Sáb 09.04.2005
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Hotelería y naturaleza

› Por Matías Gigli

Roberto Frangella, Horacio Sardín y Valeria del Puerto proyectaron dos hoteles para la cadena Vista Sol. El punto que hace diferentes a los proyectos es la forma de encarar el diseño para una intervención hotelera en un territorio natural, tomando su geografía como punto de partida. Lo interesante de las propuestas, en este momento en que los hoteles afloran en nuestro país como nunca antes, es que están proyectados pensando en una forma distinta de pasar unos días. Es valorable que esta cadena hotelera les diera rienda suelta a los proyectistas para que hagan arquitectura y no siguieran simplemente un manual hotelero importado y destinado a ser usado en cualquier parte del mundo.

Partiendo de maquetas de estudio y muy buenos dibujos a mano, aquí los arquitectos siguieron sus primeras intenciones y las mantuvieron hasta materializar el proyecto definitivo. En principio, la primera idea es que el “edificio hotel” no existe. Para Iguazú, un conjunto de “hojas” dispersas de manera aleatoria se transforma en los techos de los dormitorios apareados y de los espacios comunes como el restaurant, las salas y las oficinas. Esto permite materializar el conjunto en etapas, y vivir el hotel en franca relación con la naturaleza.

Lo mismo sucede en El Calafate, Santa Cruz, pero con una secuencia de arcos que albergan a los dormitorios y que están íntimamente relacionados con su entorno. Se trata de un hotel de cien habitaciones con la posibilidad de crecer otras cien. El proyecto inscripto en una fracción de cinco hectáreas tiene una superficie total de ocho mil quinientos metros cuadrados.

Para aproximarse a las ideas de los proyectistas, la mejor forma de entender la intervención es mirándola desde arriba: los techos tanto en maqueta como en los croquis lo explican todo. Existe una primacía de lo formal que hace de los edificios formas dispersas que en su conjunto organizan el complejo. En un territorio en pendiente cada elemento está compuesto por un arco.

Es una propuesta fuerte de cuidar la continuidad de los paisajes y de afianzar proyectos sustentables con una visión integradora. Para El Calafate se propuso una arquitectura de baja altura con importantes invernaderos. El uso de métodos pasivos de control ambiental genera un importante ahorro energético que se consiguió con una cubierta protegida con un manto de tierra, en la cual se plantaron especies vegetales que crecen en forma natural en la región. También se incorporaron al proyecto molinos de viento, tratamiento selectivo de la basura y materiales del lugar. Todo ecológicamente correcto.

Las cien habitaciones con que contará el hotel, que actualmente está en la última fase del proyecto, tendrán como premisa despertar el interés de los visitantes en la historia del lugar desde sus primeros pobladores 12 mil años atrás, y en el legado de los viajeros que pasaron por ahí documentando la zona. Además de las funciones habituales de un hotel, aquí se incluye un lago para practicar patinaje y un centro de convenciones.

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