Sáb 07.08.2004
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Los asientos del siglo

El Centro Cultural Borges presenta algunos de los diseños que marcaron el siglo de ese objeto emblemático, la silla.

› Por Luján Cambariere

“Somos una sociedad educada a revistas”, decía hace poco el arquitecto, diseñador de objetos y artista plástico Luis Benedit, refiriéndose a nuestro contacto con el diseño, por lo menos a nivel internacional. Y no se equivocaba. Lejos de los centros más influyentes, al común de los mortales nos queda verlo por TV o en papel. Por eso, en una primera instancia, las muestras dedicadas a acercarnos de primera mano algunos de los diseños considerados emblemáticos resultan interesantes y didácticas.
Así, hasta fin de mes, una de las obsesiones de los diseñadores industriales, los asientos, tiene su exposición en Buenos Aires. Se trata de Esperando el siglo XXI, una muestra del Centro Cultural Borges que reúne algunos de los mejores diseños de sillas y sillones del siglo XX. Detrás de la iniciativa está el arquitecto Néstor Otero, realizador de otras importantes muestras (Centenario del nacimiento de Victoria Ocampo, Treinta años de la muerte de Le Corbusier, La Casa Curuchet, Cuando más es más sobre la arquitectura de Clorindo Testa, entre otras). ¿Su objetivo? “Hoy, en un momento en que la palabra diseño está tan instalada y a veces no de la mejor manera, sacar a la calle estos productos con mayúsculas es otra forma de hacer docencia”, señala Otero.

Repaso por la historia
De la silla, obviamente. Es la que hace Otero desde el catálogo de la muestra para seguir con la docencia y dar marco a las cien piezas elegidas. Muchas extranjeras de las décadas del ‘40, ‘50 y ‘70, más de diez argentinas entre las que se encuentran las obras de Horacio Baliero (recientemente fallecido), Ricardo Blanco, Carlos Galli y Jorge Penci. Todos amoblamientos que tienen en sello de la industria.
“En 1974 escuché al arquitecto Francisco García Vázquez contar las dificultades para beber con un vaso que participaba en un concurso del que era jurado. ¡No servía! ¡Qué importaba que fuera lindo!, aseguraba. Hace unos meses tuve una experiencia análoga. Por suerte intuí que la silla no servía antes de sentarme. Tampoco era cómoda ni bella”, cuenta Otero en tren de explicar las motivaciones a esta muestra.
Tal vez la silla Thonet con brazos (1904) que Le Corbusier dibujaba en sus croquis de los años veinte, haya sido el disparador para realizar junto a Charlotte Perriand los diseños de sus muebles en caño doblado. La “nueva verdad” de la arquitectura de aquellos años, tal vez del diseño, todo (a partir de la influencia de la Bauhaus) impulsaron a Marcel Breuer, Mies van der Rohe y Le Corbusier, entre otros, a expresarla en el mobiliario. La comodidad y belleza de la silla Brno (1929), de Mies van der Rohe, son indiscutibles. El primer gran ejemplo criollo de diseño es sin duda el B.K.F. (1939) de los arquitectos Bonet, Kurchan y Ferrari.Hardoy que, independientemente de su síntesis y calidad escultórica, resulta destacable el hecho de haber invertido la posición del cuero de vaca de convexo a cóncavo.
Charles Eames aparece en la escena mundial en los años cuarenta desarrollando sus primeros asientos en madera multilaminada en alambre, lo que hoy conocemos como cáscaras. En los años cincuenta, Eames, ya no de la mano del acero cromado o pintado sino del aluminio, incorpora al repertorio mundial su línea Aluminium con el gran aporte de la estructura lateral que permite tensar el asiento.respaldo. En Italia, Gio Ponti presenta su silla Superleggera (1957) en madera de fresno como un alto ejemplo de diseñar a partir de lo posible. Ya en los sesenta, el pop artproduce la silla apilable de Verner Panton, que se transformó en unos de los modelos más difundidos en todo el mundo. En 1969 Horacio Baliero diseña el sillón Madrid, desarrollado entonces por la empresa Stilka de Buenos Aires. Diseñado para el edificio del Colegio Mayor Nuestra Señora de Luján en Madrid, este sillón tiene la particularidad de repetir en su estructura formal la misma resolución que tiene el edificio del colegio (desde un anillo perimetral de mampostería caen los gajos del techo, en el caso del sillón, de un anillo perimetral de acero caen los gajos del cuero o loneta que conforman el respaldo).
Ricardo Blanco resuelve su sillón Skel (1970) en madera multilaminada. Los diseños de Carlos Galli expresan desde su concepción lo estrictamente necesario sin ninguna otra pretensión que la de que nos sintamos cómodos. Cuando en 1994 la empresa Colección presentó la silla Aeron diseñada por Donald Chadwick y William Stumpf tuve la sensación de que todos los asientos incluidos los de autos y aviones pertenecían al pasado.
–“Esperando el siglo XXI”, ¿tiene algo de ironía?
–Es muchas cosas porque en realidad el XX fue un siglo de enormes rupturas como no lo habían sido los anteriores.
–La silla es la obsesión de muchos.
–Yo no conozco gente que no coma sentada en una silla. Pasamos la vida sentados. Son más horas las que estuve sentado en el pupitre que jugando en los recreos. Siempre se está más tiempo sentado que parado. Borges dice que “el libro es una extensión del espíritu, el teléfono de la voz, el telescopio de la vista”. La silla es depurar el cascote donde se sentaban en la prehistoria. Si hay muebles, hay una silla, una mesa y una cama. Porque además, la silla tiene que ver con la posición del cuerpo y eso la hace más sensible.
–¿Qué criterios empleó para la selección de estas piezas?
–Esta exposición que no es indigna pero tiene la medida de lo posible. Hay un porcentaje muy grande de muebles que prestaron las empresas que son representantes exclusivos de diseños originales, como Interieur Forma, Colección y Gris Dimensión. Espero no haber realizado una selección arbitraria. Lo que me interesa de los diseños expuestos es esa especie de condición de cebolla que tiene cada uno de ellos, ya que a medida que le vamos quitando pieles hay más y más en el interior de cada uno.
–¿Qué hace que un producto se convierta en emblemático?
–Yo creo que lo fundamental en un diseño como en la arquitectura es el tiempo. Que trascienda. No hay ninguna duda, por ejemplo, sobre las cáscaras de Eames de los años ‘50 que hoy toma Starck para sus diseños. Salvo las piezas que tienen veinte años que el tiempo no habló de su calidad o de su perdurabilidad, el resto ya fueron legitimidadas.
–En lo personal, ¿cuáles le gustan?
–Hay dos ausencias que siento mucho, que son Alberto Churba, una de las figuras más descollantes del diseño, y Diana Cabeza. También algunas piezas de Stilka-Buró.

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