Sábado, 5 de febrero de 2005 | Hoy
Por Matías Gigli
La Consejería Cultural de la Embajada de España y la Sociedad Central de Arquitectos acaban de editar dos libros de cuidada edición. Uno trata sobre la obra de Mario Soto, el otro sobre la de Alejandro Christophersen. Estos dos libros son el puntapié inicial de un proyecto que tiene como premisa documentar la relación cultural entre nuestros países en el transcurso del siglo XX, como camino de la construcción de la modernidad.
Para empezar, se tomaron dos arquitectos que son prácticamente las dos puntas del arco: por un lado Soto, nacido en 1928, autor de obras en donde el hormigón y el lenguaje corbusierano marcaron sus primeros años de trabajo con el Instituto de Previsión Social y la Escuela Normal 1, ambas en Misiones. El libro recorre también su trabajo en A Coruña junto con Myriam Goluboff, con el Centro Educativo Asistencial para Paralíticos Cerebrales en Sada.
La figura de Mario Soto no sólo representa la de un arquitecto hijo de gallegos que buscó una arquitectura causada en la modernidad y comprometida con el lugar. Su vida terminó en el exilio en A Coruña, un ejemplo como muchos otros en nuestro país de encontrar un lugar de arraigo en momentos de exilio en la tierra de sus padres. Su obra, estudiada por Eduardo Maestripieri, está documentada y contextuada en el libro.
En la otra punta del arco y en el segundo libro, la obra de Alejandro Christophersen, autor destacado de la mejor arquitectura ecléctica de nuestro país. Su vida, a la inversa de la de Soto, comienza en 1866 en Cádiz, donde su padre era el cónsul noruego. Christophersen vino a la Argentina a los 21 años, para quedarse un par de meses, y vivió en nuestro país hasta su muerte a los ochenta en 1946.
El trabajo escrito por Carlos Hilger y Sandra Sánchez muestra la obra arquitectónica de Christophersen, como el Palacio de Correos o el Santuario Santa Rosa de Lima, y una serie de acuarelas de casas unifamiliares “económicas”. También se detiene en documentar la faceta pictórica del arquitecto, de la que se pueden ver actualmente trabajos colgados en la sede de la SCA, donde se guarda además su magnífico escritorio art-nouveau.
Estos libros –que tienen a Carlos Lebrero como director de colección, a Roberto Fernández como director editorial y a Bisman y Robles como diseñadores gráficos– tienen la vocación de continuar documentando el siglo que pasó. Ojalá que este año contemos con nuevos títulos.
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