Sáb 03.07.2004
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El testimonio Tartakover

El diseñador israelí muestra 18 piezas impactantes, políticas, activistas en la muestra Usted está aquí. Son fotos del conflicto palestino en las que, literalmente, se pone a sí mismo como testigo y artista.

Por Sergio Kiernan
David Tartakover es un hombre enérgico, rotundamente calvo, sesentón y fumador en continuado, como suelen serlo los israelíes de su generación. Diseñador gráfico con amplia experiencia –graduado en el London College of Printing, profesor desde 1976 en la academia Bezalel de Jerusalén, dueño de su propio estudio, con obras en museos de Europa, Japón y EE.UU.–, Tartakover tiene una fuerte y clara vocación política. De hecho, en Israel él es la identidad gráfica de buena parte del movimiento por la paz y la solución del conflicto con los palestinos.
De visita –y muy interesado por Buenos Aires– para participar de la muestra Usted está aquí: activista visuales en acción, que reúne gráfica politizada y de contenido social de medio mundo en el subsuelo de la Casa de la Cultura, Tartakover dio también dos charlas en la Ciudad Universitaria. Su aporte a la muestra es francamente interesante.
Se trata de 18 afiches tomados por fotos de actualidad sobre aspectos del conflicto árabe-israelí, lo que quiere decir que hay mucha sangre y dolor en esas imágenes. Cada imagen está cruzada por una banda verde que dice “I’m here” (estoy aquí), seguido por una fecha y un lugar. Cada imagen tiene también, evidentemente agregado con fotoshop, la imagen de Tartakover de jeans y vistiendo un chaleco naranja fosforescente con la leyenda “Artista” en inglés y hebreo.
Así, Tartakover aparece observando prisioneros palestinos en un ómnibus, inspecciona la construcción del muro, participa de patrullajes, controles y arrestos, y está en una serie de horribles atentados. El artista en el chaleco observa un hombre destrozado entre frenéticos paramédicos –que visten chalecos rojos con la frase Paramédicos–, ve un ómnibus desintegrado por una bomba con su chofer transformado en un muñón negro, mira disgustado a cámara desde la puerta abierta de una ambulancia. Tartakover espiando cómo entuban a un hombre obscenamente herido, mirando a un soldado que carga a una mujer ensangrentada y en shock, siguiendo a una mujer policía con ojos desmesuradamente abiertos que carga, en un peatonal de Jerusalén, con un bebito aparentemente intacto. Es una foto particularmente inquietante: el bebé no parece herido, pero la policía tiene sangre en la manga, atrás se ven paramédicos de rojo y los chalecos amarillos de ese grupo religioso que se dedica a reunir las partes de cuerpos volados en pedazos para darles sepultura ritual.
Las fotos son un mapa del escenario del conflicto: Jerusalén, Tel Aviv, Cisjordania, Jenin, Ramala, Belén, Netanya, Hebrón. Es un mundo lleno de gente mal vestida, de uniformes arrugados, de caos, donde lo único limpio y moderno son, paradójicamente, los chalecos de enterradores, médicos y artista. En las imágenes elegidos por Tartakover –todas publicadas en los medios– nadie tiene la cara en su lugar, todo parece anómalo y malevolente.
Esta obra muy sutil –verdadero contraste con el torpe propagandismo de su vecino en la muestra, el mexicano Alejandro Magallanes– busca explorar “el efecto de la ocupación de los territorios en la sociedad israelí, que nos afecta a todos porque hace a la seguridad y la calidad de nuestra democracia”. Tartakover, al contrario de tantos diseñadores gráficos, ama las palabras: fue columnista político en la prensa por muchos años y admite libremente que centra su trabajo gráfico en palabras, en textos que transmiten ideas, consignas, protestas. Un ejemplo que cita es el de sus afiches para un grupo que se niega a servir en el ejército en los territorios ocupados y se centra en una ambigüedad lingüística: el slogan “Hay un límite” funciona porque en hebreo la palabra para “límite” es la misma que para “frontera”.
Otra peculiaridad del trabajo político es el soporte. “Hago muchos trabajos en blanco y negro, formatos chicos y papel barato”, explica Tartakover, “por una cuestión de costos”. Como la ley israelí no permite fijar carteles sin pagar una licencia –y la gente respeta la ley–, muchaobra de Tartakover circula de mano en mano, lo que le crea la enorme curiosidad de seguir los lugares por la que termina asomando.
Alejado del trabajo publicitario, concentrado en trabajos para instituciones culturales y diseñando libros, Tartakover también prepara una exposición de su formidable colección de afiches, que reúne muchas piezas de la vida israelí antes mismo de la fundación del Estado. Pero su centro sigue siendo esta manera de activismo social. “Yo trato de expresar lo terrible del conflicto, de ser testigo”, dice Tartakover. “Como todo el mundo tiene su chaleco, yo me hice el mío, porque el artista también tiene su rol en esta emergencia, el de testigo. Y trato de no simplificar porque el conflicto es terrible para todos. Por eso en mis imágenes hay palestinos humillados y maltratados, y también los terribles atentados suicidas.”



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Usted está aquí: activistas visuales en acción puede verse en el Espacio Casa de la Cultura del subsuelo del edificio de La Prensa, hasta el 18 de julio.

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