Sáb 29.05.2004
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Restaurando un jardín

Estados Unidos tuvo su época europeizante, en la que campos y suburbios se poblaron de grandes residencias que tocaron, como las estancias argentinas, todos los estilos clásicos y vernaculares. Una mayoría de esos edificios ya desaparecieron, unos cuantos encontraron nuevos usos y una ilustre minoría fue preservada por instituciones como el National Trust, museos o asociaciones patrimoniales. Regularmente, los norteamericanos entran en aventuras de restauración destacables, y en este momento una de las más atractivas toma no un edificio sino un formidable jardín.
Greenwood Gardens nació hace un siglo en lo que era el campo de Nueva Jersey, de la mano de un desarrollador inmobiliario. Joseph Day se enteró de que el Estado planeaba crear una reserva natural de mil hectáreas en el condado de Essex, con vista a la bahía de Nueva York. Fue a visitar el lugar, a 30 kilómetros de sus oficinas en Manhattan y con cómodo acceso en tren, y en 1906 se compró 40 hectáreas pegadas a lo que luego fue la Reserva South Mountain.
Day construyó una simple casa de madera en estilo victoriano y se dedicó a disfrutar de su bosque. La casa se quemó en 1911, y Day decidió aprovechar el desastre para mejorar su estilo de vida. Contrató al por entonces famoso arquitecto William Renwick, que le construyó una villa italiana de tres pisos con terminaciones Arts and Crafts. Renwick completó la obra con un extenso sistema de jardines formales en el estilo italiano, con grutas, loggia, cancha de tenis en estilo “imperial”, piletas ornamentales, 14 fuentes, bosques de esculturas y obeliscos, y kilómetros de senderos. La obra implicó grandes movimientos de tierra, nivelaciones y escalinatas, que crearon vistas y puntos de fuga.
Los Day vivieron muchos años en la casa, que funcionaba además como una granja tan eficiente que se divertían vendiendo sus verduras a los vecinos con un carro tirado a caballo. Hacia 1950, la propiedad, reducida a 9 hectáreas –el resto fue utilizado en los ‘20 y ‘30 para desarrollos inmobiliarios– fue vendida a Peter Blanchard, un próspero abogado de la IBM, que prontamente demolió la casa italianizante, a la que encontraba “horrible” y la reemplazó por una neocolonial americana, en ladrillo rojo y terminaciones georgianas. Por suerte, Blanchard no alteró los jardines, excepto por algunas camas de flores y una espeluznante pileta de natación azul-agua en medio de la mayor fuente del jardín.
En septiembre de 2000, Peter Blanchard Jr. heredó la propiedad y se encontró con un problema. El joven Blanchard ya tenía su rincón en el mundo –una granja costera en la remota Maine– y no tenía intención de cambiarlo por el ya más suburbano Greenwood. A la vez, no podía simplemente vender su hogar de la infancia, todavía abarrotado con las colecciones de antigüedades y pinturas de sus padres.
Fue entonces que contactó una asociación preservacionista, Garden Conservancy, y terminó creando una sociedad para restaurar el lugar y transformarlo en un jardín abierto y en un centro de educación en preservación de parques históricos.
Tiene sentido, porque la mayoría del trabajo de restauración que necesita Greenwood no pasa por lo convencional. Grutas, esculturas y sobre todo los sistemas de agua de las fuentes están siendo reconstruidos y limpiados, es cierto, pero la real aventura está en las hectáreas de jardines. En tiempos de Day, ocho jardineros trabajaban todos los días manteniendo el lugar bajo control. En tiempos de Blanchard, los canteros se hicieron salvajes y los setos explotaron, tras años de no ser podados. El plantío del jardín apenas se adivinaba bajo los follajes descontrolados. Con ayuda impositiva del Estado, Green Conservancy abrió a principios de mayo un taller abierto en el que se puede ver y participar de los trabajos de poda que van despejando sectores del jardín. Algunos de los prados vuelven a mostrar su esquema: fuente circular con putti o delfines, césped, borde de boj bien cortado y atrás árboles de follajes y alturas diversas, un muy movido sistema de formas. Un sendero circular de lajas reapareció cuando se cortaron las añosas ligustrinas que lo tapaban, y varias de las escalinatas pueden recorrerse como antaño.
Un proyecto a futuro es restaurar también un sector del bosque natural que cubría la región, hoy invadido por especies importadas y muy arruinado por los muchos ciervos que vagan por la reserva lindera. La idea es cercar unas hectáreas y limpiarlas de invasores, una experiencia poco común en revertir el impacto humano en bosques originarios.
Los trabajos pueden ser seguidos a través del sitio www.greenwoodsgarden.org.

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