Sábado, 19 de febrero de 2005 | Hoy
Mar del Plata es cuna de buenos diseñadores industriales. Hernán De Filippis y Diego López, docentes y socios de un estudio especializado en luminarias, son un buen ejemplo de ello y sobre todo de cómo se trabaja en el interior.
Por Luján Cambariere
nMar del Plata, además de playa, casino y espectáculos, tiene diseño. Como otras ciudades que cuentan con una carrera de diseño industrial, puede jactarse de tener muy buenos profesionales en este campo. Sobre todo, también, porque fundada por el gráfico Nicolás Jiménez en colaboración con el arquitecto Ricardo Blanco en 1989, allí la carrera tiene varias particularidades. Después de un año de cursada común, se divide en tres orientaciones –indumentaria, producto y textil– lo que permite a los alumnos especializarse abriéndose paso rápidamente al mercado laboral, en una ciudad que no escapa a las vicisitudes propias del país y especialmente del interior, pero donde justamente sobre todo después del 2001 algunas de las industrias relacionadas con esas especialidades son las más florecientes.
Hernán De Filippis y Diego López egresaron en el ‘99. Actualmente son docentes en las cátedras de diseño I y diseño II, respectivamente. Juntos conforman DDH Estudio Diseño, una editora especializada en productos, sobre todo de iluminación. Además, López tiene un posgrado en objetos utilitarios para el hogar del Centro de Diseño Industrial de Montevideo, Uruguay, creado por el Centro de Cooperazione Italiana, y De Filippis acaba de terminar el master en diseño del Mercosur de la misma institución por el que viajó a capacitarse a Italia, y es presidente del Distrito II, Sede Mar del Plata, del Colegio de Diseñadores Industriales de la provincia de Buenos Aires. Con ellos habló m2 sobre cuestiones que competen al diseño en esta ciudad con vista al mar.
Eso es lo que ellos son. Y para lo que, según ellos, se los prepara básicamente en la facultad debido a las posibilidades que hay. Juntostrabajan desde abril del 2002. Diseñan y comercializan sus productos en toda la costa. Empezaron con el diseño de objetos promocionales, cartelería y escenografía y casi de forma casual, por un encargo de una empresa, se fueron especializando en luminarias. Hoy tienen un taller del que salen más de cincuenta modelos distintos –cilíndricas, cuadradas, rotadas– en polipropileno para bares, discos, restaurantes y todo tipo de locales comerciales. Además reciben encargos especiales de arquitectos como realización de mobiliario o stands y siempre están ampliando sus propias familias de objetos. En el 2003 fundan junto a otra diseñadora industrial, Natacha Gader, el Centro de Diseño Patagónico en Trelew, Chubut, usina-local de diseño propio y ajeno. Tanto desde el ámbito privado como desde la facultad trabajan por abrirse paso en la profesión, sorteando las dificultades y particularidades propias que tiene trabajar fuera de la Capital Federal.
–Cuando se asociaron, ¿pensaron en explotar algún segmento en especial?
H.D.F.: –La realidad es que fue después del 2001, así que si queríamos vivir de esto no había mucho tiempo para pensar en un producto ideal sino en algo que tuviera salida. Así nos abocamos a los objetos promocionales y por un encargo de la Cervecería y Maltería Quilmes surgió una primera lámpara para bares y confiterías del país que tuvo mucho éxito y nos permitió pensar en más.
–¿La ciudad tiene sus fuertes?
H.D.F.: –Obviamente la pesca, el agro, el turismo. Pero, a veces, si bien siempre se trabaja en pensar productos o diseños para estos segmentos y hasta desde la facultad se piensa en ello, es muy difícil porque generalmente se requiere de inversiones muy importantes. Pensemos en maquinaria agrícola, en la que sería muy interesante innovar, y de hecho, algunos lo hacen, pero no es lo más común. Desde el estudio y en líneas generales también vemos que pasa, fuimos a lo más accesible. Ofrecer productos para el segmento gastronómico, hotelero, locales de decoración como las lámparas, que nosotros mismos pudiéramos producir, controlar su calidad y comercializar.
–¿Se podría pensar en nichos particulares por tratarse de una ciudad balnearia tan importante?
D.L.: –Sí. De hecho acá nuestra temporada más fuerte es de noviembre a febrero, cuando a raíz del turismo muchísimos locales comerciales reabren sus puertas entonces hay que acondicionarlos. Y ahí estamos nosotros con las lámparas o, tanto major, con mobiliario. También hay muchos diseñadores industriales trabajando en el sector textil. Mar del Plata es la Capital Nacional del Pullover así que se invirtió hace un tiempo en esa maquinaria. Y ni hablar de la indumentaria con marcas de surf reconocidas mundialmente fundadas por chicos de acá.
–¿Y productos para la playa?
H.D.F.: –Se pensó y se piensa siempre en idear productos para la playa o sobre todo para ofrecerle al turismo como algún tipo de souvenir que reemplace al caracol o al lobo de mar. Uno sabe que el turista gasta determinada plata por día y sería genial que un porcentaje lo hiciera en algo relacionado al diseño. De hecho hace poco, por ejemplo, una bodega invirtió en la creación de un carrito refrigerador de uvas para la playa, pero, como en todo, hay que estudiar bien las necesidades reales.
–¿Es más difícil ser diseñador en el interior?
D.L.: –Parece un cliché pero es bien real: “Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires”. Mejor dicho en la Capital. Por empezar la materia prima la tenemos que comprar allá. Como los negocios consignan mercadería a nosotros se nos hace inviable dejarla y controlar todo a la distancia. Por eso vendemos en la costa. Y además, generalmente, con igual producto son muy distintas las posibilidades que tenemos desde acá. Alláestá el CMD u otras instituciones que apoyan de alguna forma al diseño y a la generación de productos.
H.D.F.: –Acá en Mar del Plata estamos lejos y cerca. Cuatro horas en auto, cinco en tren, menos de una en avión, pero a veces nos sentimos tan lejos. Sobre todo cuando notás el desconocimiento que se tiene de lo que pasa acá. En Mar del Plata hay profesionales sumamente capacitados. Muchos que han viajado al exterior por pasantías o becas y pocos lo saben. En la Capital, aunque también debe ser difícil ser diseñador, ciertamente hay alguna posibilidad más de crédito, becas y ciertamente más visibilidad.
–¿Se puede pensar en un diseño distinto con vista al mar?
H.D.F.: –No, sería mentiroso decir que hay una creatividad distinta. Sí, tal vez, como dijimos antes exploramos algunos nichos más que otros. Y lo que es positivo es que la carrera tenga estas especializaciones. Que desde la docencia se trabaje muy fuerte la posibilidad del diseñador autoproductor porque es una realidad de acá para ocuparse en las industrias más fuertes como la alimentaria, indumentaria y todo lo relativo al turismo.
D.L.: –La verdad es que como marplatenses podemos sentirnos orgullosos de muchos colegas que emprenden cosas o crean marcas de renombre internacional. El surf con el diseño de tablas, calzado, accesorios e indumentaria es el mejor ejemplo con chicos jóvenes que ya son todos unos empresarios.
H.D.F.: –Por otro lado, la tesis de la facultad ahora se divide en diseño social, agroindustria o rodados y de ahí también surgen cosas muy interesantes. Por ejemplo, este año uno de los trabajos finales fue el de un diseñador que creó un carrito especial para vender frutas y verduras pensado especialmente para una organización social que trabaja en huertas orgánicas que ya le hizo varios encargos.
–¿Por qué eligieron la carrera?
D.L.: –Me impactó eso de poder hacer desde un avión hasta una cuchara.
H.D.F.: –Yo hice un secundario técnico y casi al terminar vinieron a hablarnos un ingeniero, un arquitecto y un diseñador industrial. Me apasionó de inmediato todo lo que se podía crear siendo un diseñador industrial.
DDH Estudio Diseño:
Rawson 3131, Mar del Plata.
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