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Sábado, 13 de noviembre de 2004

Proyectar la violencia

Dos arquitectos brasileños ironizan sobre el consumo y la aparatología en torno del fenómeno de la inseguridad. Una crítica oportuna a través del diseño.

 Por Luján Cambariere

En San Pablo, ciudad que ostenta todo tipo de rankings en violencia –más de la mitad de la población fue víctima de algún crimen en los últimos cinco años, cinco mujeres son violadas por día, se producen trescientos robos diarios y alguien muere cada doce minutos, por citar algunos–, dos arquitectos ironizan sobre el negocio y la parafernalia en torno de la inseguridad. Una realidad que, sin dudas con menos casos pero igual psicosis, sirve para reflexionar sobre un estilo de vida al que lamentablemente podemos aproximarnos.
Se trata de Isay Weinfeld y Marcio Kogan, quienes en la 25ª Bienal de San Pablo en el 2002, ya participaban con un trabajo “Happyland”, una ciudad utópica diseñada para una era de violencia y terror donde los problemas del siglo XX como la soledad, la pobreza o la educación no eran tenidos en cuenta. Para esta muestra apodada Happyland Vol 2. expuesta en el Museo de la Casa Brasilera (su cuarta participación en esta institución que dirige Adélia Borges, periodista, curadora y todo un referente mundial en cuestiones relativas al diseño) proyectaron doce aparatos “indispensables para vivir en las grandes urbes”, señalan sarcásticos.
Así, una vez que el visitante pasa la prueba del detector de metales, se encuentra con el primer hito de la exposición: las garitas customizadas. Las hay de estilo francés con arañas de caireles y paredes enteladas ideales para countries o barrios cerrados, o la versión “Soho-Loft” con pufs de colores estridentes y poster del Che Guevara. Enseguida, aparecen las rejas que en vez de cámaras portan pistolas (para perder tiempo dilucidando quién pasa por la vereda). También hay muros hidráulicos que varían su altura y motivo de acuerdo con los índices de violencia del día. Y diseños de alambres de púas con motivos varios –flores, corazones o Mickey Mouses– que disminuyen su aspecto agresivo.
¿Dos perlitas? El “kit asalto”, un maletín como el del Agente 007 para ser entregado voluntariamente al ladrón con algunos objetos de culto de los robos modernos como un Rolex, aros Tiffany’s, una lapicera Mont Blanc, la billetera Louis Vuitton y un fajo de billetes. Y el Carro-Cor, un auto con un baúl decorado para dar confort a las víctimas de los secuestros relámpagos (nuestros express) con bar, revistas y almohadones con motivo de la bandera brasileña. Además, todas las piezas están iluminadas por lámparas con sensores que se encienden automáticamente cuando uno se acerca activando así un sinnúmero de sirenas que hacen la recorrida aún más insoportable.
“Esta es una crítica a las costumbres de nuestra sociedad”, dice Weinfeld. “Una forma de discutir una situación que por lo menos acá, en Brasil, ya parece naturalizada y eclipsa o tapa otras cuestiones”, suma Kogan n
* Hasta el 14 de noviembre en el Museo de la Casa Brasilera: www.mcb.sp.gov.br

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El equipamiento de baúl para pasarla bien en un secuestro. Abajo, la verja con pistolas y el alambre de púas Mickey.
 
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