Sáb 30.10.2004
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Un pedido por Recoleta

Los vecinos del barrio presentaron un plan para readministrar el turismo, el tránsito y sobre todo la feria, para aliviar la sobresaturación de la zona.

Por S.K .

Quien camine por la Recoleta un fin de semana va a entender por qué los vecinos del barrio presentaron un plan de remodelación bastante radical, y por qué la Ciudad lo está considerando. Dicho simplemente, el antaño paquete y tranquilo sector –hace treinta años, de una quietud silenciosa- simplemente se transformó en una extensión del centro, saturada y masiva. En los días de semana, Recoleta no es un barrio siestero, pero puede manejar su turismo, sus vecinos y su tránsito con bastante soltura. El daño se ve en las plazas, sobre todo la Intendente Alvear –que todo el mundo confunde con la Francia, que está en realidad cruzando Pueyrredón– que tiene su vegetación vencida y parches de tierra apisonada de tanto puesto y tanto transeúnte.

Lo que ocurrió es, a pequeña escala, lo que le pasó a Belgrano. Recoleta arrancó con la feria, siguió con una explosión de restaurantes, abrió el Design Center y luego el Village Cinema sobre Vicente López. Las calles y veredas siguen siendo las de siempre y sólo buenas ideas como el veredón frente al complejo de cines alcanzan a manejar el tránsito brutal de peatones. A ese barrio va mucha más gente de la que el barrio puede procesar.

Mientras que todavía quedan vecinos nostálgicos de cuando Recoleta era “nuestro” barrio, el resto acepta el nuevo rol de la zona. Hace exactamente un año se realizaron las jornadas Recoleta Viva, en que Ciudad y vecinos hablaron por tres días de problemas y soluciones. En una carta al CGP local, organizaciones participantes –Asociación Amigos de la Recoleta, Junta de Estudios Históricos de la Basílica del Pilar, Asociación Civil Respeto Urbano, Consejo Parroquial Nuestra Señora del Pilar, Compromiso por Recoleta, Amigos del Cementerio de Recoleta, Fundación Schapire, Asociación Verde Barrientos y Asociación Plaza del Arbol– resumieron posiciones.

La propuesta de los vecinos es formar un Corredor Cultural Recoleta que administre los espacios que atraen a tanta gente. Esto une lo que algún funcionario ya olvidado –merecidamente– quiso llamar “la milla de museos”, tratando de hacer sonar las cuadras de Libertador como la Quinta Avenida de Nueva York, con las plazas, feria, centro cultural, Palais de Glace y calle de restaurantes. Lo primero que piden los vecinos es que se realice un estudio de impacto ambiental que oficialice lo que puede apreciarse a simple vista, que los espacios verdes están destruidos por el exceso de actividades.

Aquí se cita “el impacto de los espectáculos musicales, el deterioro de espacios verdes usados como escenarios, de plantas convertidas en mostradores, depósitos y baños, el riesgo de instalaciones eléctricas irregulares, el estacionamiento descontrolado de vehículos en la vía pública y de motos en espacios parquizados, la polución visual de puestos armados precariamente y sin correspondencia con el entorno patrimonial del barrio de Recoleta, la diseminación de residuos y el descontrol e inseguridad entre otros factores de impacto urbano”.
Como el factor más dinámico en la ecuación es la feria, buena parte de la propuesta hace eje en ella. Primeramente, que mantenga su carácter artesanal, lo que implica frenar la instalación últimamente masiva de “puestos” –telas en la vereda– frente al paredón del cementerio que venden cualquier cosa menos artesanías. Segundo, despejar la calle Junín, incluyendo el sector peatonal que llega al Design Center pasando por la entrada del cementerio, la iglesia, el centro cultural y la sede de laONU, que fue completamente invadido por puestos que siguen abiertos toda la semana. Tercero, y con la feria bajo control y reducida a la parte baja de la plaza, expandirla cruzando Alcorta para que ocupe el espacio entre la Facultad y el Centro de Exposiciones, completamente despoblado los fines de semana. El puente peatonal ahora y el futuro túnel de la estación de subte serían los ejes de unión de los dos sectores.
Con estos tres temas se puede imaginar un futuro domingo donde la feria vibra abrazando Libertador y Alcorta, las vías naturales a los museos de la zona –Artes Decorativas, Bellas Artes, Malba, Palais de Glace– y donde al subir la plaza se logra alguna tranquilidad, como la que hay en las que tocan Alvear, donde se puede tomar sol y jugar con los chicos.

A esto, la Junta de Estudios Históricos del Pilar le suma un plan específico que arranca por recordar que la bella iglesia del siglo XVIII -única no “europeizada” en la furia remodeladora de fines del siglo XIX– es algo más que una atracción turística: es una iglesia en funcionamiento. El primer problema es que los siete días de la semana el templo está sitiado por puestos de venta de todo tipo. El segundo es que el paseo Chabuca Granda cierra el viejo acceso por Quintana con un veredón peatonal que, luego de ser instantáneamente invadido por puestos, se ganó una serie de parterres centrales. Así, la estrecha y también invadida Junín es la única entrada y también salida. La Junta propone reabrir la calle parcialmente, poniendo un empedrado y unas cadenas removibles sólo para el paso de cortejos fúnebres o alegres novias.

Todos los grupos de vecinos afirman que resulta esencial que los artesanos participen de estas decisiones. Y también que hay que considerar el tema de seguridad, con lo que señalan una curiosa anomalía: Recoleta está justo en la línea divisoria entre dos comisarías, por lo que literalmente de una vereda a la otra se cambia de jurisdicción. Los vecinos piden que una de las dos comisarías tenga alzada sobre todo el sector.

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