Sobre el diseño y el consumo
› Por Matías Gigli
Mucho antes de que llegaran a ocupar cátedras en una facultad y hasta a ser reconocidos como una carrera universitaria, ya existía en nuestro medio gente que disfrutaba componiendo tipos o imágenes para facilitar la comunicación entre las empresas y la gente. La historia del diseño gráfico dio un vuelco de modernidad en nuestro país en la década del sesenta. Junto con la llegada del Pop Art y una nueva mirada a las artes plásticas con los nuevos conceptos de visión, el diseño gráfico hizo punta de lanza contra lo que se venía dando en el mundo de la plástica más institucional. Desde esos años en que el Instituto Di Tella era el denominador común y el punto de encuentro de la plástica en Buenos Aires, Raúl Shakespear trabaja en temas de diseño gráfico. Ahora, que ya no es más un pibe, con toda la experiencia sobre sus hombros de haberse formado en un ambiente en donde se cruzaba a diario con plásticos como Julio Le Parc, Rubén Fontana, Juan Carlos Distéfano o su hermano Ronald, comanda el estudio de diseño Shakespear-Veiga y prepara una retrospectiva en el Centro Cultural Recoleta. Es en su amplio espacio en el barrio de Belgrano donde trabaja dando forma y diseño a lo más preciado que tiene una empresa: su imagen.
Los industriales saben y desde hace mucho, que para poder vender sus productos primero hay que pasar por un estudio de diseño. Las especializaciones van a la orden del día: los hay en gráfica, industriales, de indumentaria o textiles, pero sobre todas las diferentes ramas lo que los une es la permanente investigación que se debe realizar para que los productos sigan manteniéndose a flote en el mercado.
Raúl Shakespear entiende el diseño como una fuente de generación de identidad. “Toda empresa necesita transmitir una imagen saludable, confiable de sí misma. Con más razón, una entidad vinculada a la industria de la salud, a sus productos o servicios que procuran el bienestar. La asepsia y actualización en la imagen y sus comunicaciones es como la desinfección de un quirófano: incondicional y permanente.”
A continuación, exhibe uno de sus últimos trabajos, para los laboratorios Elea. Apunta Shakespear: “Así como el individuo intenta vivir mejor, el marketing de la salud conlleva realzar los servicios y productos relacionados a la prevención, especialmente actualizando las comunicaciones de las entidades que los promueven. Es porque hablamos de la imagen de la salud y sin duda también de la salud de la imagen”.
Desde las tres probetas del antiguo isotipo de los laboratorios, el estudio acaba de rediseñarlo y hoy se incorporaron a la marca las viejas probetas organizando un alfabeto madre. Es así que se diseñó un único estandarte con un lenguaje identificatorio para las comunicaciones institucionales, publicitarias y packaging de la empresa.
Hoy, las marcas de productos y empresas deben enfrentar un mundo de alto consumo y desgaste visual, atestado de signos, saturado de estímulos y de agresiva competencia. Para poder subsistir hay que recrear la identidad constantemente. Se hace imprescindible para reforzar la credibilidad con la gente eludiendo la competencia visual. Toda marca debe luchar contra su normal envejecimiento, sobre la pérdida de dinamismo y sobre la presión externa. Desde Shakespear-Veiga trabajan en temas de ingeniería corporativa: la idea es poner en línea, actualizar imágenes, lograr que sus clientes que son las empresas se mantengan jóvenes y atractivas dentro del mercado para seguir sustentando un sistema de identidad eficiente y pregnante. Respondiendo a un programa de identificación sistemático, planificando las aplicaciones con rigor y frescura imaginativa que requiere el momento. Para salvaguardar el bien más preciado: la marca.