Diseño para millones
Patentadas hace exactamente cuarenta años, las havaianas –así, con “v”– son uno de los éxitos más inesperados del mundo del diseño. Ya se vendieron 2200 millones de pares en Brasil y en el mundo, y ese objeto nacido al sur se sofistica y gana mercados masivos en el norte.
Por Luján Cambariere
Muchos profesionales y empresas aspiran a tener un diseño que sea un éxito dentro y, cuánto mejor, fuera de sus fronteras. Brasil lo logró mediante una ojota. Las famosas “havaianas” son hoy para ellos todo un símbolo y una de sus cartas de presentación en el mundo. Quizás el mejor emblema, porque demuestra que es posible triunfar con un producto que les es propio y los representa. Un diseño simple, confortable, sencillo, resistente, masivo, barato, con el que no tratan de aparentar, ni vender lo que no se es. Prueba de ello, un dato curioso, es que, ahora sí codiciadas en otros mercados, deban sumarles accesorios como las medias, para aggiornarse a otras realidades.
Mientras tanto, los anuncios dirán que la havaiana “Es paulista, es carioca, es baiana, es brasileña”, “Todo el mundo las usa”, “Es la cara de Brasil”. Raro es que no sumaran un aviso del estilo “El diseño más grande del mundo”. Aunque debemos rendirnos ante la evidencia: las colaron en el mundo entero. Las usan chicos y grandes, pobres y ricos. Desde el presidente Lula, pasando por el bombonazo de Caetano Veloso, las modelos top (Naomi Campbell y Giselle Bundchen, sus principales embajadoras), la reina Silvia de Suecia y el Movimiento de los Sin Tierra. “Es el calzado más democrático”, dirá a su tiempo el escritor Jorge Amado. Por lo que también es tema de tesis doctorales, de trabajos de escuela, notas de críticos y periodistas especializados, y un diseño presente en todo tipo de muestras y exposiciones (desde Artesanía y Design en Lisboa, Portugal; Design y Materiales de San Pablo hasta las numerosas Fashion Weeks de Nueva York, Londres, Buenos Aires y Brasil, entre otras).
En la fábrica de Campinha Grande, donde trabajan 3500 empleados, fabrican cinco pares de sandalias por segundo, lo que da 105 millones de pares en un año. Desde su lanzamiento se vendieron 2200 millones de pares de sandalias (“alineados los pies de tamaño 37, llegan a casi 50 vueltas de circunferencia de la Tierra”). Consideradas parte de la canasta básica de los brasileños y responsable de las oscilaciones inflacionarias, no escapa casi a ningún guardarropas y es un caso que demuestra cómo una región pobre del planeta puede imponer un producto en los países más ricos.
Historia de una que pasó los 40
La havaiana nació en 1964 inspirada en las sandalias japonesas. Cuentan que un grupo de empresarios de São Paulo Alpargatas descubrió en un viaje a Japón las zori –sandalias con una tira de cuero entre los dedos y suela de madera que los orientales usaban dentro de sus viviendas– y decidieron hacerlas en goma inyectada expandida. Fue una idea tan simple, concreta y acorde a las necesidades del mercado la que dio vida a estas sandalias, que su fama se expandió como pólvora. En menos de un año se fabricaban más de mil pares por día y se vendían todos. Lo que, además de una expansión de la empresa, trajo las primeras imitaciones. La competencia lo intentó, explican, pero nunca contaron con la calidad de las “legítimas”, las únicas que “no se deforman, no tienen mal olor y no pierden las tiras”.
¿El nombre? Paradójicamente les llega de la playa, el sol, el calor y el glamour de los años ‘60, cuando Hawai –Havaí, en portugués– era el destino de viaje más codiciado. Hoy son la cara de por lo menos tres generaciones de brasileños. Pasaron por el movimiento hippie, por los años ‘80 y ‘90, y no sólo no perdieron adeptos sino que capturaron nuevos. El año 1994 representa un gran quiebre para ellos, porque nace una nueva versión, las monocromáticas Top, en una clara referencia a su posición en el mercado: un producto más caro que las tradicionales.
Segmentando su mercado, hoy hacen infinitas versiones: las Top, las Brasil lanzadas durante el Mundial de fútbol de 1998, las Surf, las Fashion, las florales, las de clubes de fútbol, y así podemos seguir. Vienen en más de 60 colores y algunas, sobre todo las que nacen a partir de alianzas con otras empresas como las joyerías Swaroski y H. Stern, vienen en ediciones limitadas con oro, piedras preciosas y brillantes. Desde Brasil, Rui Porto, director de Comunicación y Medios de Alpargatas, cuenta a M2 cómo sigue la historia.
“Las havaianas son una marca fuerte. Fuera de Brasil, algunos de los países donde tenemos más penetración son Australia (se calcula que de diez australianos, cinco o seis ya tienen un par) y varios de Europa. En la Argentina vendemos 700 mil pares y queremos ir por más. Cada brasileño tiene varios pares y hoy nos sentimos orgullosos de que nuestro diseño esté en vidrieras de París y Milán. En Japón se venden modelos con piedras que llegan a rondar los 350 dólares, y en Londres otras con bordados de diseñadores de renombre a 500. En fin, un mundo inagotable.”
“Hasta el ‘94 las usaban las clases bajas, por eso aparecen como elemento a contabilizar en la canasta familiar junto a la harina, el arroz y los porotos. También, vale aclarar, algunos personajes del mundo del diseño, bajo la bandera del ‘menos es más’. Estudiamos y trabajamos mucho el nicho que significaba para nosotros la clase media, ahí nos dirigimos y también fue un éxito. Hoy, cuando se habla de iconos brasileños en diseño, se nombra a los Hermanos Campana y a las havaianas. Es un diseño simple, sensual, habla de nuestro estilo de vida en el calor y la playa. De nuestro colorido.”
“La customización viene porque el espíritu de estos tiempos habla de una elección más personal, entonces intentamos llegar a ofrecer la posibilidad de que a futuro cada uno haga la propia. Una primera fase pasó por cambiar tiras y suelas, como hicimos también en el último Fashion Bs. As. Una segunda fase pasa por dibujar lo que uno quiera, llevarlo al horno y estamparlo. La tercera fase, que hicimos en Itaparica, fue ponerles detalles de cristales, plumas y flores. Hoy sabemos que las havaianas van a seguir siendo siempre sandalias de dedo de goma, lo demás se va viendo. Aquellos empresarios que viajaron a Japón hace cuarenta años no podían creer que ese tipo de sandalia no se hubiese fabricado antes.”