y que posibilita nuevos usos y actividades.
Desarrollo Económico y Gestión del Patrimonio es un librito editado por el gobierno porteño, pero saludablemente libre de burocratez. Su objeto, dice el prólogo firmado por Eduardo Hecker y Silvia Fajre, secretarios de Desarrollo Económico y Patrimonio Cultural, respectivamente, es “el valor económico y el potencial de los bienes de valor patrimonial como dinamizador de recursos, es decir, como factor que contribuye al desarrollo económico”.
De las muchas definiciones de patrimonio, se elige una cuerda y útil: “Un bien no renovable, un capital generado por el conjunto de la sociedad”. Este tesoro que creamos entre todos debe ser no sólo custodiado sino integrado a la vida económica de la ciudad. En resumen, debe ser sustentable y no una pieza de museo.
El trabajo se concentra en tres sectores definidos del casco histórico: el área Avenida de Mayo, el área Montserrat textiles y San Telmo “chico”, la zona más ajustadamente turística del barrio, entre el Bajo y Bolívar. Con base en el censo económico de 1994 y un relevamiento propio realizado el año pasado –con recurso a varias fuentes de información de la Ciudad-, el estudio pinta los cambios económicos de una década completa concentrándose en el comercio, los servicios y las industrias urbanas autorizadas, como panaderías y textiles, y dejando afuera las actividades comerciales que se realicen en casas particulares, las oficinas, los estudios profesionales y las fábricas propiamente dichas.
El panorama que surge es variado. Avenida de Mayo sigue siendo comercial y un fuerte polo administrativo y de oficinas. San Telmo ya tiene una clara impronta turística y de esparcimiento que, lejos de las advertencias agoreras, le dio una energía propia. Montserrat parece estar en una transición de ser el “garment district” de Buenos Aires a usos más mixtos, donde los textiles no son preponderantes. Suele ocurrir que barrios especializados sean muy afectados por nuevos panoramas económicos que no controlan, como la baja de la industria textil del país.
El casco histórico concentra el 20 por ciento del patrimonio edificado, el 70 por ciento de los edificios ya catalogados, el 30 por ciento de los cafés notables, el 41 por ciento de las milongas y cenas-show, el 15 por ciento de los espacios culturales y 31 museos. Su vida económica es compleja y con un fuerte énfasis administrativo en su lado norte, que toca la city y contiene dos de los poderes nacionales. La densidad poblacional es de 343 habitantes por manzana, muy similar a la de Recoleta –367 personas por manzana–. Curiosamente, la región histórica tiene valores inmobiliarios promedio que son apenas la mitad de los de la Zona Norte y Belgrano.
Esto no refleja apenas modas o percepciones de status, también muestra el potencial de desarrollo de una parte de la ciudad que contiene cientos de edificios lindos, históricos y baratos, condición previa para el fenómeno de “renacimiento” de tantos barrios históricos en el mundo. Los precios son además un factor en la notable estabilidad comercial de las tres áreas estudiadas. En el Montserrat textil, los locales comerciales abiertos subieron de 742 en 1994 a 859 el año pasado. Más aún, 400 de esos locales no cambiaron de rubro en toda la década. Los cambios registrados muestran un aumento leve del comercio, uno alto de los servicios y unabaja drástica de la industria local. Lo que más aumentó fueron los locales gastronómicos y la hotelería.
Avenida de Mayo muestra un claro aumento de los locales abiertos, que pasaron de 490 a 645 en diez años, con 293 dedicados al mismo rubro. El mayor aumento es, nuevamente, el de servicios, con los gastronómicos a la cabeza y los tradicionales hoteles aumentando en número de 34 a 44, y un notable pico de instalaciones de oficinas públicas y sedes de asociaciones de todo tipo.
San Telmo es la zona estudiada que mayor aumento de su actividad económica registró. Los locales abiertos pasaron de 990 a 1518 entre 1994 y 2003. De los existentes hace una década, casi 600 locales siguen en el mismo rubro y más de 200 cambiaron. Bolívar y Perú son las calles con mayor número de locales nuevos, mientras que los pasajes del barrio, la diagonal Roca y la bajada de Hipólito Yrigoyen no registraron ningún cambio. Hubo un ligero cambio en la composición de actividades, con una baja del diez por ciento en el comercio y una suba de algo más en los servicios, lo que refleja el nacimiento de San Telmo como destino gastronómico, con un crecimiento de más del 100 por ciento en el número de restaurantes. Nuevamente, la hotelería creció y el barrio ganó 11 nuevos alojamientos. Y no sorprende que la abrumadora mayoría de los comercios del lugar se dedique a las artesanías, las antigüedades y la joyería.
En resumen: las tres áreas históricas protegidasmuestran un claro aumento de la actividad económica, el número de locales y la inversión. No es un mal panorama teniendo en cuenta la situación económica y la dureza de la crisis reciente. Y es una prueba de que la protección histórica es ciertamente sustentable.
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