La otra ciudad vieja
Una caminata por el área histórica de Montevideo permite ver signos de revitalización y varios trabajos de puesta en valor privados. Es que el barrio está ganando población y hasta sedes corporativas.
Por Sergio Kiernan
La ciudad vieja de Montevideo está dando buenas señales de renacimiento, y lo hace de un modo que puede señalar el rumbo para algunas políticas útiles en esta banda del río. Lo que llama la atención no es tanto las iniciativas públicas en el casco histórico uruguayo sino que las empresas se están mudando e invirtiendo en el San Telmo montevideano.
Un simple paseo por la península donde nació Montevideo permite ver un paisaje familiar para los porteños. No queda el menor indicio de arquitectura colonial –excepto por el viejo Cabildo, frente a la Plaza Matriz, tan italianizado que hay que leer el cartel para reconocerlo– y apenas algún rastro del siglo 19 temprano, menos aún que en nuestro San Telmo. Lo que caracteriza esta ciudad vieja es un noble conjunto de predios de la segunda mitad del siglo 19 y de principios del 20 de muy distintos usos, que conviven pacíficamente.
Lo que pocos notan de este barrio es que tiene sectores residenciales, como nuestro San Telmo, sectores públicos, como nuestra Plaza de Mayo, sectores portuarios, como eran nuestras 25 de Mayo y Reconquista antes de la dictadura, y hasta la vieja city bancaria. En pocas cuadras se ven departamentos y algunas residencias de fuste, como en la plaza Zavala, las viejas matrices de varios bancos, compañías navieras todavía en actividad y con fantasiosos edificios muy decorados, muchas casas de baja clase media o pobres en PH, el pequeño comercio de cualquier barrio.
El mix, entonces, es notable y la caminata permite ver una gran actividad de restauración, muchos andamios cubriendo fachadas, sobre todo de casas, y muchos carteles de venta. Prestando atención se puede ver la tendencia que falta en nuestro casco histórico: varios de los edificios se están vendiendo en bloque, como oficinas, y algunas empresas mudaron sus sedes a la ciudad vieja, restaurando edificios completos. La plaza Zavala, por ejemplo, es hogar del Discount Bank, que reparó tres edificios contiguos para su sede central.
Es una decisión sabia. La ciudad vieja montevideana está pegada al centro, como la porteña, pero no padece sus congestiones. Si bien tiene muchos adefesios que hacen llorar al pensar en lo que se habrá demolido para construirlos, su carácter sigue siendo histórico y coherente. También resulta evidente que hay en proceso un recambio de población, con nuevos vecinos restaurando sus casas.
Lo raro es que el turismo parece rebotar sobre los dueños de los bares, que suelen ser los primeros en reaccionar a la moda de sus barrios. La ciudad vieja tiene un núcleo turístico en su famoso Mercado Viejo, ahora rodeado por unas cortaditas peatonales, pero el resto del área sigue mostrando sus viejos bares de siempre, atorrantes y simpáticos. Allí está El Perro que Fuma –serio candidato al título de Bar con el Mejor Nombre a nivel mundial– y esa maravilla llamada Las Misiones.
Este último barcito es digno de todas las declaraciones posibles de protección y monumento histórico por su fachada, simplemente única en el continente. Es que Las Misiones –en la esquina de Misiones y 25 de Mayo– está recubierta de faience de mayólica, probablemente inglesa, en verdes y crema, al estilo de los grandiosos pubs de Manchester. Ojalá tuviéramos un frente semejante aquí en Buenos Aires.
En resumen, Montevideo no tendrá una política de preservación particularmente activa o financiada –la infraestructura de la ciudad vieja aparece como bastante decrépita– pero de alguna manera retomó lavitalidad del barrio por el lado privado. Hasta iniciativas mixtas, como el flamante museo precolombino fundado a medias por el Estado y un coleccionista argentino, está en la ciudad vieja como nuevo polo de atracción. Su sede es un viejo edificio público cuya fachada de piedra París luce amorosamente restaurada.