Sáb 03.07.2004
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El Nudo de Reissig

Pedro Reissig volvió hace poco al país después de un exilio infantil en Nueva York, y llegó cargado de ideas. Desde Nudo Design crea productos como la línea Vacavaliente, con cueros revolucionados, bajo un concepto al que le buscó el nombre: tecno-morfología.

› Por Luján Cambariere

No hace tanto tiempo otros tomaron el concepto para usarlo en arquitectura. Hablaban precisamente de morfología estructural, estudiaban la relación entre la forma y la estructura y consolidaron una escuela de pensamiento llamada Estructuralismo. Eiffel, Paxton, Roebling, Maillart, Freyssinet, Gaudí, Nervi, Candela, Torroja, Wachsmann, Le Ricolais, Fuller, Peter Pearce, Frei Otto, Haresh Lalvani y uno que conocemos de cerca por su puente dedicado a la mujer en nuestro Puerto Madero, Santiago Calatrava. Exponentes de las también llamadas estructuras livianas.
Pedro Reissig se fascinó con ellos y particularmente con las leyes perfectas que se dan en la naturaleza y pueden ser aplicadas al diseño. Exiliado del país junto a sus padres a los cinco años, vivió en los suburbios de Nueva York. Hijo de padre genetista y madre pintora, primero optó por la carrera de Bellas Artes en la Universidad de Massachusetts y, después de dos años, se decidió definitivamente por la arquitectura y se graduó en el Pratt Institute de Nueva York (un referente del Design Morphology donde se formó con Lalvani).
“Las pompas de jabón, la acumulación de las nubes, las avalanchas. Lo ves y no hay otra cosa. Es como contemplar los árboles y la puesta del sol. Los fenómenos naturales que organizan nuestro mundo como la rotación del sol, las órbitas de los planetas, un copo de nieve, las dunas en el desierto, las curvas de las olas, las bifurcaciones de las ramas, la forma de una hoja, el caparazón de una cucaracha, están dictados por factores orgánicos descriptos por leyes muy precisas”, señala.
Esa perfección de la naturaleza es lo que lo atrapó y, a pesar de que el departamento de design-morphology estaba literalmente en el subsuelo de su facultad y aún allí eran conceptos poco difundidos, quiso llevarlos al diseño industrial. En 1991 se radicó nuevamente en la Argentina y desde entonces lo aplica solo o en colaboración con otros diseñadores industriales para la innovación en la generación de productos.
–¿Qué es la tecno-morfología?
–Lejos de ser mecanicista o high-tech, esta estrategia de diseño se basa en los principios estructurales propios de la naturaleza, reflejados en su funcionalidad, eficacia y belleza. La naturaleza, en todas sus dimensiones y escalas, desde la microscópica hasta la astronómica, está regida por leyes llamadas “naturales”. Leyes físicas, mecánicas, químicas, atómicas que se manifiestan a través de una gran diversidad de formas recurrentes. Del estudio de esas formas se ocupa, en términos generales, la morfología. Por otro lado, la morfología estructural se ocupa de la relación entre la estructura física/funcional y su correspondiente forma. Esta área de conocimiento explora y da cuenta de las leyes que regulan y organizan el conjunto de las formas que pueblan nuestro mundo natural, incluyendo plantas, animales y otros organismos, fenómenos geológicos, atmosféricos y demás manifestaciones. Desde los átomos hasta las galaxias pasando por los fenómenos más relacionados con nuestra escala humana, la morfología estructural es el “diseñador” natural. Así, la tecno-morfología en el diseño es la instancia de la morfología estructural materializada en aplicaciones concretas de diseños hechos por el hombre. Un área que recién se empieza a vislumbrar e incluye aplicaciones para mobiliario, objetos e indumentaria.
–¿Usted inventa el nombre?
–Sí, cuando empecé a investigar este paradigma aplicado al diseño de productos, me encontré con la necesidad de crear otra palabra que lo distinguiera de la escala arquitectónica donde pesan otras consideraciones y que diera cuenta de este paradigma que usa fenómenos naturales en el diseño artificial.
–¿Siempre se inspira en la naturaleza?
–Según las tipologías estructurales que se pudieran identificar (la columna, el arco, un inflable) se puede buscar su correlato en diseño artificial. Hasta ahora el modelo ha sido: veamos qué hace la naturaleza y aprendamos de ella. Este es un excelente punto de partida, aunque hoy vamos por más.
–¿Existe cierta mecánica en su trabajo? ¿O cómo llega de un copo de nieve a una silla?
–Generalmente partimos de un modelo estructural y analizamos qué posibilidades tiene. Por ejemplo, ahora estamos trabajando en el principio de la tensegridad que, muy básicamente, se caracteriza por el equilibrio entre tracción o compresión. Este sistema pensamos que puede ser valioso como mecanismo de soporte para un asiento, ya que permiten el movimiento mediante la tensión de cables sin ningún mecanismo hidráulico ni sistemas complejos. Este es un ejemplo. También hay diseñadores que aplican estos conceptos de una manera absolutamente intuitiva y hacen bancos, mesas o sillas totalmente morfológicos. No hay reglas.
–¿Siempre arriba a sus productos a través de la tecno-morfología?
–No siempre. Por un lado diría que cada vez me interesa menos, y por otro cada vez más. Hoy me interesa la esencia y menos el formalismo. Me interesan más cómo funcionan las cosas y cómo las disfruta la gente que el hacer alarde del fenómeno. Ya que, además, ésta no es la solución a todos los problemas, es sólo un camino más.
–¿Los materiales pasan a un segundo plano?
–Sí, con la salvedad de que hay comportamientos físico-tecnológicos que requieren ciertas características muy concretas que tienen ciertos materiales.
Desde su aparición en el mercado en el 2002, la etiqueta convocó a diseñadores (Alejandro Sarmiento con su Circus Stool –banco diseñado a partir de una lámina plana que consigue estabilidad por su forma– y Diana Cabeza con el Yacaré –banco hecho de una lámina de acero inoxidable–, entre otros). Orquestó movidas para captar nuevos diseñadores que adhirieran con algunos de sus productos a este concepto. La más difundida fue la convocatoria al concurso Homenaje al Sillón BKF (“un ejemplo atemporal universal de tecno-morfología”, señala) en julio del 2001, que dio como saldo una exposición en el Centro Cultural Recoleta, un catálogo de la editorial de Página/12 y el desarrollo de varios modelos “herederos” del famoso sillón. Diez de ellos que hoy comercializa la empresa Interieur Forma bajo la Colección Butterfly. Hoy, a raíz de convocatoria y un taller en el CMD, surge Vacavaliente.
Proyecto que tiene al cuero como protagonista, pero para emplearlo desde su aspecto estructural y autoportante, y a Reissig como mentor junto a un grupo de diseñadores y la dirección creativa de Alejandro Sarmiento. “Vacavaliente va más allá del uso de la piel de la vaca en su tradicional rol tipo textil. Es tomar el cuero y decir en vez de ‘diseño en cuero’ hagamos ‘cuero en el diseño’. Así, nos internamos en las curtiembres y en el taller estudiamos sus límites, sus posibilidades, distintos procesos. Y el cuero se vuelve un material inexplorado”, cuenta. Así también, mediante distintos procesos, llegaron a una primera generación de productos. Cinco fueron las vías: “El cuero reconstituido, la viruta del cuero que se usa como cuero de segunda, huele a cuero pero parece como un cartón. Es maleable, tiene propiedades muy particulares, se usa en cinturones, carteras y suelas baratas. Es como el MDF y la madera”, señala.
Ellos lo usaron para la creación de cinturones y cestos, entre otros. Perfiles estructurales de cuero. Superficies expansivas de cuero que surgen de robar la idea del metal adoptando la técnica de tajearlo. Cuero laminado, que surge de la madera laminada, moldeándolo en capas. Y por último, cuero rigidizado “que viene del Medioevo, donde hervían el cuero hasta cristalizarlo para hacer las armatures”. Ideas algunas que ya sevenden en la Tienda Malba y dan cuenta de una forma distinta de abordar el cuero. ¿Algunas joyitas? El Cowpad, el tarjetero Olas, el simpático Mu y el Belly, donde la rigidez viene de las curvas. “El regreso inteligente de la vaca habla de ponerle valor al cuero. Lo que viene después del asado”, ironiza Reissig.

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