Sáb 27.03.2004
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Junto al agua

La Estilo Pilar de este año tiene un tema y un decorado, el río, y se abre en la Bahía Grande del Nordelta, en Tigre. Y va con puerto, barcos ambientados, un pueblo ribereño y un faro-museo.

› Por Luján Cambariere

Nació como un evento solidario –lo recaudado se destina a obras en el sector salud de la Asociación Amigos del Pilar– y ya se coló en el calendario local como la muestra de decoración al aire libre del año. Captando el fenómeno de los barrios privados, esta edición ancló hasta el 18 de abril en la Bahía Grande de Nordelta en Tigre, donde arquitectos, decoradores, paisajistas e ingenieros agrónomos pusieron su ingenio al servicio de un nuevo estilo de vida que tiene al agua y el verde como grandes protagonistas. Con vista a la laguna, crearon un pueblo y un puerto imaginario escoltado por muelles, barcos y hasta un faro.

El puerto
El agua es el eje de esta edición. “La consigna para los arquitectos y decoradores fue proyectar construcciones que contaran historias o inventaran personajes, pero que todo ocurriera en cáscaras de madera, chapa y vidrio armadas en seco”, explican los organizadores. Así, empezando por el puerto se pueden recorrer las simpáticas construcciones en madera de la decoradora Marcela Rodríguez Barrena. Un rancho de río, refugio de un carpintero y una pintora, que atesoran “objetos del alma” como ponchos y aguayos del Altiplano, platería mapuche, pantallas de lámparas y cuenco en ráku (antigua cerámica precolombina) y candelabros y fuentes de hueso y alpaca.
Una matera de nuestro tiempo creada por Christine Firmín Didot con camastros semicirculares enfundados en gabardina blanca con detalles de almohadones de terciopelo verde agua, una mesa ovalada de incienso, una consola de algarrobo y una lámpara de pie con pantalla de organdí que conviven con toques más rústicos como una barra y taburetes hechos con troncos de pino y almohadones de oveja, todo reunido alrededor de una gran salamandra de hierro.
También hay casas en palafitos, obra de los decoradores Ernesto Marega y de nuevo de Marcela Rodríguez Barrena, para El Mimbrero de Pilar, ambientadas con sillones de fibras naturales, cortinas de bambú patinadas en tonos pastel, farolitos de hierro con velas, mesas de rafia con caña malaca y un original ventilador de ratán con paletas hechas con abanicos de palmas de Indonesia.
Hay una cocina mediterránea del estudio de arquitectos Estrada, con detalles como cenefas de zinc aplicadas a los bajomesada y una tintineante araña decorada con cucharas antiguas.
La guardería náutica de impronta romántica de Milagros Resta, llena de deliciosos géneros Liberty y patchwork, flores, velas, vajilla y copas antiguas y muchos caireles. Además de un multiespacio de seis metros cuadrados ideado para una pareja de viajeros por la arquitecta Marisa Gallo y Arquinova Casas; un refugio de poeta con muebles de estilo signé Simpson; el de un bodeguero hecho por el estudio Díaz Navarro y la de una artista especializada en joyas ideado por María Rusconi donde se destacan los muebles de madera de incienso y pergamino con una técnica a lustre a muñeca con goma laca de su autoría y obra de los artistas Nora Correas y Hernán Dompé, entre otros.
Por último, el faro, obra conjunta de la arquitecta Luisa Miguens, el estudio Parisio-Sánchez Izquierdo y el estudio Basso-Fonte Rosa oficia de museo náutico. Allí se recorre la relación del hombre con el mar y el río mediante trajes y fotos antiguas, pinturas y esculturas, maquetas, instrumentos náuticos e hidrográficos, una colección de faros y otra de anclas, la obra de Diego Solsona y de José María Díaz Colodrero y juguetes. Hasta el Museo Quinquela Martín prestó algunos de sus mascarones de proa para este pequeño aporte cultural que muchos van a valorar.

El spa en casa
“Vivir el agua” es la consigna de las construcciones que miran a la bahía, por eso dos importantes estudios de arquitectura trabajaron en propuestas de spa caseros. Ideas que incluyen revolucionarias piletas, decks de madera, duchas, saunas y yacuzzis, perfectamente integrados a la ribera con diseños donde aparecen tensores de acero y cúpulas de cobre que asemejan velas náuticas y gallardetes. El caso del estudio Vaccarezza, Tenesini & Angelone impacta por lo domotizado (simplemente tocando botones se corren cortinas, encienden luces o esparcen aromas) y el de Deferrari-Parrado por su diseño símil proa de barco.

El barco
Una de las perlitas de la muestra es un barco de río de los años ‘30 de estructura de acero y madera de cedro lustrada aggiornado para la ocasión por Philippe Deroy. “Traté de rescatar el espíritu de esa época agregándole una influencia oriental bien contemporánea”, cuenta Deroy. Para eso enteló el interior con rafia, sumó detalles decó como lámparas cromadas de Guevara y apliques de porcelana e incorporó toques orientales como una mesa de madera laqueada en negro que fijó en la cubierta, una bandera japonesa, cajas laqueadas y blanquería en natural, rojo y negro.
El verde
Es el otro gran protagonista de la muestra. Este año más que nunca, la apuesta pasa por las plantas del lugar. Paisajismo de ribera, que se le dice, donde la consigna fue respetar la flora autóctona diagramando jardines silvestres. Así se ve mucho sauce criollo, vara dorada, cola de zorro, juncos, ceibos y talas, entre otros. Aunque también jardines de estilo zen como el de la ingeniera agrónoma María Alejandra Di Fabio donde se dan cita distintos elementos de la naturaleza (piedras, metal, madera) junto a papiros, cañas enanas y algunas flores coloradas.

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